6 de julio de 2011 | Francisco J. Cabezas
¿Cómo hemos cambiado?
Llegó el verano, además este año haciéndose notar más de lo normal. Las verdes dehesas se convierten en enormes pastizales y las cosechadoras se convierten en parte del paisaje durante los interminables días del mes de junio.
Es tiempo de descanso, de vacaciones, de tardes de piscina y escapadas a la playa, aunque no para todo el mundo.
Recuerdo, al contrario de lo que me sucede hoy día, que de pequeño recibía con gran ilusión este periodo estival. Es normal, acabábamos el curso escolar y si lo hacíamos con todas las asignaturas aprobadas ya no tenías que coger un libro hasta septiembre. Desde finales de mes de junio hasta prácticamente el de septiembre, las calles de nuestro pueblo se llenaban de mellarienses que tuvieron que dejar su pueblo buscando unas condiciones más dignas de vida en otras partes del país y muchos de ellos a otros países del extranjero. Los coches con matrícula suiza o alemana de alta gama eran habituales en las aceras de nuestro pueblo, y la charpa de amigos más pequeña superaba los doce o quince jóvenes, también recuerdo las terrazas de verano de entonces, la más frecuentada la de la Breva, donde la gente disfrutaba hasta altas horas de la madrugada de las berenjenas en vinagre, los caracoles, los callos y aberronchos que José preparaba cada verano en la cocina de su local, en aquellos veladores calzados con cuñas para salvar el desnivel de la Plaza Jesús Nazareno.
Hoy día apenas nos visitan durante las fiestas de primero de agosto y la segunda quincena de este mes, habiendo cambiado el pueblo y la visita a los abuelos, la mayoría de ellos ya fallecidos, por los hoteles y apartamentos en la playa, y el seat 850 o 131 por el mercedes o el audi, construyendo entre todos la crisis en la que actualmente estamos inmersos.
¡Y qué decir de aquella feria en la Plaza Lope de Vega!, en la otra plaza, la del banco ruso y la pista de baile. Los puestos de turrón, de juguetes y las tómbolas se sucedían a lo largo de toda la plaza y la calle Regidor Caballero Villamediana, y eran habituales los veladores en las calles llenos de gente que observaban el paso de la gente mientras degustaban los típicos platos de gambas o calamares acompañados de una cervecita que tan bien entra en estos calurosos días.
No pasaba ni un solo día de feria en el que no montáramos en los coches de tope, el tiovío, la noria o la barcaza, ni en el que no entráramos en la caseta municipal instalada en la plaza de arriba.
Hoy día los jóvenes apenas pisan el recinto ferial, sin moverse durante estos días de las terrazas de verano o del recinto de botellón, mientras que el paseo donde se instalan los puestos y atracciones de feria sólo se ve con afluencia de visitantes apenas el sábado de feria.
No pienso que aquellos veranos ni aquellas fiestas fueran mejores que las de ahora, tan sólo son diferentes. Quizá también la nostalgia con que recordamos aquellos tiempos también nos influya.
¿Cómo han cambiado los tiempos?, ¿cómo hemos cambido?.