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7 de febrero de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez

…Del rosal de la ausencia

─ ¿Cómo se declara el acusado? ─ Con flores… soy bastante tradicional. (Chiste de Internet)

…Del rosal de la ausencia
Los wassap y los tuits tienen eso, que en las contadas ocasiones en que nos topamos con un comentario acertado, con una frase bien hecha, o con un chiste con punta, se le alegran a uno las pajarillas.
Semejante forma de comunicación tiene toda la inmediatez del anuncio publicitario, ése que leemos casi sin querer mientras conducimos el coche a ciento veinte por hora; y la comodidad del eslogan, que nos brinda el mensaje hecho papillas, y previamente digerido, para que no se nos olvide.
Por contra, tienen el inconveniente de que no es fácil encontrar en ellos las razones más apropiadas, los argumentos más sólidos, la pasión incontenible, y todas esas bondades que se perciben en el tono amable y familiar de un poema, o de una carta; y que nos hacen sentirnos bien, y poco maleados por quienes tienen en sus manos el poder de manipularnos.
Epístolas y poemas… Letras amigas que se mezclan al azar en el catón de los recuerdos:

─ Cartas
─ rosas del rosal de la ausencia ─.
Cartas
─ versos que escriben las manos con que sueñas ─.

Tales palabras escribió en el primero de sus poemarios la poetisa Gloria Fuertes García, de quien hace tan solo dos meses se cumplió el décimo aniversario de su muerte.
Y por si fueran pocas las voces que ensalzaran su figura aquí añado yo la mía para cantar a esta “isla ignorada”, amiga de los niños, de los mendigos, de los gatos…; que de tan sola que estaba se escribía cartas “a mí misma”:

─ Pienso mesa y digo silla,
compro pan y me lo dejo,
lo que aprendo se me olvida,
lo que pasa es que te quiero.
La trilla lo dice todo;
y el mendigo en el alero,
el pez vuela por la sala,
y el toro sopla en el ruedo.
Entre Santander y Asturias
pasa un río, pasa un ciervo,
pasa un rebaño de santas.
pasa un peso.
Entre mi sangre y el llanto
pasa un puente muy pequeño.
y por él no pasa nada,
lo que pasa es que te quiero.

“¿Que le niegan el pan y la sal las “mentes privilegiadas” de este bendito país? Pues mal hecho; que luego vendrá el tío Paco con las rebajas, y algunos querrán que el ruinoso negocio de la educación lo rescate bajo andas la “Estimada Señora Elena Francis”, con su magistral pedagogía; o sacarle punta a las pajas con una de esas asignaturas marías, que sólo sirven para distraer la atención del personal, y para enchufar a los veintitantos que somos de familia.
Por lo que a mí respecta confieso que echo de menos uno de esos rótulos callejeros, uno de esos magníficos premios que tan alegremente se dan entre amigotes, que valoren una personalidad de la talla y envergadura de Gloria Fuertes, capaz de formular en una carta, o en la pequeña estructura de un poema, todo un tratado de la pasión.
Un texto el suyo escrito con alma, con la difícil sencillez con que se expresan los niños; que transmite la vocación de quien gusta del juego limpio, y de las cartas boca arriba:

─ Aquí me tienes Pedro,
en este extraño mundo,
en donde ni siquiera
los ricos son felices.
Ya se han inventado las locomotoras,
las vitaminas y la leche en polvo.
Cambiamos de gobierno y nada se mejora.
En el solar de enfrente
han hecho un conventillo
donde las monjas oran por nosotros,
─ en el jardín tienen manzanas que no pueden comer─.
Mientras en Madrid quede un organillo…
Tus volúmenes de ética los vendí en la postguerra
y tan sólo conservo tu reloj de papel.
Los chicos han crecido y quieren ser actores.
María se ha casado y Gloria escribe versos.
Yo tengo una bronquitis que me acerca a tu lado,
hasta pronto te digo, adiós abuelo Pedro.

Porque con tanta letra pequeña, querida amiga, con tanta banalidad impuesta a golpe de decreto, y con tanto ripio y eslogan, llegará el día en que ni nuestros propios hijos nos reconozcan; en que aquellas hermosas cuatro hermosas “reglas” con que les regalamos, y con las que nuestros padres nos aleccionaron de por vida, se conviertan para ellos en una envenenada herencia, imposible de disimular en un ejercicio circense; en que dos palabras y media basten para comunicarnos con quienes son, han sido, y serán, la razón de nuestras vidas:

─ Querido hijo, sin novedad en el frente. Stop. La familia sigue en pie. Stop
Tu estancia en Honolulú, por motivos de trabajo, tómala como un premio a tanto esfuerzo. Stop.
Que ahorres para volver, suponiendo que te sobre. Stop.
Y la recomendación de siempre: Que nada, ni nadie, te fuerce a dejar de ser lo que eres, una magnífica persona. Besos.

Y al redactar esas cartas, al evocar esas “rosas del rosal de la ausencia”, muchos dejaremos un hueco libre en el papel para que lo rellene Gloria con lo más hermoso de su poesía.
 

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