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15 de marzo de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Quo Vadis?

“No hay mal que por bien no venga”, dice un dicho popular

El violinista en el tejado. Si yo fuera rico
En mi caso concreto el malestar del “jubilado” lo procuro paliar con una sesión de bailes latinos, con una cerveza entre amigos, y con la aventura de “cultivar” mi ocio, como quien cuida de sus macetas: unas gotas de cine, unos brochazos de pintura, unas notas musicales para que las flores se enternezcan…

La misma tarea que hace la gente de mi edad, pero con menos soltura, aplicada al manejo del wassap, del book, y a la alta tecnología que proporciona Internet.

Atenta al desarrollo personalizado de su público, y a su cultura comercial, que no es delito el interés, la Obra Social de la Caixa ha abierto en Sevilla una gran sala de arte.

En estos días “Caixa Fórum” muestra dos interesantes exposiciones: la dedicada al barcelonés Hermen Anglada─ Camarasa, y a su pintura de brillante colorido; y la colección de retratos de artistas contemporáneos que lleva por título “¡Mírame!”.

Aun no siendo catador de arte moderno, no se me oculta el alcance que encierra; y así en el catálogo de “¡Mírame!” se apunta que las obras expuestas “muestran múltiples posibilidades de crear imágenes sobre la condición humana y la compleja noción de identidad”.

Lo que en otro tiempo se llamó Fisiognomía, que no es otra cosa que “seleccionar” un conjunto de rasgos físicos y presentarlos como una imagen distorsionada en un espejo de feria, es lo que estos artistas exponen a la mirada del espectador.

Los atributos que muestran los distintos personajes, son el principal requisito que ofrece aquella importante colección de figuras, “retratos y otras ficciones”.

Grandes anatomistas, como Leonardo Da Vinci, o como Alberto Durero, ya hicieron pedagogía del cuerpo humano en estampas, y grabados de época.

Sociólogos y caricaturistas se encargaron de “retratar” al ser humano, y su entorno, como “Diablo Cojuelo” que sobrevolara los tejados de la ciudad, o como un Pepito Grillo que se mostrara crítico con nuestra mala conciencia.

Caricaturistas de renombre fueron los franceses Honorè Daumier, y Guillaume Sulpice Chevalier; los ingleses James Gillray, y William Hogart; el norteamericano Thomas Nast; el alemán Heinrich Kley; y los hermanos Bécquer, entre los más destacados artistas españoles.

Y ya en la época actual humoristas de trazo propio, que crearon escuela; así los adscritos a las revistas “Hermano Lobo”, y “La Codorniz”: los Miguel Mihura, Antonio Mingote, “Tono”, “Peridis”, “Forges”, “Chumy Chúmez”, etc…

Humoristas de raza a los que el poder de los títeres no pudo imponer su ideología, ni a base de cachiporra, ni a fuerza de talonario:


─ “Sillín es a sillón, como cojín es a X. Y me importa tres X que me cierren la edición”.



Que si la obra de arte es buena, se le acaba entendiendo todo; y si mala, deja al pairo las greñas y las miserias de D. Pantalón, en todo lo que tiene de falsario.

Verdad es que la historia se repite, y que apenas si hubo un superficial arreglo.

Que cualquier humorista de hoy podría sacar tajada de la noticia ocurrida hace ya más de cien años.

Así la publicada en “El Alabardero”, que remite al lector a un suceso ocurrido en 1874.

Un joven, recién salido de la Universidad, consigue plaza de Relator en la Audiencia de Manila, gracias a un expediente “ficticio”, creado “ex profeso” para él, y a la “experiencia” aportada por su partida de nacimiento, que no es otra que la de un hermano fallecido “veinte años antes de su nacimiento”.

Qué gran cosa es la familia. Díganlo si no es así los Chaves, los Guerra, la familia de la calle Génova, o la saga familiar de los Prescott, que protagonizara la gesta de “La conquista del Oeste”.

Díganlo para su gloria los chicos de “La Ponderosa”, los hermanos Cartwright, que cuidaron de su padre que no le faltó ni un mal puro, ni un buen carro “Chevrolet”.

Y es que en toda película, lo mismo que en toda buena caricatura, se encierra una pequeña doctrina que nos habla de actitudes, de ideologías, y de muy distintas situaciones.

La sola mención de uno de aquellos títulos ya le sugiere al pueblo llano un gracioso símil con la realidad; así, un periodista extremeño confundió a los Monago, Celdrán y Vara con “El bueno, el feo, y el malo”.

─ “El chico”, de Charles Chaplin, resulta ser para muchos ese “chico para todo”, merecedor de una estupenda propina que cubra gastos “de por vida”. O sea…

─ “Octubre”, de Sergei M. Eisenstein, representa para cualquier documentador serio, la mentira histórica de quienes no piensan sufrir el látigo, las checas, y los campos de concentración.

─ “Don Diego Corrientes”, de José Bush, es el teatrillo gracioso de los ladrones “populares”, esos “santos patrones” de la “quimera del oro”, a quienes sus fieles justifican el delito, y a los que presta su figura el “guapo” actor Rodolfo Valentino.

─ “El gabinete del doctor Caligari” es, para los que vemos sin pestañear las noticias de la tele, el paraíso del enredo; el oscuro mundo del “interés por rédito, y por tiempo”; el kafkiano aparato del estado; los “sopistas” de la sopa boba, y de la carne de contribuyente.

─ Y “Quo vadis?”. “¿Y a dónde voy que no moleste?” es la cruz amarga del desorientado; del que no sabe qué dirección tomar, y deja que le marquen el camino con miguitas de pan, a ver si por un casual canta el gallo.

Como aquel estudiante novicio del cuento, que se olvidó de su pregón y procuró salir del apuro con no pocas “artimañas”:


─ Vosotros, señores, sabéis lo que quiero decir.


Dijo uno de los que allí estaban:


─ Señor, dellos lo saben y dellos no.


Respondió él:


─ Pues los que lo saben díganlo a los que no lo saben, y así lo sabréis todo.


Y el sabiondo de marras se bajó del púlpito, se abrochó los pantalones, y se puso a dar abrazos a todos los que allí estaban.


***


En el paseo marítimo de Matalascañas, en uno de esos quioscos dedicados a la venta de refrescos y de helados, figura la siguiente pintada hecha a mano: “Venganza Anunciada y Cumplida”.

Por lo desierto del lugar, que sólo goza de “vidilla” en los meses de verano, es improbable que el anuncio se corresponda con una guerra “anunciada” entre bandas callejeras, como las que escupen amenazas con pasos de baile, y a ritmo de palillos.

Infiero por tanto que el conflicto debe ser entre el Ayuntamiento de Almonte, feliz adjudicatario del término municipal, y el beneficiado de tan pequeña concesión.

En un primer momento me pregunté si el graffitero no podía haber depositado su “caquita” en un sitio menos público, que no molestara al paseante, y al sufrido ciudadano.

Luego me dije a mí mismo si aquella mala “pintada”, no era para el perjudicado el único modo de expresión.

Confieso que no soy persona que guste dar pábulo a las noticias que desconozco; y menos si las recibo a través de Internet, o en una de esas cadenas que convocan a la puerta del Ayuntamiento, para pedir la supresión del Impuesto de Sucesiones.

Pero también soy contrario a esa forma de “elitismo” con la que se mueve el poder.

Me explico ─ y a tal grado de estupidez llego─ que mi “asesor” económico, el ángel “custodio” del banco, se empeñe en engañarme; aunque en ocasiones me obligue a decirle que sus expresiones son “lírica pura”, y enredos poco fiables.

Pero que no lo haga quien tiene la obligación de no mentir, de mostrar al “pagano” las cuentas claras, se convierte para mí en el más estomagante pecado “de omisión”.

¿Somos tontos los ciudadanos para no entender lo que “un buen comunicador” nos dice?

¿O acaso no les trae cuenta explicar las cosas bien? Que después del uno, viene el dos…

¿Qué pasa con el tema de los avioncitos espías, y de las valoraciones catastrales que tanto critica un programa de Canal Sur, y que aún sobrevuela los tejados de los pueblos?

¿No es un robo a personas mayores que no saben defenderse? ¿Y no es un robo a quienes intentan defenderse, desconociendo la ley?

¿O es que es que no se creó “la función”, ni se formó al funcionario con el ánimo de ayudar al contribuyente?

¡Hartito estoy de tantísimo descaro, y de tanto latrocinio!

¡Que no nos vais a dejar ni un mal plato de lentejas, para que se lo coman nuestros hijos!

Hace tan sólo unos días que entraron a robar en mi casa, rompiendo la puerta de entrada.

A la hora de firmar la pertinente declaración ante la Guardia Civil, el agente me advirtió de lo que firmaba: que aquel papel tenía las horas contadas, y que a partir del tercer día se archivaba la declaración.

Y no existiendo el delito, nada podría inquietarnos: ni a los sufridos contribuyentes, ni a los representantes de la ley, ni a los chorizos que roban, ni al político de turno…

¿No tienen acaso los partidos sus devotos escondidos tras las Redes? ¿Y no son capaces, acaso, de sostener en pie el Olimpo si su religión así lo exige?

¿No cuenta el pastor del rebaño con los suficientes perros de presa que faciliten su labor?

¡Los ciudadanos honrados estamos más solos que la una!

¡Me declaro “disolvente”!

¿Cómo el culpable de todo es sólo el perrito de lanas del cuento; el que “se salta la valla, se caga en la pradera, y se limpia el culo con la bandera”?

¿Cómo no va la gente a acudir el próximo día 21 a las puertas del Ayuntamiento? Así caigan rayos y centellas.

Yo iré por esas mismas razones por las que no les importa dejarse morir a algunos.
Iré hasta allí por puro asco…
 

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