11 de marzo de 2010 | Daniel Solano Sújar
A ESAS MADRES
Este mundo en el que vivimos, cada día mas desarraigado, esto se nota mucho en las grandes ciudades, la indiferencia hacia el otro, la poca comunicación, ese mundo acelerado, nos lleva a vivir muy agitados, también hay que decir que la independencia a veces es muy positiva, en los núcleos mas pequeños el día a día y el contacto es mas familiar, a veces esas noticia que nos llegan a través de los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, uno se queda atónito, cuando al leer esa noticia de ese hijo o hija que en el ambiente familiar está produciendo altercados diarios, llegando a pegar a sus padres, esto últimamente está muy cercano, no sé que dirección llevamos en esta sociedad, pero creo que los valores humanos se están perdiendo muy rápidamente, ese desarraigo cada día es mas intenso en la vida de las personas, la falta de comunicación en el ambiente familiar hace que salten a esas paginas de los periódicos de este país ese gran problema.
Me crié con mucho cariño de mis padres, mi Madre y las madres de mis amigos de aquella época, no había mucho pero todo se repartía, me acuerdo las duras tareas de mi querida Madre, con cuatro hijos todos varones, eran tiempos de aquél jabón verde de lagarto, aquellos baños en aquellos barreños de cinc, y aquellos almidones para los cuellos de las camisas, esa casas siempre blanqueadas, esas idas y venidas a por el agua al pilarillo, antes de conectar la red sanitaria, esos cántaros en la cabeza y en el cuadril, esos duros esfuerzos en esos trabajos, para que nos faltara nada, en este caso mi hogar, mi querido Padre, trabajando sin desmayo para darnos todo lo que él podía, ¿Cuántas baldosas tuvo que hacer en ese trabajo de casa de David López en Peñarroya Pueblonuevo, junto al Excmo. Ayuntamiento de esa ciudad, para mas tarde acabada la jornada laboral, una vez cogida aquella maquinilla, llegaba a Belmez y entraba en los almacenes de materiales de D. Antonio Usero, a seguir con esa jornada hasta las once de la noche que llegaba a casa, ahí estaba mi querida Madre esperándolo para darle la cena después de esa dura jornada de trabajo, ese era el prototipo de multitud de casas en Belmez en esos años sesenta.
El duro trabajo de mi Madre era continuo pero el calor y el cariño que ponía en cada situación, hacia de ella esa mujer trabajadora espléndida, y muy cariñosa con todas sus gentes, Marcelina en el entorno de Belmez era muy conocida, era una mujer transparente y de trato agradable, me acuerdo cuando de pequeño nos quedamos mi hermano Ignacio y yo con mi tía Flora, ya que ella se fue con mi Padre y mis hermanos mayores a Alemania, sólo estuvo un año, pero que largo se me hizo, y eso que mi tía Flora sustituía perfectamente ese cariño de mi Madre.
Al llegar de vuelta al pueblo de esa experiencia emigratoria, traía regalos para todos mis amigos de las Casas Nuevas del Parque, como se le conoce en el pueblo, ella siempre tuvo esa sonrisa para los demás, fue una buena suegra, siempre quiso que nos casáramos con mujeres de Belmez, eso nos lo decía cuando íbamos creciendo en esta ciudad de Madrid, que mi padre eligió para emigrar después de los continuos cierres de los puestos de trabajos en nuestra comarca y me consta que fue muy feliz viendo como sus hijos siguieron ese consejo, ella siempre quiso mucho a su pueblo y gente, por esto en ese día que nos dejó, su pueblo acudió en su despedida, MARCELINA, era la Madre que todos tenemos y a las que debemos de cuidar mucho, ella nunca perdió sus raíces, ni su acento y su semblante de alegría era inmenso cuando tenía la oportunidad de hablar con alguien de nuestro pueblo.
Estuvo cinco años en la Residencia de Ancianos Nuestra Señora de los Remedios de Belmez, ahí dejó buenos amigos y amigas, dejando patente esa impronta de una mujer belmezana y una buena Madre que quiso mucho a sus hijos, nueras y nietos, ella se fue en silencio, sin hacer ruido, pero se quedó en mi corazón para siempre y en el de todos mis hermanos y familia D.E.P. Mamá.