30 de noviembre de 2011 | Ana Saracho
¿«El muerto al hoyo y el vivo al bollo» o continúa la vida después de la muerte?
En el alma de cada uno queda grabado todo el comportamiento que tiene la persona, también todo lo que ha causado a otro ser humano, incluso a la madre Tierra o a los animales. Es decir, todo aquello que cada persona graba en su propia alma por medio de sus pensamientos, palabras, actos y sensaciones no se lo puede quitar sin más, ni siquiera alegando que ya no recuerda cómo o qué sucedió en el pasado. Después de la muerte, nuestra alma se lleva consigo tanto lo positivo como lo negativo, todo aquello que correspondió a su trayectoria como ser humano. No tiene ninguna importancia que la persona lo haya olvidado, pues todo lo que aconteció está grabado.
En la primera época después de morir, el alma se queda cerca o entre las personas que fueron sus allegados. Ella aún sigue viviendo en relación a su antiguo sistema de valores humanos y relacionándose con todo lo que fue su vida: hogar, seguridad, ganancias, prestigio, en resumen todo lo que fue importante para la persona. El alma no se puede desprender de ello sin más, pues el magnetismo respecto a los valores externos es aún intenso. Se podría decir que su vida pasada y su entorno hacen las veces de imán para el alma. De hecho las ataduras y problemas no resueltos con personas cercanas y familiares pueden convertirse ahora en un verdadero problema para el fallecido
Si el alma no se puede desprender de todo eso, permanece de forma invisible en el entorno que le es familiar. Y aunque le llegan impulsos relacionados con su evolución como alma, no los quiere admitir, ya que mueven en sí muchas cosas que como persona quiso olvidar, o que llegó a olvidar por completo y que ahora no quiere afrontar. Pero lo que introdujo en los lugares de registro, es decir, su comportamiento aún no resuelto ni perdonado, quedó grabado y ahora vuelve al alma de forma cada vez más nítida y comprensible. Lo que estaba olvidado se manifiesta ahora en diferentes sucesiones de imágenes, que le indican lo que ha de superar, es decir purificar para liberarse de ello y poder luego olvidar.
Estas sucesiones de imágenes se manifiestan en el alma de forma muy similar a como fue el sufrimiento, el daño y el dolor que por nuestro egoísmo o indiferencia causamos a nuestros semejantes. Estas imágenes que llegan son el grabado o trazado en nuestra alma que no podemos simplemente quitarnos de encima, sino que las viviremos y sentiremos en nuestra alma hasta que se las hayamos purificado. El dolor, tristeza, soledad, abandono, sufrimiento y preocupaciones que experimentaron otras personas por nuestra culpa, las sufriremos y padeceremos ahora nosotros mismos como alma en nuestro cuerpo anímico. Por eso Jesús de Nazaret enseñó en Su Sermón de la Montaña, que es el más valioso compendio para la vida en la Tierra, la siguiente frase: “Haz las paces cuanto antes con tu adversario mientras vayas con él aún de camino, no sea que tu adversario te entregue al juez y éste al alguacil y te encierren en la cárcel”