
La devoción por la Virgen de Guadalupe no entiende de límites regionales. Tres generaciones de la familia Santamaría acuden todos los años desde Peñarroya, en Córdoba, a la misa de peregrinos. El pasado nueve de septiembre recorrieron los 180 kilómetros que separan esta población de Guadalupe en cuatro coches. «Hemos salido a las seis y media de la mañana», precisa Ángel, uno de los integrantes del grupo. «Repetimos todos los años. Nuestra bisabuela empezó a venir porque hizo una promesa y hemos decidido continuar con la tradición», detalla. Emilio, otro de los miembros de la familia, también estuvo el lunes en Guadalupe. Entonces, recorrió la distancia en bicicleta por una promesa. «Le he pedido a la Virgen trabajo».