21 de febrero de 2016 | Sisenando Madrid
El PP y los medios de comunicación
Uno de los mantras más repetidos en los últimos veinte años en tertulias y hasta en las barras de los bares, es el del mal manejo de la política de medios, y de la comunicación en general, por parte del PP. Generalmente son los propios partidarios los que más repiten esta cantinela, llegándose en los últimos años a que periodistas supuestamente afines sean los que atacan con más furia a los populares, aireando presuntos agravios y cuentas pendientes con Mariano Rajoy y su tropa. Por contra se canta a los cuatro vientos que el PP está favoreciendo a El País, o a La Sexta, que están en las antípodas ideológicas de los populares. El esperpento llega al punto de que algunos de estos presuntos periodistas "afines" acusan sin sonrojo al PP de estar detrás de la promoción que cadenas como Cuatro, o La Sexta, han hecho de Podemos.
¿Pero qué hay de cierto en todo esto? Que el PP ha tenido sonoros descalabros en su política de medios de comunicación es innegable. Cuando el PP llegó al gobierno en el 96 se encontró con el imperio PRISA instalado en el poder, y un puñado de medios aspirantes que recordaban a aquellos periodistas deportivos que querían derrocar a García, no para cambiar el periodismo deportivo, sino para convertirse en García. Y el PP cayó en ese juego, intentando sustituir a la PRISA genuina por su propia "PRISA", en lugar de favorecer un periodismo independiente y, sobre todo, desvinculado del poder. Desde entonces cada vez que el PP ha metido el cucharón en la cacerola de los medios ha sido más para enturbiar el guiso que para otra cosa. Sin embargo resulta llamativo que sean "algunos" los que denuncian los supuestos privilegios del PP hacia determinados medios.
Porque decir ahora que el PP haya podido favorecer a PRISA, o a Atresmedia, o a Mediaset, es sólo contar una parte de la historia. Por ejemplo el gobierno de Esperanza Aguirre concedió cuatro licencias autonómicas de TDT al grupo Libertad Digital, que en vez de explotarlas en aras de esa pluralidad informativa que ahora reclaman, las vendieron para hacer caja, convirtiendo así una concesión administrativa en un negocio para la empresa de Jiménez Losantos y compañía. Por cierto, que la citada adjudicación fuera anulada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid por un defecto de forma, y aún así el gobierno de Aguirre decidiera no repetir el concurso, parece que es algo que Losantos debe haber olvidado.
También fue Esperanza Aguirre la que le concedió la licencia de radio a través de la que hoy sigue emitiendo EsRadio. Y fue el gobierno del PP del señor Fabra en Valencia el que le concedió tres licencias de televisión que en menos de dos años habían dejado de emitir por falta de negocio, y no por la "perniciosa" influencia del señor Rajoy. Que el gobierno actual de la Comunidad Valenciana haya abierto una investigación sobre estas adjudicaciones, y los antecedentes del PP valenciano, pueden inducirnos a cada uno a pensar lo que queramos sobre el asunto. El ahora imputado Matas impulsó en Baleares la creación de "Libertad Balear", una sucursal del grupo de Losantos. Valcárcel les dio tres licencias de televisión local en Murcia, y Feijó en Galicia les dio cuatro emisoras de radio. Y si no queremos seguir, bastará con decir que Libertad Digital no podía trabajar sino en territorios gobernados por el PP, con lo que no parece que sea Federico Jiménez Losantos la persona más indicada para denunciar los favores del PP al medio fulano o al medio mengano.
Y todo ello dejando a un lado las sospechas de que alrededor de medio millón de euros de la presunta caja B del PP pudieran haber ido a parar a la ampliación de capital que el grupo de Losantos y Recarte emprendió entre 2004 y 2005, y que, en el mejor de los casos, dejarían al grupo Libertad Digital como beneficiario de unas inversiones que "a título particular" realizaron destacados dirigentes del PP. No está mal para una ejecutiva que, según el enérgico comunicador turolense, ha hecho todo lo posible por hundirle.
Pero sin duda el agravio de los agravios que un día sí y otro también cacarea a los cuatro vientos el furibundo periodista turolense, es la presunta implicación del señor Rajoy en su salida de la cadena COPE. Si bien es cierto que el presidente del PP no debía tener a Losantos en un altar, no lo es menos que Libertad Digital mantenía una cruzada en toda regla contra un destacado miembro del partido, como lo era Alberto Ruiz Gallardón. Sin embargo creo que el de Teruel yerra el tiro responsabilizando a Rajoy de su salida de COPE, y haría bien en dirigir su mirada hacia un cardenal toledano con mucha más influencia en la curia que Rajoy, tanto aquí como en Roma, al que determinados políticos españoles, muy conocidos, hacían denunciar las actitudes de Losantos ante la Conferencia Episcopal.
Otro que tal baila es Pedro J. Ramírez, en otro tiempo referente del periodismo libre en este país, que arremete contra el PP como si fuera responsable del fracaso de su experimento televisivo con Veo7; y le acusa con todo desparpajo de haber ejecutado una sentencia judicial contra las adjudicaciones ilegales de canales por el gobierno Zapatero, que habían beneficiado, entre otros, al grupo Alianza Editorial del que formaba parte Pedro J., que gracias a la irregularidad zapateril pudo beneficiarse de los 5 millones de euros anuales por los que se podía alquilar uno de estos canales.
Que Rajoy y su guardia puedan tener cierta animadversión hacia el otrora director de El Mundo, no debería sorprender a nadie medianamente informado. Sobre todo si tenemos en cuenta el activo papel que el periodista jugó en el intento de derrocar a don Mariano de la presidencia del PP después de la derrota electoral de 2008. En este sentido resulta curioso que se censure la intromisión de los políticos en los medios de comunicación, y no se critique a los periodistas cuando se inmiscuyen en la vida de los partidos para promocionar a determinados candidatos. Al señor Ramírez habría que recordarle que una cosa es el libre ejercicio del periodismo, y otra echar pulsos al poder. Si intentas utilizar tu periódico para derribar a un presidente legítimamente elegido, no debería sorprenderte que el presidente ejerza el margen de discrecionalidad que le permite su poder para negarle el pan y la sal a tu periódico. Y en España, se pongan los de la prensa como se pongan, vivir sin el paraguas institucional es muy complicado para un periódico hoy en día, a no ser que tengas los riñones forrados de billetes de 500, que no creo que fuera el caso. Utilizando el símil pugilístico, si vas al intercambio de golpes te pueden partir la cara, sobre todo si no sabes medir tus fuerzas frente a las del rival. Cuando se retuerce el periodismo para convertirlo en una trinchera, pueden pasar estas cosas.
Que el PP haya metido la pata en su política de comunicación y de medios, no es excusa ni para culparle de los reveses profesionales de determinados periodistas, ni del uso que los grupos hacen de las concesiones de licencias de televisión, tanto si las utilizan para especular, como si las usan para promocionar a determinados partidos.