25 de enero de 2022 | Pepe Bernal
Un simple accidente gramatical
En esta sociedad avanzada, progresista y liberada donde todo se capitaliza y todo es una lucha de clase, la femineidad no es la excepción. Los valores se vienen extinguiendo para dar paso al materialismo, al valor del papel moneda, hasta la dignidad se ofrece a la mejor oferta. Son cosas del progreso, avanzar abandonando valores éticos, religiosos, patriarcales y represivos.
Pero el problema es que se han dejado de la mano de dios las consecuencias en el abandono social más drástico que progreso alguno haya acarreado.
Comenzaron a hacerse sentir con la llegada del movimiento de liberación. Se convenció a la mujer que el hogar era una celda y que para vivir y realizarse tienen que igualarse a los hombres, sino superarlos.
Lo que no sabemos es que el movimiento de liberación femenina no procede de la Revolución francesa, ni de la revolución industrial, sino un invento de la CIA, impulsado por los Rockefeller en plena guerra fría como un eslabón más del llamado nuevo orden internacional.
Los iluminados necesitaban incrementar el consumo, la sangría de impuestos y encontraron la panacea dentro de casa. Poner a la mujer a trabajar, a consumir y a competir.
La meta que el comunismo nunca logró, ni en la guerra ni en las urnas, lo había conseguido el capitalismo que infecta, sin precedentes, a la raza humana. Como toda pandemia terminará mermando a gran parte de la humanidad.
No quiero ser tremendista, ni machista, ni misógino, sólo me atrevo, a estas alturas, a recordar los pronósticos de tantos escritores, filósofos, intelectuales que vaticinan la decadencia, la crisis agónica de esta sociedad en la que se indica que la natalidad se iguala a los decesos, se combate como el cáncer una vacuna, la violencia de género como si se tratase de un brote psicótico y machista, sin reparar en el foco de infección desde el seno de la familia que, el fascismo denominaba célula básica de la sociedad y que ha dado lugar en su desarraigo a la degradación moral.
Un problema que cada día que pasa sin solucionarse afectará más al buen funcionamiento de nuestra sociedad. De seguir así, incluso las pensiones de jubilación, viudedad, orfandad y cualquier otro tipo de ayuda estarán en serio peligro.
Sociedades más arcaicas resisten aún en la utopía de mantener los antiguos valores, pero la guerra justa se impone sobre la guerra santa.
El único halo de esperanza es que el ser humano tiene también de “ave fénix”, como se viene demostrando en esta maldita pandemia y, en esta ley pendular, que está por encima del bien y del mal, se impone, se avecina, se vislumbra un nuevo orden en forma de una revolución contracultural, que coloque en su lugar valores e intereses y nos libre de prejuicios de no ser más ni mejor nunca. Y es que el género quede libre y arbitrario como un simple accidente gramatical.