14 de julio de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Pedro Engaña
─ “Al amparo de una España/ quiere a España gobernar, / y es tan dado a la patraña, / que se le suele llamar/ por los suyos, Pedro Engaña”. (M. del Palacio)
Una empresa, una comunidad de propietarios, una aldea, o un pueblito, son muchas veces reflejo de la organización, y del estado de cosas que se vive en el país.
A menudo sucede que se tache de insolidario a un vecino que sacó a destiempo la basura a la calle, y se tapen otras irregularidades, tales como la imprevisión de quien no dio a conocer las Normas, la impuntualidad del Servicio de Recogida de Basuras, la caída de unas ramas que no se podaron a tiempo, la anchura de un seto que impide el paso a los viandantes, o los vehículos mal aparcados que fastidian la circulación...
La diplomacia, la discreción, y el buen rollo, son factores imprescindibles para una buena convivencia entre todos.
El " tiro en la barriga" que Azaña recomendó como modo de actuación para poner orden en Casas Viejas a la mayoría de nosotros nos resulta repulsivo; y como Memoria Histórica es algo para olvidar, para no estomagar a aquellos que nada tuvieron que ver con esta clase de criminales; máxime si fue el mismo de la compra masiva de armas, para dar un golpe de Estado a la Segunda República: el cobarde que tras la guerra clamaba " paz, piedad y perdón".
Ahora, con la destitución de la Vicepresidenta Cuarta, parece ser que el Gobierno ha vuelto a situar en punto muerto aquella reforma de la Ley de Memoria Democrática, anteriormente Histórica, y mañana la Memoria de Pedro Engaña, en capítulos, o al mogollón.
El Gobierno es como uno de esos coches de choque al que se suben los niños en la calle del Infierno: ora choca, ora se para, ora se embala para darle la caña de España a otros niños...
Y ahora, cuando les conviene, van y sacan a colación el tema de los" maquis", esforzados combatientes que, tras formar parte de la "Resistance" volvieron a España con ánimo de reiniciar la Guerra Civil.
A los maquis les debo yo la inspiración de unos versos que escribí en mis años juveniles ─" Del romance a la realidad", los titulé─, y que fueron premiados como la mejor letra de canción en uno de esos concursos musicales que organizaba El Corte Inglés en el campus de la Universidad Laboral de Sevilla.
Aún conservo en mi memoria unas cuartetas que no son como para presumir de poeta:
Vienen por los senderos
De la Sierra Morena
Su caballo careto
Su negra pena.
Fajina traen por cinto
Trabuco en bandolera
Manta lagarterana
Quién la tuviera.
Camino de El Soldao
Por Conquista ya entran
Y a todos los humildes
Oyen sus quejas.
¡Muera el Corregidor!
¡Viva el pueblo minero!
Repartan la justicia
Los bandoleros…
En ese tiempo a los maquis me los representaba la imaginación como los últimos románticos: unos benéficos “tempranillos”, o unos benditos de Dios, a quienes Stalin, la Pasionaria y Carrillo habían dejado en la estacada, después de empujarles a la lucha, y a sabotear todo aquello que tuviera un cierto tufo franquista.
No era ajena a mi opinión una historia que había oído de pasada, y que situaba a mi familia paterna en el pueblo de El Soldao, donde tras el aviso de alguien de su confianza habían corrido a refugiarse, junto a otros muchos paisanos, en la grata compañía de D. Eulogio Paz, inolvidable personalidad, e íntimo de mi abuelo.
Como Sócrates dijo la ignorancia es el punto de partida para la búsqueda de la verdad; y con el tiempo y una caña he llegado a la conclusión de que toda decisión tiene un costo, que muchos están dispuestos a pagar incluso con su propia sangre. Le sucedió a Gabriel León Trilla, miembro del PCE, y fundador del partido, que volvió a España para combatir junto al maquis, y para su desgracia fue “asesinado en el Campo de las Calaveras por sicarios que cumplían órdenes directas de Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo”, según denuncia Josep Pla en su “Vida de Manolo”.
Entendí entonces que en un conflicto todos tienen que perder, y que nadie es un bendito si estaba dispuesto a matar a su adversario, y a cargar con las culpas de liquidar a un inocente que pasaba por allí.
Diez mil guerrilleros ─ según la apreciación del historiador Paul Preston─ conformaron aquel vasto ejército de idealistas, adiestrados al parecer por militares de la URSS.
Un ejército de combatientes que imponía su propia ley al chivato, al propietario, al enemigo, y a quienes ─ como pasaba en el otro bando─ contradecían su opinión:
─ “A. G. de L. 5º Sector, 10 Brigada. Ha sido ajusticiado por delator de Guerrilleros y verdugo del pueblo. ¡Viva la República!¡Viva la A.G.L.! ¡Mueran Franco y la Falange!”
Me contaba mi padre que allá por el año 42 ó 43, de vuelta de la feria de Hinojosa del Duque, él y sus amigos fueron atacados por los maquis en el Cruce del Cuartanero, cerca del pueblo de Espiel, donde la familia tenía una finca en alquiler, resultando herido en la cabeza uno de aquellos jóvenes, a quien el azar me llevó a conocer en una de esas fotos antiguas que publica “El Periódico” de mi pueblo.
Supongo que, como a los maquis les sucedería a muchos partidarios de ambos bandos; y a muchos curas, y monjas, y ciudadanos inocentes, que aún siguen enterrados en los márgenes de esos caminos del demonio.
Para todos ellos habrá un beso colgado en el aire, una oración, o una flor que los recuerde.
El problema es que todas esas iglesias, sectas, y partidos, que los enviaron a morir, sólo los sacan a pasear para beatificarlos, en defensa de sus propios, y mezquinos intereses: van de "santones" por la vida; y les consta que la cuerda se rompe siempre por el lado del más débil.
Lo dice Gerald Brenan en "La faz de España", en una conversación que él mismo mantuvo con un médico falangista:
─ " Le dije que en Málaga, donde había estado yo viviendo cuando empezó la Guerra Civil, los rojos no habían fusilado a los terratenientes, sino tan sólo a los pequeños industriales y a la gente sin importancia".
─ " Mire Espejo, por ejemplo. Toda la ciudad y el campo que lo rodea es propiedad de los Duques de Osuna, y sin embargo los trabajadores en sus propiedades se mueren de hambre. Los rojos tenían que haber fusilado a esa gente".
Impactado por la foto que muestra la exhumación de un cadáver al que ejecutaron sus enemigos políticos, y elucubrando acerca de tanto asesino como anda suelto, y la cantidad de cobardes a los que la historia santificó, no he podido evitar un desagradable pensamiento: si no estaría el problema resuelto, y si no viviríamos mejor, si a sicarios, matones, sicópatas, homicidas, dictadores, y matarifes, les diera por matarse ellos mismos, en lugar de tanto esfuerzo por quitar de en medio a los demás.