Entre todos los elementos que componen una ciudad o un pueblo son sus espacios singulares, los que nos permiten diferenciarlos unas de otras, además de ofrecer información sobre su personalidad o su historia.
Los humanos somos, por encima de todo, seres visuales. Necesitamos construir iconos para poder medir la realidad, reconocerla. Y las ciudades forman parte de la realidad. Hagan la prueba: en muchas ocasiones somos capaces de recordar una ciudad en la medida en que hemos sido atrapados por el atractivo de determinados edificios, estructuras, construcciones y monumentos. París y su torre, Barcelona y su Sagrada Familia, Belmez y su castillo. Ambos son entes indivisibles que se superponen, de modo que no puede entenderse un elemento sin citar el otro.