6 de marzo de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Vagón de tercera
- "Somos polvo de estrellas reflexionando sobre estrellas". ( Carl Sagan)
De la luz de un candil, a la magia de la electricidad; del animal de tiro, al vehículo a motor; del cántaro "en el cuadril", a la compleja simplicidad de un grifo...
Imágenes desbocadas que pasan ante mis ojos desde la ventanilla de un vagón de tercera que me regresa del futuro.
Entre evanescentes sombras, y jirones de humo, se vislumbra el contorno de un cubo de cinc que hizo las veces de inodoro, y de bañera.
Se solía ubicar en un pequeño recinto que recibía la airosa y elegante denominación de "excusado".
En su interior un retrete, o letrina; un palanganero, que permitía disfrutar de las delicias del agua y el jabón; y un espejo, que colgaba de la pared, proyectando imágenes en el vacío.
¿Quién dijo miedo?¿Acaso los Rodrigo de Triana, los Alonso, y los Pinzón, necesitaron más bultos para descubrir las Américas?
¿Miedo acaso a un futuro sin un precioso cuarto de baño?, ¿a defecar al aire libre, rodeados de gallinas...?
Algunos ya adquirieron una cierta práctica en ello, cuando ni siquiera había a mano un trocito de papel.
¡Y tan panchos !
Y, sin embargo, qué placentera sensación evocar aquellos tiempos en que el domingo era un día de colores, distinto de los demás .
Se desayunaba en la cama, se leía "El Caso" - semblanza de una España trágica, que es nuestro pan de cada día-, y el "ABC"; y se oía misa en recatado silencio hasta que el oficiante exclamaba aquello de "¡Podéis ir en paz! ¡Demos gracias a Dios!". Y, como quien se libra de un yugo, en tan señalado momento una voz amiga musitaba:
- "¡Recoge los bártulos que nos vamos!".
"A Dios gracia" los únicos santos que alegraban nuestros días, con tan solo su presencia, eran los padres.
La tan manida frase de " cuando seas padre comerás huevo" no conjugaba con el generoso carácter de mi progenitor, amigo de darse a los suyos hasta la última miga.
Por su parte mi madre era la alegría del hogar, la mujer fuerte " que vale mucho más que las perlas"; capaz de arrastrar un camión, si necesario hubiera sido.
Nuestra casa era pequeña como una nuez, pero acogedora y molona cual carroza de Cenicienta.
En la madera de sus barandillas, y en los hierros de sus ventanas, se veían reflejadas las huellas de la metralla, triste tatuaje de guerra de quienes, por aptitud y condición abominan de las mentiras, y de las triquiñuelas del poder.
Los domingos, y fiestas de guardar, el humilde piso se ponía de relumbrón, gracias al mimo que recibía de aquellas manos amables, y de las de una joven encantadora, señalada por el dedo de los limpios de corazón.
Era hija de una familia muy pobre a la que el vulgo motejaba con un título despectivo.
Ya se sabe que el progreso material no está siempre en consonancia con el progreso espiritual de los pueblos, y de los individuos, y que en no pocas ocasiones la sabiduría popular simula ser un solemne escupitajo.
Para esa chica mi progenitora reservaba el mismo trato que me daba a mí.
El excusado se convertía entonces en un humeante "jacuzzi" en que no faltaban el cubo de cinc, repleto de agua caliente hasta los bordes, el jabón de " La Toja", y una esponja natural, para que no escapasen de sus redes ni uno solo de aquellos fastidiosos bichitos.
Las tardes dominicales las dedicábamos los más jóvenes al fútbol - ¡maravilla de los Paquillo, y de los Parrilla; desde lo alto de un pino un ángel os viene a aplaudir todavía!-, al cine, y al consabido paseo por El Llano, una especie de Paraíso urbano donde convergían los caminos del diálogo y la amistad.
Y ya en la tranquilidad de la noche, a soñar una vez más con el día que se fue: el rayo de luna que huye por estrechos callejones, y que como toda utopía es imposible de alcanzar; o sobre aquello que deseamos, que muchas veces se cumple, con ayuda del azar.
Que como alguien dijo " la vida es sueño"; y el hombre no deja de ser "polvo de estrellas", que reflexiona, y
sueña, con las estrellas.