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28 de octubre de 2012 | Francisco J. Cabezas

Por tierra de los faraones

 Por tierra de los faraones
Karnak, Luxor, Menfis, Comombo, Edfú, Isla Elefantina o Abú Simbel, míticos nombres de milenarios templos del Antiguo Egipto, formaban parte del itinerario que he tenido la suerte de recorrer durante mi pasado viaje por la tierra de los faraones.
Amarante, así se llamaba el barco que cruzaba el Nilo, el río más largo del mundo, realizando un crucero, disfrutando desde su proa y su popa de imágenes y escenas como salidas de una película.
Ramadán era nuestro guía, nuestro profesor de historia egipcia particular, nuestro médico, nuestro consejero, nuestros pies y nuestras manos, en fin, nuestro amigo. Tan sólo cinco personas conformábamos su grupo, tres amigos granadinos, mi hermano Miguel Angel y yo, quienes recorrimos el Valle de los Reyes, adentrándonos en varias de sus tumbas, la avenida de carneros que unían los templos de Karnak y Luxor, Comombo, etc, empapándonos de esta antigua y fascinante civilización, y pisando los mismos lugares y tocando las mismas piedras que hicieran Ransés II, Cleopatra, Nefertiti o Alejandro Magno.
Un combinado de sabores, olores, personajes como salidos de otro tiempo, rezos, nos hacían sentir en otro mundo, muy diferente al occidente que conocemos, un mundo lleno de contrastes, de calor, de caos circulatorio, de vida, de historia.
He de confesar que el vello se me rizó en más de una ocasión, la primera de ellas al estar ante el impresionante templo excavado en la roca de Abú Simbel, y sus colosales estatuas de Ransés II, así como al acceder a su conservadísimo interior gracias a haber estado cubierto por la arena del desierto hasta que lo descubriera el historiador suizo Buckhardt en 1813.
Este templo junto al de Nefertari, ambos trasladados piedra a piedra de emplazamiento para salvarlos de la crecida del río Nilo, allá por los años 70, gracias a la coalición de 22 países en un ambicioso proyecto abanderado por la UNESCO, conforman, junto al siempre presenta Nilo, una de las imágenes más impresionantes de este viaje.
El encontrarme ante las míticas y conocidísimas pirámides de Giza: Keops, Kefrén y Micerinos, única de las Maravillas del Mundo Antiguo que siguen en pie, visitando el interior de la pirámide de Keops, y mirar cara a cara a la esfinge de Gizeh, quien viera pasar delante suya a Alejandro Magno y Napoleón con sus tropas, fue otro de los momentos más mágicos del recorrido.
Y por último, contemplar la máscara funeraria de oro macizo de Tutankamón y su intacto tesoro, expuesto en las dependencias del Museo Egipcio de El Cairo, fue otro de los instantes en que sentí por todo mi cuerpo un escalofrío, que me recorría de los pies a la cabeza.
Recorrer las callejas del viejo Cairo y sus mezquitas, su barrio cristiano copto, acompañados por nuestro querido Hisám, otro de los guías, el Bazar de Khan al-Khalili, sus coloridas tiendas, sus olores a especies y a té, el regateo de sus vendedores ambulantes, me hacían realizar como una especie de viaje en el tiempo, como si estuviera viviendo en la época de la Córdoba Califal.
“Español, Coca-Cola, Pepsi-Cola, ¿Barça o Madrid?”, era la pregunta más habitual que te hacían por aquellos lares los lugareños, más que acostumbrados al turismo. He de reconocer que había una mayoría aplastante de seguidores del Fútbol Club Barcelona.
Tuve también la ocasión de guiar una faluca a través del Nilo, sin rumbo, ¡pobre de los ocupantes de la pequeña embarcación que no sabían adónde los llevaba!. Así como de visitar un pueblo nubio, y una de sus típicas casas, donde los propietarios nos recibieron muy amablemente, nos sirvieron el té, y nos mostraron su vivienda, donde el “animal doméstico” que tenían era el cocodrilo, poseyendo el señor cuatro o cinco ejemplares del peligroso reptil. Yo estaba más habituado a ver en casa de mis vecinos granjas de gallinas y conejos, pero en fin, cada tierra da lo suyo.
Recomiendo a todo aquel que quiera vivir esta experiencia que no lo dude, y viaje a este maravilloso país sin ningún temor, país que tanto nos ha enseñado, y del que tanto hemos aprendido.
 

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