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20 de mayo de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Qué fue del paraíso

─ “¿Y el paraíso? ¿Existe un paraíso?/ Creo que sí, señora, pero los/ vinos dulces/ ya no los quiere nadie”

Qué fue del paraíso
Fue una mañana de mayo “en el famoso Alamillo”, un parque que Cervantes plasmó con su pluma en un magnífico lienzo: “El rufián dichoso”. Allí, en reuniones campestres, los sevillanos ponían sobre la mesa lo mejor de cada casa: el sábalo, el camarón, el albur, el conejo empanado, el pan blanco, y un delicioso clarete; magnificados a los postres con una deliciosa naranja, y un turrón de Alicante.
En ese lejano tiempo, al igual que ahora, en los juncos de la orilla del lago anidaban aves tan diminutas como el ruiseñor bastardo, y el carricero, junto a otras de tamaña envergadura, tal que la garza imperial, y el avetorillo…
Entre durillos y lentiscos, en una galería de árboles que semejaba un laberinto, tuve la chamba de oír el trino de un ruiseñor; un trino claro, armonioso, y cuajado de matices, que por momentos me recordaba a otros pájaros.
En el Parque del Alamillo las aves cuentan historias que ni los hermanos Álvarez Quintero, ni los poetas del “gay saber” igualarían con su pluma; ni siquiera Marcos Redondo, el barítono, ni el genial Pepe Marchena, “maestro de los maestros”, alcanzarían a igualar.

─ “Era un jardín sonriente, / era una tranquila fuente de cristal”.

Con tan dulce consonancia, y tan divinas lecciones de vuelo, cómo no se había de hablar de esos espíritus puros, mensajeros de lo divino, y encargados de velar por los humanos, a los que dieron el nombre de ángeles.
Incluso el Pseudo Dionisio Aeropagita los llegó a clasificar de forma tan rigurosa, que ahora resultaría extraño que se hubiese dejado alguno de ellos en el candelero.
Es de pensar que “al aire de su vuelo” el teólogo bizantino llegaría a frecuentar a estos seres celestes en un recinto cerrado, tal que una red, como acostumbran a hacer los biólogos.
Pero cada cual sueña lo que le apetece, lo que buenamente sale de dentro, o lo que ha necesidad de soñar; que ya lo dijo Segismundo, personaje de “La vida es sueño”, que “sueña el rey que es rey, y vive/ con este engaño mandando”, etc., etc.
¿O acaso es menos nocivo para la salud del educando que a Buñuel, y Dalí, les diera por soñar con una procesión de hormigas, con la pestilencia putrefacta de unos burros, con la desgracia de unos dominicos, o con la disección del ojo de una mujer… que a Juan Ramón Jiménez le diese por dialogar, como en sueños, con un tierno y peludo burrillo?
¿Es por esta suerte de “juegos sin arte” que a Lorca, a Dalí, y a Buñuel, les pareció divertido apuntar con el dedo al “Gran Putrefacto”, al esteta burgués, y al mejor de los maestros? ¡Qué gran pecado la envidia…!
¿Acaso ellos, niños de familia bien, tertulianos de Negrín en la “Colina de los Chopos”, ciudadanos del mundo, que viajaron y vivieron del peculio familiar, no se consideraron burgueses? ¿O acaso buscaban el más cálido de los aplausos, y un golpecito en el hombro?

─ “¿Te quiere, o no te quiere? ─ proclama el anuncio─ “¡Regálale V- Pet y te querrá!”. ( V─ Pet, es un pienso para mascotas).

Simpatía es una palabra que procede del griego, y que indica la capacidad que todos tenemos de sentir con los demás.
Seguro que usted habrá conocido a muchas personas dotadas de tan particularísima gracia: individuos que valoran lo positivo de cuanto se dice; que prestan sus ideas al que las necesita, y no se preocupan si se las toman prestadas; que animan el debate, y resucitan a los muertos; que buscan encontrar una solución al problema; que, como buenos jugadores de ajedrez, siguen las reglas del juego, adoptan una postura respetuosa, y esperan su turno en la fila.
Que los espíritus libres se ejercitan en la bondad, se recrean en un vuelo, y se dejan llevar de la aventura al arbitrio de los vientos. Ni se esconden tras la intriga, ni justifican su fracaso. Van de cara, y por los cardos; y hacen suyo el lema “Ex me ipso renascor”, “de mí mismo renazco”, que decían los latinos.
En un tiempo en que las apariencias, y las razones de estómago, todo lo justifican; en una sociedad de "consumo", y "presumo", sería magnífico podernos vacunarnos de ese odioso revanchismo que nos hace actuar en tiempos de paz como guerrilleros urbanos, negando el pan y la sal a quienes, por encontradas razones, escogimos de enemigos.
Renacer es mirar hacia atrás para desprendernos de tanto prejuicio inútil, para aprender a ser niños: batir en vuelo de ángel las alas que, de pequeños, nos hacían invencibles.
Que ganar no es llegar primero: es armarse a uno mismo de buenos sentimientos, y razones.

─ “El precio de las cosas ─ decía el inglés Shakespeare─ debería depender de su mérito, jamás de su epíteto”.

Entre las historias que oí de pequeño, y que impresionaron mi imaginación, recuerdo aquella de “El soldado de la bolsa”, que compartió su pan con un viejo, y a partir de ese hecho todo le salía bien; o aquella otra de la Virgen que camina hacia Belén, y “en la mitad del camino/ el Niño tenía sed”. La bondad de un pobre ciego, que cuidaba un “naranjel”, les ofreció sus naranjas, “las que quisieran coger”. Y “apenas partió la Virgen/ el ciego comenzó a ver”…
Que ya sabrá usted lo fácil que es engañarse a uno mismo, con ese “¡Sé discreto, Juanito, que ya apagará el fuego otro!”; y engañar a los demás, como artístico trampantojo que dibuja una salida en el muro, y que después resultó que nos dimos de morros. Que la falta de razones ya es de sí una derrota; y una conducta risible que merma la consideración que se tiene de nosotros y, a la larga, nos proporciona muy malos dividendos.
Vistas a través de un caleidoscopio todas las historias son la misma: la historia de un corazón que se alegra, que siente, que sufre….
En la bajada a Sevilla, a la altura de Tomares, los conductores se ven sorprendidos por un extraño grafiti que no deja indiferente a nadie. Es el grito de socorro de alguien que nos habla al corazón desde los muros de un puente:

─ “Mamá, no me hables mal de papá, por favor”.

Pero las palabras vuelan, las estadísticas se manipulan, y el hombre se deja engatusar por otros, que perturban las conciencias con oscuros “palabros”.
Según un diario local, durante el fin de semana acuden al barrio de Nervión pandillas de jóvenes de otros barrios, con la sana pretensión de apalear a “los pijos”.
¿Ángeles inquisidores, o perros de presa envelados, a los que las sectas programan?
Vivimos entre trampantojos, y laberintos, que no siempre muestran los caminos de salida.
Es muy difícil captar la esencia secreta de los nombres, de las cosas, de las personas, envueltas las más de las veces en una especie de semioscuridad, como dijo el filósofo.
En circunstancias difíciles ─ padecía una grave enfermedad, que le había apartado de participar en el canto coral junto a sus amigos─ Antonio luchaba a brazo partido por alegrar los últimos años de su vida.
A menudo nos encontrábamos en la biblioteca “Infanta Elena”, haciendo un buen uso de los libros. Solíamos esperarnos en la calle, para compartir lecturas. Tras largos años de docencia, Antonio había conseguido, por fin, dejar a un lado las matemáticas para dedicarse a escribir poemas, que luego después adaptaría para cantárselos a su madre, y hablarle suave al oído desde su corazón siempre niño.
Un espíritu similar, mi amigo Paco Soriano, siempre optó por la bondad como lema de la casa.
En una ocasión, ocupando el cargo de Delegado de Educación en Jaén, recibió en su despacho a una pareja de maestros. Llegaban alterados porque su hijo había sido víctima de un accidente, y pedían permiso para alternar su cuidado.
Con esa elegancia tan propia de quien ejerce de bueno, el Sr. Delegado pediría a su secretaria que tomara por escrito sus nombres, para agregar a continuación:

─ “Ustedes se van los dos, para cuidar a su hijo, y se despreocupan de toda clase de trámites, que ya los haremos nosotros; y cuando superen el trance vuelven los dos a su trabajo”.

Es inútil encarecer la formalidad de que hizo gala el matrimonio; así como el agradecimiento que, de allí en adelante, le mostrarían a Paco.
Una actitud similar a la que lució mi amigo fue la que tuvo Dª Victoria Kent, Directora General de Prisiones en tiempos de la II República. Como unos niños le pidieran por la libertad temporal del mayor de los hermano, para que pudiera asistir al entierro de su madre, la malagueña accedió a tan misericordioso ruego. Pasada una hora, y haciendo honor a su palabra, el desconsolado preso ya estaba de nuevo en prisión
¿Quién dijo que los ángeles custodios no existen? ¡Que se lo cuestionen a los ciudadanos de Córdoba, que llevan a gala el llamarse Rafael! ¡ Que lo pregunten a quienes conocieron a D. José Nakens, a D. Fermín Salvochea, a D. Pedro Vallina,...
Nakens, director de “El Motín” sevillano allá por el año 1881, fue un renombrado activista que, en un determinado momento acusó al poeta D. Ramón de Campoamor de haber hecho plagio; y que pasado un tiempo salió en defensa del agredido.
Como Ulises, que se echó al campo de batalla tan sólo para vengar la muerte de Patroclo, así el sentido de la caridad que llevó nuevamente a D. José a las primeras planas de los periódicos.

─“¿Qué le movió a usted a desagraviar al poeta Ramón de Campoamor?” le preguntaba el periodista y sociólogo D. Alfonso Carlos Comín:

─ “No haberle defendido ninguno de sus compañeros. Ni cuatro líneas en favor de él. Yo me desesperaba. Entonces yo defendí a Campoamor contra la envidia de los demás, contra el silencio de los demás, y contra mi propio ataque”, respondía el sevillano.

¿Quién dijo que los ángeles no existen…? Lean ustedes las aventuras de dos inseparables amigos: el sevillano Pedro Vallina Martínez, y el gaditano Fermín Salvochea Álvarez.
El primero, natural de Guadalcanal, estudió Medicina en Cádiz, y ejerció la profesión sin cobrar un duro al necesitado. Amén de eso, creó un sanatorio antituberculoso en Cantillana, y ocupó siempre las primeras líneas de combate contra las injusticias, y las enfermedades.
El segundo, “el Santo de la Anarquía”, ejerció como alcalde de Cádiz, y sus más destacadas virtudes, encarecidas en mil y una anécdotas, fueron la humildad, la solidaridad, y la generosidad.
Se dice que, en una ocasión, como no llevaba encima el carné, se identificó ante la autoridad con su cédula de presidiario. Entonces no regía la frase aquélla de : “¿Y usted sabe quién soy?”, esgrimida por un maleante.
En otra ocasión regaló su lujosa capa al Sr. Niembro, porque según él no necesitaba tener dos: le bastaba la vieja y raída para protegerse de los fríos invernales.
Paco, Antonio, Pedro, José, Victoria, y Fermín, son partes de un honroso batallón que siempre enarboló la bandera de los derechos humanos: aquélla que tenía como lemas la igualdad, la libertad, y la fraternidad.
Individuos todos que, con su extraordinaria sensibilidad, y sus “sentimiento de iguales”, dieron credibilidad a ese rótulo que identificó a las llamadas “izquierdas”, y que el tiempo aventó hasta convertirlo en perfumes, en humo, en aire…
Y es que no es posible comparar los distintos cortes de un árbol, pues cada sección representa una historia distinta del resto. ¿O es que las malas acciones de un hijo, han de aplicarse a un buen padre?
La sección que este árbol campeón hoy día nos muestra, a ojos de un profano, por desgracia dibuja un difícil pronóstico: “jineteras” que sobreviven a la ignominia, en una “Cuba libre” que nunca lo fue; tiranos que masacran a la oposición, y trasladan el oro a otros países; engreídos que se desplazan a un concierto en avión, y se complacen en recibir mil propuestas amorosas:

─ “¿Has pensado qué harías este mes con 2100 euros pre concedidos más en tu cuenta?”
 

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