16 de enero de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez
En defensa de la sanidad pública
"CON LA AYUDA DEL VECINO MI ABUELO MATÓ UN COCHINO"
En el día de ayer una numerosa manifestación estimada en 20.000 personas, y constituida por profesionales sanitarios, y usuarios de la salud, recorrió la céntrica Avenida de la Constitución, desde el Palacio de San Telmo, sede del Gobierno andaluz, hasta las mismas puertas del Ayuntamiento hispalense, sito en la Plaza Nueva.
La “marea blanca” por la Salud Pública se hizo también presente en cuatro capitales andaluzas: Granada, Málaga, Sevilla, y Huelva,
En el caso de Sevilla discurrió sin incidentes, sin el habitual protagonismo de sindicatos y de partidos políticos, y festivamente armonizada por ingeniosos cánticos y eslóganes que hacían alusión a las carencias de nuestra sanidad pública, y a la ineficacia de una buena gestión.
En un colectivo tan poco dado a manifestarse, la de ayer fue una clara expresión de indignación, que deberían tomar en cuenta nuestros relajados dirigentes, en vez de forjar patrañas, y de mirar hacia otro lado.
Y es que, abundando en sus comentarios, el profesional de la salud teme que el "listillo" de turno juegue con su buena fe, y que se manipulen sus loables intenciones.
Un sistema público como el SAS, cuya dinámica ha requerido de tantos esfuerzos, y que tiene el orgullo de equipararse en calidad con los mejores, se ha visto deteriorado en los últimos tiempos por la ineficacia de sus gestores.
Ocurre como en uno de aquellos equipos en los que sobran “las figuras” que se pegan a la raya, mientras falta el personal de primera línea que recorre todo el campo; lo que afecta a un equilibrio que perjudica tanto a los usuarios, como a la dignidad de los buenos trabajadores.
Por razón de su cometido el trabajo de sanitario requiere de un gran esfuerzo físico e intelectual.
Las tareas que en otros tiempos se hacían de manera manual, y que actualmente se gestionan a través del ordenador, impiden la comunicación visual del profesional con el enfermo; y dividen la atención de éste entre la obligación de informar al paciente, y las dificultades que conlleva plasmar sobre la pantalla una clara y precisa redacción.
La importancia de unos cupos moderados se explicaría pues en función de que el médico pueda conocer y re─ conocer al paciente, al tiempo de ejercer una buena educación sanitaria que permita a su destinatario tomar unas buenas soluciones en el cuidado de la salud.
En una labor con tal grado de inmediatez la ocupación del sanitario no puede reducirse a un simple expediente cuya resolución pueda dejarse para otro día; particularmente con los niños, que no se dejan explorar como los adultos, que no tienen la capacidad de explicarse por sí solos, y que necesitan de la mediación de un familiar.
Si a todo a ello se añade el papeleo, la necesidad de atender a más de una consulta, por la falta del personal necesario, y la presencia de una parte de la población constituida por emigrantes, que no conocen bien el idioma; se entenderá que tal cúmulo de dificultades afecte a una buena praxis, y a las capacidades exigibles en todo buen profesional.
Con el nivel de concentración y de implicación personal que una labor de este tipo acarrea no es de recibo que el SAS no cubra las plantillas vacantes por jubilación, y que sature a los profesionales de los Centros de Salud acumulando pacientes y multiplicando las consultas.
Como bien decía la frase: "Con la ayuda del vecino mi abuelo mató un cochino".
Que mientras que hay profesionales muy válidos disfrutando de un despacho, y visionando “los mundos de Yupi” desde la pantalla de su ordenador otros, situados en primera línea de tajo, están condenados a echar el bofe.
Así, tanto en el terreno de la Sanidad, como en lo concerniente a Educación, no es extraño que la gente ría aquello de "Susanita tiene un ratón", y que toda una manifestación, emulando al genial Shakespeare, proclame a voz en grito que “algo huele a podrido en Dinamarca”,