Desde el Sur de Córdoba hemos de proyectar la mirada al Norte de nuestra
provincia, aunque sea de vez en cuando, y reconocer que este Norte también existe, y que ese labio erguido de la falla cordobesa de Sierra Morena forma parte de nuestra identidad como provincia. A veces, los sureños creemos que la demarcación territorial termina en la misma ciudad de Lucio Anneo Séneca.
En este norte de nuestra provincia se puso en marcha hace ya más de un lustro el primer Centro de Poesía Visual de España. Ubicado en Peñarroya-Pueblonuevo, en el Polígono Industrial "La Papelera", conocido ahora como "Complejo Eiffel", y compartiendo vecindad urbanística con el Museo Geológico-Minero, tiene entre sus objetivos ser referente a nivel nacional de esta modalidad artística, además de centro de documentación y catalogación de la poesía visual española.
La noticia de la inauguración del Centro en la prensa nacional, y al saber que su director era el pintor Francisco Aliseda, a quien conocí en Valladolid, hizo que me pusiese en contacto con dicho Centro y recobrase la antigua amistad con Paco Aliseda. Desde aquella fecha vengo interesándome mucho más por esta poesía no verbal que constituye un género propio y en cuya forma experimental la imagen predomina sobre el resto de los componentes. Una poesía muy relacionada con lo que es el Arte Postal. Además, como recibo puntualmente información de las actividades del Centro y las publicaciones que edita, mi actualización con los artistas que se mueven en esta disciplina y las orientaciones que dan a sus trabajos es continua.
Hemos de recordar que la poesía visual no fue inventada en el siglo XIX ni tampoco en las vanguardias que surgieron a principios del siglo XX, en la que el escritor cubista Apollinaire hace reaparecer este género con sus caligramas. Para algunos la poesía visual es tan antigua como la poesía escrita, y así se demuestra con la existencia de caligramas y otros poemas figurativos. Desde luego, el caligrama atribuido al poeta griego Simmios de Rodas (300 años a.C.) titulado "El huevo" es todo un referente. Este poema hay que leerlo alternando el primer verso y pasar luego al último, a continuación el segundo con el penúltimo verso y así sucesivamente hasta finalizar la lectura con el verso central. Un buen ejercicio visual y emocional (siempre que se sepa griego).

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