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12 de diciembre de 2012 | Infoguadiato

Pérez Reverte Dedicado al Sr. Mas

GENIAL COMO SIEMPRE

Arturo Pérez Reverte
¿Y a mí qué me cuentan?. Quisiera que alguien me explique de una
puñetera vez qué pretenden decir con esa murga de "es que yo soy de
aquí, y no soy de allí" que le salta a uno a la cara cuando abre un
periódico, o enchufa la tele, o el arradio. Porque, a ver. ¿Dónde
diablos es aquí y dónde es allí? Y cuando se invoca un hecho
diferencial como si fuese palabra mágica, ¿estamos hablando de
diferencias con quién? Porque si de lo que se trata es de ser
diferentes, el de arriba firmante es tanto como el que más. Y a la
hora de plantear argumentos nacionalistas, paletismo local o factores
raciales e históricos no estoy dispuesto a dejarme achantar por nadie.
Puestos a ello, puedo ser tan poco español o tan cantamañanas como
cualquiera.
Porque vamos a ver. Si de lo que se trata es de marcar paquete, diré
que yo, por ejemplo, soy de Cartagena: una ciudad que tiene tres mil
años de historia y que podría abastecer de solera a media Europa. Fue
capital de la España cartaginesa, y capital de cada una de las cinco
provincias romanas de Hispania. Mis antepasados eran griegos, fenicios
y cartagineses; y cuando de jovencito me zambullía en el mar, sacaba
ánforas que llevaban veinte siglos allá abajo, enfrente de mi casa. En
cuanto a raza también soy distinto, porque mi RH positivo es
mediterráneo, antiguo y sabio. Y puestos a eso, me siento más a gusto
en un cafetín moruno de Tánger o bebiéndome un vaso de vino con
aceitunas bajo una parra griega, que en la Gran Vía de Madrid, El
Sardinero, Las Ramblas o la plaza mayor de Trujillo.
En cuanto a peripecias históricas, pues bueno. Mientras los
comerciantes, los campesinos y la gente de la iglesia y de la paz se
iban al interior - a Murcia- para esquivar las incursiones de los
piratas berberiscos, mis architatarabuelos se quedaron en la costa a
pelear. Y cuando la primera república, el Cantón de Cartagena se
autodeterminó por las bravas, acuñó su propia moneda, poseyó su
escuadra, y al aparecer las tropas centralistas no se desbandó como
una banda de conejos, sino que resistió seis meses a cañonazo limpio.
Y en lo que se refiere a lengua propia, cierto es que no hay una
nacional cartagenera; pero los críos, antes de tener uso de razón,
saben leer en las piedras inscripciones en latín. Y mucho podríamos
discutir sobre si decir: "deme sinco sentímetros de sinta de senefa
asul" o blasfemar con la barroca riqueza léxica del habla cartagenera
no es un hecho diferencial lingüístico de cojones...
En cuanto a agravios, para qué les voy a contar. Hoy, Cartagena es una
ciudad industrialmente desmantelada, deshecha por el paro, con menos
alternativas que un bocadillo de mortadela en Ruanda. A los
cartageneros no es que los hayan puteado histórica y sistemáticamente
el gobierno central, las monarquías austriaca y borbónica, la
dictadura franquista o los cien años de acrisolada honradez. A los
cartageneros nos han hecho la puñeta la administración fenicia, la
griega, la de Roma, la bizantina, los suevos, los vándalos, los
alanos, los visigodos, el califato de Bagdad, el de Córdoba, el Cid
Campeador, los reyes de Castilla, los de Aragón, Napoleón Bonaparte,
el general Martínez Campos, la primera y la segunda repúblicas, y todo
el que pasó por allí. Mis antepasados pagaron impuestos, palmaron en
la Invencible, Trafalgar, Santiago de Cuba, Filipinas, Annual. Y a
cambio, como el resto de los españoles, recibieron hostias hasta en el
cielo de la boca. Cierto es que fueron cómplices y actores en empresas
imperiales de la España centralista castellana. Pero cuando vas y
abres los libros de historia, compruebas que en cualquier batalla de
Flandes, en cualquier episodio colonial de América, en cualquier
aventura española en Nápoles, Sicilia, norte de África o
Constantinopla, los apellidos de los capitanes, soldados, marinos,
comerciantes y frailes eran también, y no pocos, vascos, catalanes,
gallegos, navarros, mallorquines y etcétera. En esta galera hemos
remado todos, y a todos nos han dado infinitas veces por detrás y por
delante. Aquí no hay víctimas de primera y de segunda clase, y sólo a
los muy canallas o a los muy imbéciles se les ocurre trazar líneas
divisorias con tan irresponsable arrogancia. ¿Diferentes? Claro que
sí. No sólo van a serlo tres o cuatro chantajistas bocazas. Aquí todos
tenemos motivos para piarlas, y cuando llueve se moja todo cristo. Así
que, para diferencia, la mía y la de la madre que me parió. A ver qué
se ha creído esa panda de gilipollas.
 

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