20 de enero de 2013 | Luz Divina Mansilla Pérez
La sinfonía de la naturaleza
Recuerdo una infancia dorada provista de amor y ternura, dulces y bellos momentos que mantengo vivos en la memoria de mi corazón y despiertan la nostalgia del ayer.
Era una noche estrellada, una cálida brisa dormitaba entre nosotras, el paisaje nos invitó a disfrutar de las frescas fragancias que desprendían los jazmines del jardín. Llevaba una flor en el pelo, mientras un delicado hálito de vida susurraba hacia mis adentros, que me estaba haciendo mayor. Mi madre me tomó de la mano y con tierna voz murmuró unas palabras que aún atesoro en mi corazón:
Hija mía, comienzas un momento esencial en tu vida para tomar decisiones, para adquirir responsabilidad de ti misma y de tus acciones. En esa trayectoria encontrarás amigos muy buenos y otros que no te quieran bien, los cuales ocultos tras una falsa imagen diversifiquen tu andanza por caminos distintos, obligándote a agudizar el ingenio para diferenciar la personalidad de cada cual. Recuerda siempre, que sin arriesgarlo todo puedes ser valiente, la valentía no se demuestra en ser como los demás quieren que seas, solo consiste en ser como tú eres y has sido siempre. Albergas en tu interior un corazón lleno de ternura y sensibilidad, es natural que tengas miedos e inseguridades. Gánate el respeto de los demás, antes que te manipulen con falsas adulaciones. Comienzas un camino difícil de transitar, pero tranquila, que aún te queda mucho por aprender. Sé justa y legal, afronta las situaciones difíciles porque llevas en tu interior una defensa incalculable que recibiste al nacer: EL VALOR.
Demuestra al mundo quien eres en realidad, desafía las circunstancias y muéstrate ante la vida con firmeza, te darás cuenta que vale la pena vivirla, pero ten presente que siempre no vamos a triunfar, aunque sí podemos volver a intentarlo y de cada fracaso sacar una enseñanza productiva. Para ello, estamos aquí nosotros los que te queremos y apoyamos.
En ese bello momento, un limón caído del árbol nos despertó del encanto que la aurora desprendía. El dulce aroma de las flores embriagaba mis sentidos y el delicado canto de los pajarillos nos regaló un nuevo amanecer.
Dedicado a mi madre y a todos aquellos vecinos y vecinas de “Los Cuarteles” Peñarroya-Pueblonuevo, que todavía nos recuerdan.