3 de noviembre de 2013 | Tania Aroca Castillejos
Promocionemos nuestra salud
DEBEMOS EXIGIR A NUESTROS REPRESENTANTES POLÍTICOS PLANES O ESTRATEGIAS PARA IMPEDIR EL DESARROLLO DE ESTAS ENFERMEDADES
Como dice la canción: “Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor”, hasta la fecha desconozco las dos últimas así que voy a intentar ceñir mi opinión en la primera, un tema que a prácticamente todo el mundo le preocupa: la SALUD. Y si nos preocupa es porque día a día vemos aminorada nuestra salud y la de los que están a nuestro alrededor, observamos como muchos síntomas o enfermedades nos provocan malestar y por ende una reducción considerable de nuestra calidad de vida, a veces incluso por desgracia la muerte. Pero, ¿es esto evitable o forma parte de una conspiración divina?
Cuando hablamos de prevención, no sólo lo hacemos de sistemas de vacunación para evitar enfermedades infecciosas, hay que insistir en la idea de prevenir enfermedades que son consecuencia de un medio ambiente insano, malas condiciones laborales y de estilos de vida poco saludables entro otros muchos factores. Hablamos de enfermedades, en su mayoría crónicas, que se están convirtiendo en un severo problema de salud pública con su correspondiente desgaste del “capital humano” y el gran coste económico que esto supone.
Hasta este punto quizá estemos de acuerdo en que podemos evitar muchos de nuestros males, pero para ello es necesario cambiar nuestro actual sistema de salud, siendo el Estado el que tiene el poder para hacerlo. Debemos exigir a nuestros representantes políticos planes o estrategias para impedir el desarrollo de estas enfermedades y potenciar a su vez los recursos de salud de la población, lo que se conoce como PROMOCIÓN DE LA SALUD, modelo que nuestro sistema sanitario ha adoptado muy tímidamente.
Es cierto que este cambio supone una inversión económica en investigación, programas educativos, proyectos para mejorar la calidad de vida de personas con enfermedades o en riesgo de padecer alguna, planes de detección precoz, ampliación de recursos de salud en el mundo laboral y otras tantas estrategias para afianzar un sistema cuya eficacia ya ha sido demostrada en otros países. Pero muchas de nuestras autoridades no están dispuestas a asumir tal “gasto”, pues en general les interesan más los efectos y beneficios a corto plazo (mucho mejor antes de los cuatro años). Será que han olvidado las consecuencias que a largo plazo tiene contar con una población sana e incluso han pasado por alto el gran ahorro sanitario que esto conllevaría, que olviden esto último ya sí que forma parte de una conspiración divina.
TANIA AROCA CASTILLEJOS