7 de noviembre de 2014 | Miguel Calderón Moreno, Profesor de Biología y Geología
Una plaga de escarabajos rojos destruye las palmeras de Peñarroya-Pueblonuevo
EL FOCO COMENZÓ EN LA BARRIADA DE LOS JARDINES Y SE HA DISPERSADO A OTRAS ZONAS DEL PUEBLO

En los meses de septiembre y octubre he podido constatar en Peñarroya-Pueblonuevo un grupo de palmeras enfermas con diferentes grados de afectación y varias de ellas sin vida; en total son 18 palmeras afectadas (ocho de ellas han sido recientemente taladas por sus propietarios), localizadas tanto en parcelas de titularidad privada como pública. El foco comenzó en la Barriada de los Jardines y se ha dispersado a otras zonas del pueblo. Puedo confirmar que están infestadas por el peligroso picudo rojo (su nombre científico es Rynchophorus ferrugineus), también conocido como escarabajo o gorgojo rojo. Estos insectos, originarios del sudeste asiático, llegaron a España con la importación de palmeras infestadas del norte de África. Aparecieron en nuestro país por primera vez en el año 1993, en las localidades granadinas de Motril y Almuñécar; en 2004 en la Comunidad Valenciana y en años sucesivos invadieron toda la cuenca mediterránea y muchas zonas del interior. La plaga del picudo rojo se ha convertido en un desastre ecológico tanto en España como en muchos países.
Rynchophorus ferrugineus pertenece al orden Coleoptera (escarabajos) y a la familia Curculionidae (gorgojos). Es un escarabajo grande (de 2 a 5 cm); su cabeza se prolonga en una trompa que contiene el aparato bucal necesario para perforar a su hospedador y para facilitar la puesta de huevos por parte de la hembra; puede tener manchas oscuras en la parte dorsal del tórax en número variable o carecer de ellas; posee líneas oscuras en los élitros (las alas anteriores endurecidas) y es de color rojizo ferruginoso. Prefiere la palmera canaria (Phoenix canariensis), que es precisamente la especie que alegra y adorna los jardines y parques de nuestro pueblo. También puede atacar a otras palmáceas: la palmera datilera (Phoenix dactilyfera), Washingtonia sp, palmitos (Chamaerops humilis)…
Se conoce perfectamente el ciclo biológico de este escarabajo asesino de las palmeras: tras la fecundación cada hembra pone de 100 a 300 huevos en la base de las palmas, después nacen las larvas (no tienen patas y alcanzan los 5 centímetros en su último estadio) que se introducen en el interior del estípite (tronco) de la palmera para alimentarse con sus potentes mandíbulas; posteriormente se desplazan a zonas exteriores para formar el capullo (fase de pupa) que está envuelto por fibras de la palmera. Durante la fase de pupa no se alimenta y sufre una metamorfosis en la que se destruyen casi todos los tejidos larvarios y se reconstruyen los órganos del insecto adulto; finalmente surgen los nuevos insectos. El ciclo completo puede durar de 3 a 4 meses, por lo que en condiciones climáticas adecuadas se pueden originar 4 generaciones anuales. Cuando el alimento escasea los adultos emigran buscando nuevas palmeras sanas en las que comenzar su ciclo.
Los primeros síntomas de la presencia del picudo rojo son difíciles de detectar. Una señal evidente de la infestación es la pérdida progresiva de la simetría de la corona de la palmera y finalmente el desplome de todas las hojas. Para intentar evitar la mortalidad de las palmeras existen tratamientos preventivos y curativos a base de productos fitosanitarios autorizados, que pueden ser químicos o biológicos (ninguno es 100% efectivo). Recientemente algunos de los productos químicos que se estaban utilizando, como el tiametoxam y el imidacloprid, han sido prohibidos porque tienen efectos nocivos sobre las abejas, con lo que la lucha contra el picudo rojo se dificulta aún más.
Han transcurrido unos 20 años desde que se detectó en Andalucía el primer brote y la plaga sigue extendiéndose y matando a decenas de miles de palmeras. No es el momento de criticar todos los errores que se han cometido y sí el de mostrar mi enorme preocupación y tristeza por la desaparición de estas plantas de singular belleza y de indudable valor estético, botánico e histórico (muchas son centenarias).