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18 de marzo de 2021 | Pepe Bernal

En el día del padre

Pepe Bernal
No resulta habitual elogiar el amor del padre en esta comunidad de roles controvertidos, cuando no encontrados.
Esta sociedad empeñada en mostrar con realitys, buenos y malos hábitos, ha vilipendiado al varón como líder de la familia y ha magnificado su rol de egoísta miembro, que desatiende sus obligaciones, feminizando el compromiso de contagiar a todos los que le rodean de los valores que como modelo o canon caracterizan.
A los hijos simplemente se les enseña. Eso no quiere decir que hay que darle un discurso en una reunión general de la familia o impartir órdenes. Eso no es enseñar, eso es mandar. Decirle a tu familia lo que deben hacer no garantiza que ellos van a aprender lo suficiente para pensar por ellos mismos en el futuro. En cambio, puede significar que ellos van a depender de ti o de tu pareja cada vez más y dejarán de tomar decisiones y pararán de aprender. Esto es irrelevante para el sexo del progenitor –padre o madre-
Un padre puede poner especial atención en la responsabilidad que implica la libertad de elegir. Me explico, cuando un miembro de la familia le pide un consejo, lo que suele hacer es proponerle al menos dos o tres soluciones, pero que debe elegir él o ella. Así si se equivoca no es su responsabilidad sino la suya. En el caso que tenga éxito en su elección se sentirá orgulloso/a de haber elegido la buena opción. Es una manera de auto responsabilizarse y ayuda mucho al crecimiento personal.
Esto que para algunos sectores feministas puede resultar falta de responsabilidad o de criterio es sólo un ejemplo del menoscabo y la incredulidad social hacia los beneficios colaterales de colaboración o cooperación de ambos cónyuges. Es mucho más femenino el fomento de valores de afán y superación, de liderazgo, de autoestima, de triunfalismo en esta vorágine competitiva de números uno, masters y matrículas de honor…Y es que la cultura ha mutado la maternidad en cabeza de familia, cambiando rotundamente aspectos de la pareja clásica a un monoparental-ismo de matriarcado a ultranza por encima de la razón y de la naturaleza. Eso de “yo por mi hijo/a mato” ha enarbolado la bandera de proteccionismo y la vanguardia de los derechos de sucesión de la madre bajo el arco triunfal de la ternura y la autovaloración por encima de los demás valores.
Las fuentes de la razón y de la lógica se han dado la vuelta y del patriarcado autocrático y monoteísta del legado histórico judeo-cristiano se ha venido a idolatrar al matriarcado, que aparte de suponer el parentesco a partir de la madre, implica el gobierno de la mujer y lo matrilocal, es decir, que la sociedad pertenece al lugar donde habita la madre. La herencia y el nombre vienen por vía materna. Las mujeres son invulnerables y tienen privilegio de juzgar, pues se las considera dotadas de una sabiduría infusa, telúrica, no expresa en normas escritas (como tendría que serlo den el patriarcado), sabiduría que abarca la legalidad oculta de la materia natural. Es para recapacitar, sin duda.


 

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