Los andaluces tenemos fama de exagerados, pero los argentinos más, sobre todo los porteños, estos, en cualquier conversación son muy dados a exagerar adjetivos, adverbios e incluso a magnificar el más mínimo detalle como si de un crucial dato se tratase. En este confuso mundo de pos verdades en que nos movemos, y sobre todo en política, encontrar una verdad palpable resulta cada vez más raro, la oratoria en tonos precisos y mesurados no interesa o pasa desapercibida. Poco análisis y mucha discusión proliferan en debates y exposiciones parlamentarias, da pena.

“Una discusión prolongada es un laberinto en el que la verdad siempre se pierde” –Dijo Séneca-

Recapitulando sobre las discusiones intransigentes y la exageración como antídoto de la verdad de nuestra clase política, me viene a la memoria el tono beligerante e impostado de la recientemente destituida portavoz del Grupo Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, precisamente de ascendencia argentina, esta señora se atrevía con todos y con todo aunque con más ruido que nueces. Decir que el padre de Pablo Iglesias era un terrorista, realmente no es verdad, pero tampoco es una mentira flagrante, se trata en el lenguaje literario, de una hipérbole –que no deja de ser una exageración-.

La proliferación de hipérboles en la nueva oratoria ha dado lugar a lo que se ha venido en llamar-Hype mediático- para crear tendencia y generar la necesidad de ver como los líderes, políticos o de cualquier índole, se ponen verdes entre ellos como si estuviésemos en un antiguo patio de vecinos.

No me extraña, que en defensa de los más mínimos valores que puedan mantener a flote “La Verdad” triunfen como antídoto –ya digo- las “malditas hemerotecas” que no vienen ser otra cosa que “detectores de verdades”. Rebobinar, volver a escuchar y escudriñar en el fondo, porque la verdad, hoy, hay que mirarla con lupa.