25 de octubre de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez
¡Pásale el balón a Dani..!
─ “SOMOS UNA HUMANIDAD FRÁGIL Y ASUSTADA QUE CAMINA EN LA NIEBLA, CASI SIEMPRE SIN BRÚJULA.” (PILAR RAHOLA)

De haber sabido el joven ciclista el tremendo afecto que aquellos niños le tenían, y el grado de confianza que tan inocentes ojos habían depositado en él, es probable que, en una de aquellas memorables llegadas del pelotón a la línea de meta del Llano, hubiera dejado a un lado la bici para darles la mano de uno en uno, y para así proclamar el triunfo de la amistad.
De haber sabido el delantero centro Parrilla la alegría con la que aquel chico celebraba sus chilenas, sentado cual privilegiado espectador en la rama más alta de un pino, es más que probable que tras una de sus piruetas se hubiera vuelto hacia él para dedicarle un gol:
─ “Son dulces ventanas de los corazones
los ojos, que guardan luz desconocida;
a los claros ojos, como a dos balcones,
asomada el alma ve pasar la vida.” (Salvador Rueda)
En fechas recientes, y en un programa de “Canal Sur” dedicado a la promoción musical de jóvenes intérpretes, el locutor preguntaba a una de aquellas sufridas perdedoras si tiene algo más que añadir; y la niña, comprendiendo al instante que “se canta lo que se pierde”, y que hay más belleza en la pérdida que en la ganancia, sólo atinaba a responder:
─ "Sí, quiero decir que Viva el Betis..."
En su condición de pregonera del Domund 2016, decía Pilar Rahola que “vivimos tiempos convulsos, que nos han dejado dañados en las creencias, huérfanos de ideologías y perdidos en laberintos de dudas y miedos”, y que admira “profundamente la elevada transcendencia que late el corazón de los creyentes”.
Creyentes que, como niños, ven en toda forma de belleza una sombra de ese paraíso que sus volatineros espíritus se esfuerzan en delinear:
─ “Cuando en las ciudades ─y en los campos de la civilización─ se van borrando las huellas del pasado, es cuando los hombres trazan y delinean en su espíritu el plano efectivo de sus recuerdos, y en su espíritu levantan la ciudad intemporal de la cultura”.
Las palabras de D. José María Izquierdo ─ destacado ateneísta, y fundador de la Cabalgata de Reyes Magos de Sevilla─, me vienen como anillo al dedo para destacar la labor informativa de D. Daniel Solano Sújar ─ “Dani” para sus amigos─, un belmezano de honor que ve en el mundo del deporte todo un tesoro de virtudes, y una escuela de enseñanza.
Con una constancia encomiable ha conseguido este hombre hacer de las páginas de este diario donde todo un álbum de cromos de las más destacadas personalidades del fútbol local, señalando en cada uno de aquellos hitos de nuestra infancia una destacada virtud, como suelen hacer los grandes speaker de algunos estadios de fútbol.
Como el bético Manuel Melado, inventor de esa apasionada fórmula con la que se abre el juego en el estadio “Benito Villamarín”, llevando al público en volandas, al compás de las palmas de tango:
─ “¡Béticos del Universo… Pedazo de Betiii!”
Para así expresar, en un tono elevado, y muy poético, su particular elogio a cada uno de los gladiadores que en ese día tan especial pisarán la arena, para luchar noblemente por sus colores, y brindar una alegría a la “afición”:
─ “La finta y el sprint… Joaquín.”
─ “Con el número 4 es seguro y exquisito… Juanito.”
Y retomando las consideraciones que nos regala a manos llenas “Jacinto Ilusión” llegamos a la conclusión de la importancia del juego en la conformación de una cultura; que “en las irradiaciones del juego y del arte el crear tiene mucho de inconsciente, y la recreación mucho de inmanencial”:
─ “Es que al jugar nos hacemos más pequeños, nos infantilizamos, y por lo mismo nos hacemos más ingenuos y confiados; y es que al crear nos engrandecemos, nos elevamos, nos salimos de nosotros mismos para que el Verbo hable con nosotros. Y cuando la quimera nos acaricia con su aleteo, nos entregamos por entero a ella, y somos envueltos, anonadados en el vórtice infinito de la vida del gran todo”.
Palabras que evocan, como diría Julio Cortázar, aquel juego de “la rayuela”, en que el jugador salta sutilmente desde la tierra hasta el cielo.
…
Son muchos los óleos, libros, relatos, artículos y poemas que toman por referente el deporte, y muy particularmente el llamado “deporte rey”.
Destacan en este punto los atribuidos a escritores españoles de la talla de Rafael García Serrano ─ “El domingo por la tarde”─, Josefina Carabias ─ “La mujer en el fútbol”─, Evaristo Acevedo ─ “Carta a un hincha”─, Miguel de Unamuno ─ “Un partido de pelota”─, Enrique Jardiel Poncela─ “El once de Amaniel”─, Rafael Fernández─ Shaw ─ “Fútbol”─, Camilo José Cela ─”Once cuentos de fútbol”─, José Antonio Zunzunegui ─ “Chiripi”─, y Wenceslao Fernández Flores ─ “De portería a portería”─, entre otros.
Y así mismo poemas, como la “Oda a Platko” que Rafael Alberti dedica a un portero húngaro del Barcelona; y la “Contra oda”, que escribe el vasco Gabriel Celaya, en defensa de los jugadores de la Real Sociedad que perdieron aquel partido, y de lo que considera que fue una mala interpretación de los hechos por parte del poeta del Puerto de Santa María, y un robo descarado por lo que respecta al árbitro.
A la transcendencia de la música de Carlos Gardel, y a la pasión con la que los argentinos viven el fútbol, está referido un relato de Mario Benedetti que a mí particularmente me encanta, y que lleva por título “Cambalache”.
…
En aquellos tiempos en que estaban de moda las películas del Oeste, los folletines de radio ─ patrocinados por la Leche Condensada “La Lechera”─, y “El Caso” ─ semanario de sucesos morbosos, y de crímenes espeluznantes─, los periódicos deportivos cantaban las gestas solitarias de nuestros ciclistas ─ Julio Jiménez, Bahamontes…─ , la fuerza de nuestros mejores fajadores en el terreno de la lucha libre, y la agilidad y el “punh” de grandes boxeadores de la altura de Pedro Carrasco, José Legrá, Miguel Velázquez, y José Manuel Urtain, entre otros.
Libros como “Martin Eden”, y relatos como “Bistec”, “El Mexicano”, y “El combate”, surgidos de la pluma de Jack London, daban buena cuenta de la extraordinaria dureza de este deporte, hijo del hambre y de la necesidad, y en el que un “knock out” suele echar a rodar por los suelos las ilusiones de toda una vida.
Historias de este calibre servirían de inspiración al victoriano Ignacio Aldecoa para escribir un libro de relatos sobre el mundo del boxeo, titulado “Neutral córner”.
De la extraordinaria afición de su marido por este deporte escribió en su momento Josefina Aldecoa:
─ “Ignacio amaba el riesgo y encontró en el boxeo una representación de aquella que dijo Saint─ Exupery, y que él compartía, acerca de que lo que mide a los individuos son los obstáculos a que han de enfrentarse. Cuanto más peligro haya en flanquear estos, más fascinante es lo que les ocurre.”
Era por aquel entonces cuando en el terreno deportivo los periodistas aún encarecían la épica de Belausteguigoitia, la “furia española”, y hasta las palabras dirigidas por aquel gigante vasco a su compañero de equipo de: “¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!”; cuando las fuerzas del orden corrían, como mosca sin cabeza, tras la grey estudiantil, y tras un inteligentísimo y desarrapado “quinqui”, al que apodaban “El Lute”; cuando un torero melenudo hizo suya la expresión de: “Más cornadas da el hambre”; cuando Miguel Ortega, el más fuerte y noble de mis condiscípulos, propinó un mazazo a un niño que lo elevó a un palmo del suelo, tan sólo porque presumió de haberle matado un palomo.
…
Allá por aquellos setenta del siglo pasado el comunicador Roland Barthes escribía “Del deporte y los hombres”, reeditado en el año 2008 por la editorial “Paidós”.
El libro responde a una propuesta recibida por el famoso lingüista francés por parte del cineasta Hubert Aquin, de escribir un comentario sobre su película “Le sport et les hommes”.
La película, construida a partir de fotos de archivos, y de secuencias de noticiarios, tenía la intención de presentar cinco deportes nacionales como “un fenómeno social y poético”.
Lo que resulta particularmente novedoso, y más en el delicado momento en el que está inmerso el mundo taurino, es el hecho de presentar la corrida como un deporte, basándose en la idea de que en ciertas épocas y culturas el teatro tuvo una gran función social, pues “reunía a toda la ciudad en una experiencia común, que era el conocimiento de sus pasiones. Hoy esta función la cumple, a su manera, el deporte.”
La corrida de toros plantea a tan afinado crítico numerosos interrogantes, tales como: “¿Qué necesidad tienen estos hombres de atacar? ¿Por qué a los hombres les emociona este espectáculo? ¿Por qué participan tanto? ¿A qué viene ese combate inútil? ¿Qué es el deporte?”
Pero, de otra parte, también le sugiere respuestas, como que “valor, ciencia y belleza” son las tres cosas con las que el hombre se enfrenta “a la fuerza de la bestia”; que el valor del hombre es consciente, y “su coraje es conciencia de un miedo libremente aceptado, libremente superado”:
─ “La corrida no es exactamente un deporte, y, sin embargo, tal vez sea el modelo y el límite de todos los deportes: elegancia de la ceremonia, reglas estrictas del combate, fuerza del adversario, ciencia y coraje del hombre; todo nuestro deporte moderno está en este espectáculo de otra época, heredado de los antiguos sacrificios religiosos.
Pero este teatro es un falso teatro: aquí se muere de verdad. El toro que entra en el ruedo va a morir; y la corrida es una tragedia justamente porque esta muerte es fatal.”
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El universo taurino, su mitología, y hasta su expresión atlética y deportiva, tienen su mejor expresión en esa vieja raíz de los pueblos mediterráneos: la cultura clásica griega.
En la citada cultura se daba una gran importancia a la buena alimentación, a los cuidados corporales, y a los ejercicios físicos.
La práctica de la gimnasia, consideraba indispensable para conservar la salud, guiaba la vida del propio Sócrates, quien trabajaba para corregir con tan saludables hábitos el excesivo volumen de su vientre.
Desde muy pequeños los niños acostumbraban a bañarse en las aguas del río; y hacia la edad de ocho años ya se hacía habitual en ellos la práctica continuada del ejercicio físico, que solían realizar desnudos ─el propio vocablo “gimnasia” lleva implícito el significado de “desnudo”─, con el cuerpo embadurnado de balsámicos aceites.
Y, como hoy en día sucede, no estaba permitido a los usuarios utilizar las piscinas y otros servicios comunes sin haberse duchado previamente.
Todos estos logros del Mundo Antiguo, tanto en la alimentación como en la higiene, se perderán durante siglos en el oscurantismo medieval.
No solamente desaparecerán como uso y forma de vida, sino también se olvidará el cultivo de ciertas especies vegetales. Y con el olvido llegarán las grandes pestes y las hambrunas.
Hubo que esperar varios siglos, para retomar avances tan saludables.
E incluso en pleno siglo XIX la afición al deporte o a salir de excursión al campo era casi nula, pues según escribía Baroja, "el obrero madrileño no salía los domingos y días de fiesta del casco antiguo de Madrid. Lo más iba alguna vez al Retiro, y eso por excepción. Su punto de cita, según su oficio, era la taberna o el café".
Uno de estos “precursores”, que fue avanzadilla en su época, sería el manchego Leocadio Martín Ruiz, quien desarrolló una gran labor higiénico ─deportiva en Peñarroya─ Pueblonuevo, mediante la creación de unas saludables colonias de vacaciones para niños, y del primer grupo escultista de Andalucía, a la manera del que fundó en 1.907 el americano Baden Powell.
Personalidad de gran lustre, Martín estrechó lazos de amistad con destacadas “feministas” de su época, como Dª Emilia Pardo Bazán y Dª Carmen de Burgos, "Colombine"; y mantuvo relaciones epistolares con escritores modernistas ─ como Rubén Darío, o como el cordobés Manuel Reina─, con intelectuales “judíos” de la talla de Mario Méndez Bejarano, y de Rafael Cansinos Assens, y con destacados cervantistas como D. Francisco Rodríguez Marín; así mismo, y por su colaboración en el semanario “La Andalucía”, sería considerado uno de los precursores del andalucismo.
Amén de que sus aficiones al fútbol, al escultismo, y al “deporte” de la aviación, lo situarían en la estela de la Institución Libre de Enseñanza, y del Novecentismo, esa época caracterizada por un cambio de talante, cuya imagen vendría dada por un joven americano de apariencia deportiva y rasurada, que mascaba chicle, que usaba maquinilla de afeitar “Gilette”, y que compartía sus ratos de ocio con mujeres modernas, y deportistas, a las que trataba de igual.
…
Con una mejor imagen, y con un comportamiento más moderno y deportivo, nuestra sociedad ha conseguido superar años de un tremendo oscurantismo; pero no nos engañemos que toda la responsabilidad en la formación del individuo no es responsabilidad única del estado o de la escuela; y que semejantes logros también fueron utilizados por los Stalin y Hitler para implantar el odio, las diferencias raciales, la xenofobia, y la esclavitud; y actualmente estas fobias se repiten en muchos campos de fútbol.
La sociedad del confort, del estrés, de la opulencia, y de los vendedores de “pins”, y de falsos remedios, se ha reinventado en exitosas neurastenias, terribles enfermedades que harán engrosar las arcas de los fabricantes de fusiles, de innecesarias medicinas, y de tallas diminutas para perritos chihuahuas.
Y no existe razón alguna para que los gobernados nos dejemos llevar por tan interesados desgobiernos que prescinden de nuestra natural condición, de la vida sana y en familia, y de las mejores virtudes que nuestro espíritu de hombres libres forjó.
Por eso, en momentos de duda en que desconfiamos hasta de jugar al parchís, bueno es saber que la jugada más sencilla es la más inteligente, la de pasarle el balón a un amigo, a Pablo, Ricardo, Manolo, Andrés, Antonio, Isaac, Paco, Carmelo…, y a todo un equipo de leales que nos hacen creer en la vida, y que nos enseñan a dar un buen trato al balón.
¿Que quién se esmeró en mostrarnos semejante truco? Pues es alguien a quien no se le caen los dientes por hablar bien de los demás; uno de esos que piensan que un ombligo no hace equipo, ni una medalla de gratis tiene mayor mérito que un papel de fumar; y que el papel más brillante que la vida nos regaló es el de “mostrarnos” a los compañeros en el juego, para que éste sea fluido, y para que hasta el más torpe se sienta un émulo de Ronaldo.
Por ello, y aunque D. Daniel Solano no pretenda premiarse como el Iniesta de la clase, nada más pisar el césped hasta sus propios rivales comentan, reconociendo el valor de su zurda:
─ “¡Pásale el balón a Dani!”