11 de abril de 2015 | Francisco J. Cabezas
Alejandro Oyarzabal cumplió su sueño de volver a Fuente Obejuna
ALEJANDRO TENÍA UNA CUENTA PENDIENTE CON FUENTE OBEJUNA, QUERÍA VISITARLA ALGÚN DÍA Y ESO FUE PRECISAMENTE LO QUE HIZO EL PASADO MARTES 7 DE ABRIL
Hace apenas una semana coincidí casualmente con un señor en la Cafetería Ortiz II. Su nombre es Alejandro Oyarzabal y hace 46 años estuvo como sacerdote franciscano en nuestro convento.
Corría el año 1969 y fue en el primer estado de excepción decretado por el general Francisco Franco en el País Vasco durante su dictadura. En el mismo fueron desterradas 150 personas que fueron diseminadas principalmente por poblaciones de Andalucía, Extremadura y Castilla.
Alejandro Oyarzabal se ordenó sacerdote con 23 años, sacerdocio que sólo duraría 3 años, precisamente los últimos 6 meses de su ejercicio transcurrieron en Fuente Obejuna.
Oyarzabal, quien se considera una persona rebelde e inconformista, fue coadjutor de juventud en su San Sebastián natal, incansable defensor e impulsor del euskera y de la cultura vasca durante una época en la que hablar esta lengua estaba prohibido.
Fue organizador de varias escuelas de euskera y fundador de una de las ikastolas (centros educativos surgidos en el siglo XX en el País Vasco, Castilla León y Navarra, así como en el País Vasco Francés que se distinguían por utilizar como lengua vehicular el euskera en una época en la que esta no estaba presente en los sistemas educativos públicos).
En aquellos años, algunos implicados con ETA fueron encarcelados y otros ciudadanos (entre ellos él) fueron apuntados en la lista negra de "personas no gratas para el régimen por la defensa de la cultura vasca" siendo sometidos al destierro.
Oyarzabal, a pesar de todo, se sintió un privilegiado al igual que el resto de 14 clérigos que salieron durante aquel estado de excepción en el País Vasco, ya que el Obispo dio orden de que los pueblos a los que llegaran estos sacerdotes fueran acogidos en sus parroquias.
Él al ser sacerdote franciscano fue acogido en nuestro convento.
Aún recuerda como fue aquella llegada a Córdoba ya de noche acompañado por la Policía Nacional, su noche en comisaría y su llegada a la mañana siguiente a Fuente Obejuna donde se sintió acogido con los brazos abiertos desde el principio.
Son vagos los recuerdos que tiene de aquel año, ya que entre su despiste y su despego le resulta difícil, pero sí que recuerda al Padre Andrés y a otro franciscano mayor con un delicado estado de salud, quienes lo animaron a seguir ejerciendo el sacerdocio en una época cargada para él de desencanto en la que quería romper con todo, tanto con el régimen como con la Iglesia.
Durante su estancia en Fuente Obejuna ejerció como coadjutor en las Eucaristías y dio clases de historia y de religión en la academia. Recuerda que sus alumnos siempre se sintieron sorprendidos ante su forma de impartir clases de historia, prescindiendo de mitos y haciendo hincapié en la cruda realidad de los hechos históricos.
Estuvo muy integrado durante aquellos seis meses, incluso salió y aprendió a tomar finos con una amplia cuadrilla de amigos que hoy serán sexagenarios.
En su mente vaga el recuerdo de una familia que era propietaria de tierras de olivares con la que en más de una ocasión colaboró en la recogida de aceitunas.
Por aquel entonces, me contaba que tenía que firmar diariamente a la Guardia Civil, de hecho llegó a coger amistad con un teniente hijo del cuerpo que ejercía de comandante con quien congenió muy bien y mantuvo tertulias de políticas y otros temas que eran del interés de ambos.
Durante la Navidad de aquel mismo año 1969 en que llegó a nuestro pueblo recibió su carta de libertad.
Alejandro tenía una cuenta pendiente con Fuente Obejuna, quería visitarla algún día y eso fue precisamente lo que hizo el pasado martes 7 de abril aprovechando que se encontraba en Málaga junto a su compañera actual que tiene una hija viviendo en esta ciudad.
Tomó el AVE hasta Córdoba desplazándose posteriormente en autobús hasta Fuente Obejuna donde volvió a recorrer nuevamente sus empedradas calles y a tomar vinos finos COBOS reviviendo y recordando sus vivencias pasadas en nuestra tierra.
Actualmente Alejandro es un jovial y feliz jubilado mileurista de 73 años tras décadas trabajando en publicidad de la prensa vasca. Es igualmente padre de 3 hijos y abuelo de 4 nietos y como buen inconformista separado y con una nueva compañera sentimental.
La Divina Providencia hizo que coincidiera con este atento señor que me contó y transmitió sus recuerdos de aquella corta pero intensa y feliz estancia en Fuente Obejuna de tal forma que me hizo también revivirlas a pesar de que aún faltaban 2 años para que yo naciera.