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31 de octubre de 2018 | Carlos Serrano

Mes de difuntos

“Cementerio” y “necrópolis” tienen significados totalmente diferentes y opuestos, como diferentes son los conceptos de “vida” y “muerte”. Con la llegada del Cristianismo un grito de Libertad en el presente se deja oír de Oriente a Occidente, de Esperanza en el futuro y de Victoria sobre la muerte. Éste es el profundo significado de la palabra “cementerio”.
La práctica religiosa de honrar a los muertos es tan antigua como la misma humanidad- En muchas culturas y lugares del mundo era costumbre dedicar un día al culto de los espíritus de los antepasados, coincidiendo, desde épocas remotas, con el inicio del mes de Noviembre. La práctica de enterrar a los seres queridos que fallecían, se remonta a los Neandertales. Podemos afirmar que el culto a los muertos es uno de los rituales más antiguos de la Historia Humana, movidos todos por el sentimiento de dolor ante la pérdida del ser querido y el deseo de honrarle. El lugar donde se depositaban los cadáveres ha recibido diferentes nombres, destacando el de “necrópolis” y “cementerio”,
El término “necrópolis” es una palabra compuesta derivada del griego (nekros – muerte, y polis – ciudad). Es decir, la “necrópolis” es “La ciudad de los muertos”. Éste nombre de necrópolis se mantuvo largo tiempo, en concreto hasta la aparición del Cristianismo. La palabra necrópolis, hoy día, la oímos repetidas veces cuando oímos hablar acerca de los descubrimientos arqueológicos de tal o cuál lugar, constituyendo una fuente de conocimiento para saber cómo vivían en épocas pasadas de la Historia Humana, qué costumbres tenían, cuál era su religiosidad….
Con la aparición del Cristianismo, hace más de veinte siglos, el lugar donde se depositan los cadáveres de los fallecidos, pasa a llamarse “CEMENTERIO”. Es una palabra de raíces griegas, derivada del término griego “Koimetérion”, cuya traducción y significado sería el de “lugar de descanso”, es decir, “dormitorio”. Los cristianos de los primeros siglos, en su inmensa mayoría, creían firmemente en la “parousía” o “II venida” inminente de Cristo a la Tierra, cuando se manifestará con todo su poder y gloria (en contraposición con la 1ª venida en humildad). Ésta segunda venida de Cristo constituirá el “final de los tiempos”.
Ésta creencia de muchos cristianos, acerca de la “venida inminente” de Cristo, es de destacar que nunca fue enseñanza oficial, ni de los Apóstoles, ni del Magisterio Oficial de la Iglesia. Ésta creencia general está fundamentada en numerosos pasajes evangélicos, y constituye el acontecimiento más esperado al final de los tiempos, cuando Cristo vendrá sobre las nubes (símbolo de realeza), con todo su poder: “…Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria….levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”, (Lc. 21,27).
Ésta Fe en la II venida de Cristo y Esperanza en la resurrección al final de los tiempos, es el fundamento de la creencia en que la muerte física es sólo el paso de la vida terrena a la vida definitiva, y el lugar donde se depositan los cadáveres se entiende como lugar de reposo o descanso, a la espera de la Resurrección Final. De aquí la concepción de “Cementerio” como lugar de reposo y espera hasta la II venida de Cristo.
Dos hechos, narrados en los Evangelios, corroboran ésta misma enseñanza. En JUAN 11, 1-45 se narra el muy conocido milagro de la Resurrección de Lázaro. Todos conocemos la historia. Lázaro, hermano de Marta y Mª Magdalena, amigos de Jesús, había fallecido cuatro días antes Una vez se lo comunican a Jesús, Éste responde: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido y voy a despertarlo” (Juan 11,11). El resto de la historia lo conocemos, Jesús marcha a Betania, ordena que le abran el sepulcro, y con voz poderosa y potente exclama: “…Lázaro, sal fuera!...” (Juan 11,43).
El segundo pasaje donde aparece la misma idea y fundamento, se encuentra en Marcos 5, 21-43. Aquí se narra la muerte y resurrección de la hija de Jairo, principal de la sinagoga, cuya hija de 12 años se encuentra gravemente enferma. Jairo pide a Jesús la visite y cure. Se ponen en camino. A su llegada a casa de Jairo, la niña ha fallecido, y ante el dolor y llanto por la fallecida, las palabras de Jesús: “… ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino que “duerme”.
En ambos casos, Jesús es consciente del valor de la vida frente a la muerte. Sabe que el alma de Lázaro, de la hija de Jairo o de cualquier persona, no muere, sólo reposa a la espera del momento de la resurrección en la segunda venida de Jesús.
Mención especial merece la concepción de la muerte en la mentalidad religiosa y costumbres del antiguo Egipto. Para ellos, la creencia en “el más allá” trasciende la vida de todo egipcio. Conciben la muerte como un alargamiento de la vida terrenal, incluso casi con las mismas necesidades materiales, por lo que los vivos deben preocuparse de la preservación física del cuerpo del difunto para que el espíritu pueda entrar y salir libremente de ambos mundos, y pueda disponer de todo lo necesario para su conservación. Por ello, los vivos se preocupan de su momificación (intentando detener la putrefacción del cuerpo), alimentos (para no perder fuerzas) y bienes suficientes para poder pagar al barquero que, en su constante remar, atraviesa el lago que separa de la vida eterna. Los pasos que seguían en sus funerales, son de todos conocidos: Duelo en casa del difunto (con asistencia de plañideras), procesión funeraria de la momia (llevada a hombros de familiares y amigos), colocación de la momia en la tumba (el hijo primogénito era el encargado de iniciar los rituales funerarios), colocación de ofrendas (más o menos ricas, dependiendo de la riqueza del fallecido). Creencias en un “más allá” muy peculiar.
Yo me apunto a la concepción cristiana de la muerte. Prefiero reposar en un “cementerio” con la esperanza puesta en la resurrección final.
 

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