1 de marzo de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Días de risas y rosas
Mario Méndez Bejarano, erudito y teósofo sevillano, refiere un curioso suceso ocurrido en la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla, en 1876, que tiene como protagonistas el busto de D. Julián Sanz del Río ─filósofo, jurista y pedagogo de merecidísima reputación─, y al secretario de la citada institución.
Requerido un trabajador para que bajara el busto que presidía el decanato, bajo el pretexto de quitarle el polvo, el referido secretario procedió a darle de patadas y a romper la obra de arte en mil pedazos, que mandó tirar a la basura.
El hecho llegó a oídos de un inteligente y generoso estudiante, el Sr. Vega y Huecas, que no perdió ni un segundo en reprochar al culpable tan indigno proceder. Actitud tan irreverente a punto estuvo de cortar la carrera del joven, de no ser porque el Rector advirtiera en sus palabras “lo noble de su intención”.
El autor de la vesanía era un tonto ilustrado, y el receptor de tan simbólicos empellones un reputado estudioso, introductor de la filosofía krausista en España, a quien la iglesia calificó como hereje “recalcitrante” por su interés en despertar el espíritu crítico de sus alumnos, lejos de la política y la religión, y proclamar la sensibilidad moral y la honestidad como medios para ser libres.
Preciosísima metáfora que podría servir de guía a los políticos de hoy, empeñados en sus planes de enseñanza, en la ideologización partidista, y en pisotear la sensibilidad e inteligencia de lo que no han alcanzado a comprender:
Si el mar es infinito y tiene redes, /si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde, /si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa, /si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando…(Gloria Fuertes)
No perdamos el tiempo en servir sus intereses; ni un segundo más en descifrar lo que encierra la tinta de un secretario, que siempre repetirá que la voz de la calle es un “rebuzno libertario”; y que una simple caracola, o el grito de un desahuciado, no es el murmullo del mar.
Si los inquisidores tuvieran temor de Dios, si fuesen inteligentes, incentivarían el “buen rollo” entre sus conciudadanos, dejarían de contaminar con la estulticia de sus frases y cederían la palabra a la danza, a la música, a la madre naturaleza, a todo lo que, lleno de vida, se mueve:
─ La oscuridad de las palabras, en que no conseguía identificar otra cosa que la pura acumulación de los sonidos que las componen, le llevó a buscar en los ruidos naturales el sentido que ya no era capaz de hallar en aquéllas. Persiguió el murmullo de los arroyos y los golpes del oleaje, intentando encontrar en su azaroso rumor las señales de un mensaje certero. (José Mª Merino)
En un documentado estudio sobre la pedagogía de la danza, publicado en InfoGuadiato, Antonio Luis Merino Pérez trae a colación una cita del ermitaño Honorio en que se subraya las concomitancias de la danza con la religiosidad del hombre, y su sutil imitación de la naturaleza.
Pepe Ortega, bailaor de flamenco, acudía a la feria tan solo para admirar el espíritu del baile. Las sevillanas, decía, son la mejor expresión de la filosofía de un pueblo. En el “bien parao”, los bailarines se miran a los ojos con expresión amorosa y se dicen uno al otro: “¡Qué bien lo hacemos!”, “¡Qué hermosa eres!”, “¡Qué extraña perfección se encierra en tus andares!”.
Y pasado breve tiempo la figura se difumina en instantes que se han sido, y que sólo las emociones, la pasión por lo bien hecho, volverán a resucitar.
Cuánto agradecería al Sr. Merino que siguiera ilustrándonos a todos con el baile religioso de “los seises” y los derviches; con los bailes populares; con los bailes latinos; con el baile alternativo de las distintas tribus urbanas; con pinturas de baile, con escenas de películas...
Sería una bonita manera de viajar desde un sillón y conocer la forma de ser de los pueblos, de sus gentes y de los distintos estratos sociales. Un buen modo de plantearle al Ministerio de turno, y a la propia sociedad, el atraso moral que significa erradicar la Música de nuestros planes de estudio y al tiempo mostrar que hay actividades, como la danza, que aportan un plus de actividad física, de conocimientos y de disfrute personal.
Fueron los seguidores de D. Julián Sanz del Río los que pusieron en valor los beneficios que encierran la actividad física, la música y la naturaleza. Los Francisco Giner de los Ríos, y Bartolomé de Cossío, lo solían practicar llevando a sus jóvenes de excursión a la sierra, pues entendían que “el paisaje educa mejor que el más hábil pedagogo”, y que “cada paisaje me enseña algo nuevo y me induce en una nueva virtud”.
Y fue uno de aquellos alumnos, D. José Ortega y Gasset, quien mejor lo expresó en un artículo publicado en El Imparcial, con fecha de 17 de septiembre de 1906, que lleva por título: “Pedagogía del paisaje”.
En Pueblo Nuevo del Terrible tampoco faltaron brazos que promovieran estas actividades. El 30 de marzo de 1913 se creó un comité local de “escultismo”, bajo la presidencia de D. Isaac Faro de la Vega; tenía como vicepresidente a un intelectual de la talla de D. Leocadio Martín Ruiz, escritor, andalucista, amante de los deportes, seguidor de la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza y de Baden Powell, y presidente de uno de los primeros club de fútbol en nuestro país: la Agrupación Deportiva Ferroviaria de Madrid.
En fechas más recientes la labor de personajes como D. Antonio Rodríguez Cerrato, y de D. Amado Gallardo Ruiz, es digna de destacar.
Y es también el deporte, la música y la naturaleza son fórmulas de crecimiento personal , y un modo de conocer a nuestros congéneres, como ya expresó Richard Conniff en su Historia Natural de los Ricos, observando a los multimillonarios como si fueran animales que se rigen por el estímulo de las tres “P” (Plata, Prestigio y Poder). Curioso análisis que no invalida el hecho de que los ricos también lloren, y hagan dietas macrobióticas, y se aventuren a cantar en un karaoke, o a bailar un pasodoble, y tararear las canciones de “Fito y Los Fitipaldi”:
Toda la culpa fue / Del aire que rozó mi piel
De la piel que me guardó el calor / El mismo con el que forjé
Mi oxidado corazón.
En fechas próximas días nos tocará “votar/ botar” a quien nos represente. Dicen que en los pueblos todo el mundo se conoce. Si fuera así, me gustaría apostar por la sensibilidad y las buenas maneras; desterrar de por vida el autoritarismo, el amiguismo y la tara de beneficiar a quien sólo tiene un carné, y no unos méritos trabajados y el reconocimiento fraternal de sus vecinos.
En cualquier caso, y ya que algunos pregonan que “no hay quinto malo”, espero que nadie se deje torear sin amagar peligro.