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29 de octubre de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Fe de vida

"Yo quiero que a mí me entierren/ como a mis antepasados/ en el vientre oscuro y fresco/ de una vasija de barro". (Canción)

Fe de vida
En "Silva de varía lección", el erudito sevillano D. Pedro Mexía habla "De la extraña condición y vida de Diógenes Cínico...":


─ "Preguntávanle al Diógenes que qué era la causa que los hombres davan más fácilmente la limosna a los coxos y mancos pobres, que no a los philósophos y sabios. A esta pregunta, a mi ver, respondió agudamente; y dixo que era la causa que temen los hombres que antes le puede acontescer ser coxos o mancos que philósophos, y por esso socorrer aquel estado donde piensan poderse ver."

Ahora con tanto chistoso y sabihondo ni el propio Mexía acertaría a saber quién es uno, quién es otro, y quién se copió de quién; en qué ignoto rincón se esconde la Sabiduría, o en el vientre de qué vasija se refugian los filósofos.
Tal vez si Diógenes y D. Pedro fueran hombres de nuestro tiempo liberarían de nudos e hilachas la complicada urdimbre de aquellos discursos que requieren de habilidades especiales para interpretarlos.
Como la deslavazada tesis sobre la popularización del cuerpo de la mujer, que con gran intensidad oratoria defendió su autora ante los asistentes a un Congreso de “Podemos”, y que cualquier interesado podrá seguir acudiendo a Internet; allí la ponente habla de salud mental, y de Orgullo Loco, colectivo formado por ex usuarios del Servicio de Salud Mental, en una ardiente defensa de la anti─ psiquiatría; y tomando por ejemplo al colectivo LGTB, y sus conclusiones sobre prejuicios sociales, la oradora apuesta por la integración social de los enfermos psiquiátricos, y por sus derechos, tales como ejercer funciones directivas, etc...; para terminar sentando cátedra, y aconsejando a los dirigentes de “Podemos” integrar en sus planteamientos políticos las tesis del colectivo " El Orgullo Loco"; amén de solicitar del Consejo Estatal de Feminismos una reforma de las Hipotecas.
Todo esto, como digo, en ininteligible y desacompasado trabalenguas, y sin posibilidad alguna por parte de los oyentes de "releer" los subtítulos, como suele suceder con aquellas películas que no están dobladas a otro idioma.
El daño que puede hacer un discurso tan críptico en quienes sufran de problemas psiquiátricos, se nieguen a hacer una " vida saludable", o desechen toda clase de medicación, es de todo punto inimaginable.
A esta clase de “predicadores” que en otro tiempo llamaran "aventureros de fama", o culteranos de vocación; les recetaba yo su propia medicina, sin más argumento que el “bla, bla, bla”, y sin más alcance que impresionar a quienes creen, y confían en su “ciencia”: la humilde fe de del carbonero.

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Se echa de menos cada día esa sal andaluza que hace fácil lo difícil, y que algunos afortunados han tenido la suerte de paladear: la finura en la expresión, la delicadeza en el trato, la elegancia en las maneras, y la chispa del ingenio; la gracia de un pensamiento compartido sin alharacas, y sin ánimos de molestar:

─ “Hay que ser progresista en el ámbito cultural, en el ámbito social, de los derechos humanos, ─ dice, mientras compra unas castañas asadas, el protagonista sevillano de un vídeo que me acaban de enviar por wassap─ pero luego hay que ser conservador con la historia y la tradición, que es lo que marca la pauta. ¡Dejarse de tantas telarañas! ¡Esos cementerios…! ¡Blanquear esos nichos…! ¡Esas flores, y esos muertos…; que una flor de ésas resucita a cualquiera! ¡Y honrar a los nuestros, y dejarse de tantos disfraces, trucos, trato…! ¿Pero yo soy un mago, un trilero...?”.

“El espejo a lo largo del camino” del que hablaba un escritor francés es el relato espontáneo que regala este ciudadano a quienes le quieran escuchar.
Los que hemos pasado nuestros años dorados en un pueblo, empapados en su mirada, y observando cómo se respira allí, aún llevamos colgada del cuello, como unas riendas, aquella “desaborición” del " no le dirijas la palabra a aquél", que en tiempos fue emblema de nuestro árbol genealógico. Si a aquellos barros añadimos estos lodos, acabaremos atrapados todos en una tela de araña.
Me decía un individuo, a quien acababa de conocer, que en su pueblo hacía falta gente válida, y no esquiroles de tres al cuarto; y distrayéndome de lo que decía me imaginé al señalado como quien hacía sombra al interfecto, o como a un desertor que no se prestaba a ir a una guerra que para nada le convenía.
“La justicia de Peralvillo que, ahorcado el hombre, hacíale pesquisas del delito”.
Que quién es nadie para erigirse en dueño del pensamiento de los demás, pensé. ¿Acaso la ideología te impide hablar sin ambages con el panadero, el frutero, el médico, o el vecino…?
En ocasiones la “revolución" es tan sólo un “revoltijo” de calamidades, un “totum revolutum” de extrañas ideas dispersadas a voleo, como la ya referida tesis; una regresión con visos de futuro que sólo invita a correr como pollos sin cabeza.
En "Tirano Banderas", la genial obra de Valle Inclán, el coronelito De la Gándara encabeza una revuelta, no por un sentido claro de la justicia, sino " por miedo" a lo que le pudiera pasar a él si el “Chingado Banderas” pasaba factura de sus muchos errores.

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Ayer, departía amigablemente con un conocido, médico de profesión, aficionado a la pintura, y gran conocedor de la vida y de la obra del pintor Baldomero Romero Ressendi, cuando va y me pregunta que de dónde era yo.
Tras dar cumplida satisfacción a su demanda, le tocó su turno:

─ "¡Magnífico pueblo el tuyo: Peñarroya─ Pueblonuevo!"

─ "¿Lo conoces?"

─ "No he pasado nunca por allí, pero yo soy también cordobés, al igual que tú. ¿No te dice nada mi nombre...?"

Y va Rafael Moya y me cuenta que su abuelo era natural de Belmez; que arribó a Sevilla en el 29, el año de la Exposición; y que su padre por entonces sólo tenía tres añitos.
Animado por tan grata revelación pasé a darle cuenta entonces de la majestuosidad del castillo, construido en el siglo XIII; de los Rafael Calderón, y de los Solano Sújar, futbolista de postín, memoria viva de su tiempo, y entusiasta pregonero de las alegrías, y vivencias de su gente.
No sabía Rafael que " su pueblo" quedaba a pocos kilómetros del mío, y que entre ambos había últimamente una buena química en la defensa de unos intereses comunes.
Le animé a que conociera sus orígenes pues, aunque sevillano de pro, aún se aprecian las tintas con las que quedó marcado, las irremediables “costuras" del tiempo, o el eco amoroso que un día plantara en su corazón la voz cascada, y nostálgica, del abuelo.
Y es que por muy estéril que parezca el paisaje, allí, sobre las rocas, bajo las piedras, o haciendo dedo al paso de su vehículo, como en un teatrillo de sombras, probablemente le sorprenda un paisano de Peñarroya─ Pueblonuevo, o un vecino de Belmez.
 

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