Buscaba entre los bolsillos para poder lavar aquel pantalón de la noche anterior, entonces descubrió un nombre oculto escrito en un billete de metro, no dio mucha importancia a lo sucedido imaginando que podría ser una compañera de trabajo más. Un escalofrío recorrió su cuerpo al introducir la camisa en el baño de lavado, al tiempo que descubría restos de carmín y maquillaje junto a unas pequeñas manchas de café.
¡Sus sospechas no podían ser ciertas! Estaba siendo víctima de un engaño.
Se apartó durante unos segundos e intentó serenarse, no podía ser verdad, él siempre estaba pendiente de ella, tan atento, tan cordial y generoso en las horas que ambos compartían, además se sentía tan amada. El vivía para complacer sus caprichos, formaban la pareja ideal.
¿Qué haría en esos delicados momentos? ¿Cómo explicar lo que la ropa había delatado?...Si ocultaba el engaño, se traicionaba a sí misma; por el contrario si ponía el hecho al descubierto su relación terminaría en un desastre. No estaba dispuesta a compartirlo con ninguna otra mujer, ambos poseían una historia de amor, ella le había ofrecido tantos momentos deliciosos, que no dejaba de preguntarse el porqué de la infidelidad.
En ese preciso instante, cuando la cabeza ya no coordinaba y la lucha interior gritaba la necesidad de un poco de paz, él volvió a acariciar su sonrisa con un beso, el cual despertó los sentidos de ambos.
Difícil decisión, que se plantearía solucionar cuando las primeras luces de la mañana despertaran con el alba y apreciara su vida con mayor claridad.
A veces es muy difícil tomar decisiones y sobre todo cuando la situación está muy al límite, la sabiduría está en postergar el episodio, para calmar y serenar la mente y de esta manera poder disponer con el corazón.