3 de enero de 2018 | Daniel García Gallardo
En mi memoria

Cuando entablamos una conversación referente a cosas del pasado, es difícil que no salgan a colación pasajes de nuestra infancia, siendo muy socorrido aquello de: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero esa idea se hace aún más poderosa, cuando los recuerdos infantiles se refieren a momentos felices y situaciones que impregnaron nuestro cerebro cuando se encontraba ávido de conocimientos y nuevas experiencias.
En mi memoria, quedaron guardados para siempre momentos vividos durante la niñez, pre adolescencia y adolescencia que, poco a poco, fueron transformando al hijo de un matrimonio campesino, en alguien que, aunque orgulloso de su pasado hoy, decidió en su momento, que no quería que los años de su vida transcurriesen en el campo trabajando desde poco antes de la salida del sol, hasta la puesta del mismo tal como hacían sus padres.
Como les ocurría a los hijos de agricultores en aquella época, la simple visita al pueblo, recuerdo, me parecía una ventura maravillosa, aunque al mismo tiempo, me acompañase la sensación de inseguridad que produce el tener que desenvolverse en un mundo desconocido y con personas que consideras superiores en conocimientos y residentes en una esfera social mejor que en la que te desenvuelves tú.
El pueblo tal como se encuentra hoy, apenas permite hacerse una idea de cómo era a finales de los años sesenta del pasado siglo, en aquella época, se encontraba en plena ebullición. Aún no había comenzado el declive que se iniciaría en los setenta.
Había trabajo prácticamente para todos, no solo en las minas (la gran riqueza de la comarca), también en las Fabricas de Productos Químicos, Yutera, Fundición de Plomo y otros talleres, situados tanto dentro como fuera del Cerco Industrial, aunque se comenzaba a vislumbrar lo que sería la decadencia que conduciría a su desmantelamiento. Pero voy a situar mis recuerdos en una época anterior, cuando “El Cerco” se encontraba en plena actividad y la Vega del Rio Guadiato, era un vergel lleno de huertas que surtían, casi por completo, de frutas y verduras el mercado (“La Plaza”, como era conocido vulgarmente por todos). Por entonces, compuesto por las dos plantas que aún conserva, pero por entonces, ambas se dedicaban a la venta de productos de consumo humano.
La superior, era ocupada, casi en su totalidad, por el pescado, la carne y casquería (con algún puesto de venta dedicado a la verdura). En la inferior se ofertaban infinidad de frutas, verduras y tubérculos, casi todos procedentes de las huertas de la zona. Oferta que se completaba con naranjas, limones, acelgas y espinacas procedentes, en su mayoría, de la zona de Murcia o Valencia, que llegaban casi a diario en los camiones de la empresa de transporte ubicada en nuestro pueblo: “Bernabéu”.
El suministro del mercado, se completaba por mediación de otra empresa de la población, conocida como “Los Machucas”, que mayoritariamente se dedicaban al transporte del pescado diariamente desde Madrid. Y, aunque, también transportaban frutas y verduras, el pescado de calidad que se vendía, es lo que ha quedado grabado más vivamente en mi memoria.
Son múltiples los recuerdos que, de aquella época dorada de mi infancia, pese a las estrecheces económicas de la familia y dureza del trabajo en el campo, atesora mi memoria y que, si la Dirección de “El Periódico” lo considera oportuno, iré desgranado en estas páginas. Sé que puede que no se considere interesante lo que de aquella época guardo, pero para mí constituye un placer, al mismo tiempo que los recuerdos fluyen en mi memoria, poder plasmarlo por escrito.