Posiblemente pocas personas los recuerden porque ya han pasado más de veinte años desde que se fueron de entre nosotros, pero eso no me impide cumplir con este gran deseo de homenajear a dos seres tan encantadores, amables y cariñosos como fueron SERAFÍN Y ANTONIA.
Puedo decir que el recuerdo más inmortal que de ellos tengo, es el amor entre dos personas, ese amor que surgió en la juventud y que solo murió con ellos. Afrontaron tempestades, angustias y problemas que la vida les planteó en el día a día de su existir, pero consiguieron superar barreras porque para ellos el sentimiento de amor era lo más importante.
Cuando nuestros seres queridos se van como es ley de vida, el dolor ahoga, es una terrible lanza clavada en el corazón que oprime y no se puede dejar de sentir aunque pasen días y días, pero el tiempo es poderoso y al final te queda el regalo del recuerdo, que si el ser querido era maravilloso queda plasmado en nuestra alma.
Con esto quiero compartir mi manifestación de amor, quiero dignificar la memoria de dos seres que me enseñaron a valorar cosas importantes, como ver un amanecer, respirar aire fresco, el vuelo de una golondrina…
Para mí es una inmensa felicidad haber compartido mi infancia y juventud con ellos, aprendí muchas cosas y fui tratada con amor. Aun recuerdo como me denominaba mi abuela “MI VIDA” palabras que quedaron incrustadas en mi conciencia y corazón y ahora salen de mis labios porque precisamente ahora soy yo quien llama así a mis amados hijos.
Lo que más me duele es no haber podido cumplir el gran deseo de Antonia a su debido tiempo, un deseo que se llevó con ella porque las circunstancias de la vida no lo permitieron, en ese momento tan crucial que atravesamos toda la familia y la enfermedad le arrebató la vida antes de lo preciso.
Pero en algún lugar, en otro plano quizás, se que pudo comprobar como algunos meses después se cumplía aquel deseado acontecimiento y que posiblemente estaba presente sonriendo y feliz por que al final yo lo había conseguido.
Doy gracias y soy inmensamente feliz por el tiempo que estuvimos juntos y por los valores positivos que mi persona adquirió con ellos, extiendo mis manos, miro al cielo y me reconforto porque sé que aunque se tuvieron que marchar, están juntos y me siento cuidada y protegida, ya no tengo pena ni dolor, sino una inmensa alegría, porque fue un regalo de Dios el haberlos conocido y compartir mi vida junto a ellos durante un tiempo maravilloso.
SERAFIN MARTINEZ CABALLERO (1914-1990)
ANTONIA MOYANO GAHETE (1920-1995)
Mis queridos y amados abuelos, naturales de Peñarroya- Pueblonuevo, vivían en la C/ San Miguel (Los Cuarteles) y aunque yo soy natural de allí también, la mayor parte de mi vida la he pasado en Azuaga donde resido actualmente, pero Pueblonuevo tiene algunas de mis raíces donde yo pasaba mis deseadas vacaciones junto a mis abuelos.
Lo que si es cierto que ahora y en total madurez de mi vida, cuando paso por la casa que fue de mis abuelos, con aquel jardincito en la entrada, su limonero y su jazmín, no puedo controlar que dos lágrimas caigan de mis ojos y junto a ellas una expresiva y delicada sonrisa mencione “PERMANECEIS EN MIS RECUERDOS Y VIVIS EN MI CORAZON”.