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19 de enero de 2020 | Joaquín Rayego Gutiérrez

El tercero, lujuria

─ “Y de Cádiz a Almería / con voz ronca de aguardiente/ canta la marinería…”

El tercero, lujuria
Un ser vegetal y sensitivo, un espíritu racional, o un animal de costumbres, son los apelativos más utilizados para definir a ese conglomerado de emociones y sentimientos que es el hombre.

─ “La Lirio, la Lirio tiene, / tiene una pena la Lirio,
y se le han puesto las sienes/ moraítas de martirio…”

“La cara es el espejo del alma”, decían nuestros antepasados, creyendo tenernos tomada la medida por fuera y por dentro.
Y ya desde tiempos de los romanos hasta el siglo pasado la Fisiognomía, la Metoposcopia, la Frenología, y otras “ciencias”, se esforzaban a observar cada trozo de nuestra piel con la sana intención de explicar nuestro carácter, nuestras virtudes, y nuestros defectos.
Hubo quienes mirando a los ojos predecían el final que íbamos a tener; quienes creían adivinar los sucesos del pasado, del presente, y del futuro, por las líneas de la frente; quienes detectaban cualidades y defectos según la forma del cráneo…
Pero el ser humano es algo mucho más complejo que lo que puedan decir las líneas de la mano, las arrugas de la frente, o los gestos de la cara.
Tan complicado, y tan voluble, que en ocasiones el inconsciente nos contradice, y “donde dije digo, digo Diego”. Es lo que se ha dado en llamar “parcialidad implícita”.
Por ejemplo, hay quien ostenta los galones de progresista, de islamista, o de cristiano, porque su credo responde a la obligación moral de ser solidario con el prójimo, pero que antes de compartir lo que tiene se daría con un hierro en los dientes para quitarse las ganas.
Y hay también quien valora la lujuria como un pecado social (versus: “la Manada”), y un peligro para la salud de los jóvenes, enganchados al porno desde edades cada vez más temprana, y de una manera hipócrita lo único que se le ocurre es proponer como asignatura unas charlas de sexualidad, y las oportunas conferencias de los expertos del ramo, y de animadores del sexo, cuya práctica es recomendable en todas sus variantes, para que los niños puedan optar “libremente” en un futuro.
Empresarios cualificados que se justifican argumentando que el negocio en “puticlub” es una “estrategia comercial” para cazar clientes; espíritus cultivados que un buen día te dicen “que admiran a la mujer “, y al siguiente que “¡Qué buen polvo tiene aquélla!”; y progresistas declarados que hicieron del despacho un burdel para sus expansiones íntimas…

─ ¡Quién quiere ver, un titirimundi por un alfiler..!

Argumentos hay para todo, y padres que delegan la educación de sus hijos en el primero que llega; y quien se deja convencer porque, “aquí valen los galones”, y como dice el “amaestrador de perros”, los últimos de la escala social están obligados a callar, y a aceptar las órdenes del superior.

Al cardenal D. Pedro Segura el pintor alcalareño Baldomero Romero Ressendi le sacó de sus casillas cuando le mostró uno de sus cuadros ─ “Las tentaciones de San Jerónimo”, 1946─, en el que figura un ermitaño desnudo en indecorosa actitud.
Muy distinto le debió parecer a la feligresía sevillana el relato de su paisano, e informada de la “herejía” no dudó en hacer largas colas en la sevillana calle de Velázquez, para acceder a la Galería en la que el cuadro estaba expuesto.
Bastó con la prohibición para que los clarines de D. Carnal tocasen a rebato.
Y es que a los malos políticos les pueden las prisas y “las escalas de poder”, y en lugar de procurarle al pueblo una buena educación creen preferible el “trágala”, y el ordeno y mando, como si de domadores de circo se tratara.
Y el pueblo, dispuesto a dejarse contaminar por el último que llega: “los de abajo”, por la Marquesa del Tango, a la que acompaña con palmas si ésta se empeña en bailar unas corraleras; y “los de arriba”, a adoptar como propio aquel desgraciado paño con que se tocaban las “mujeres de vida fácil”, y a convertir la mantilla de blonda en símbolo de cristianismo, y realeza.
Simple cuestión de fluidos, de moléculas que se mueven a lo largo y ancho del recipiente, mezclándose entre ellas, unas veces por simpatía, otras por publicidad, y las más por una propaganda engañosa de promesas no cumplidas.
Folletines los hay para regalar; sólo tiene usted que asomarse a la tele para oír los matices de voz con que se adorna el Doctor Sánchez en sus múltiples versiones de la mentira; o el glamour que derrochan los tertulianos; o el baile de los apaches ─ “Si vas a París, papá…”─, o “la voz de su amo” que danza sin reparo alguno alrededor de su líder; o la tronante actitud de las cortesanas que o amenazan con el dedo (“¡Machismo, machismo..!”, o exhiben su palabrería en impúdico desnudo “de ciencia sin raíces”.
Si asiste a tamaño circo, que es un bodrio subvencionado con un “fondo de reptiles”, tendrá reservado un palco de honor en la Barrera del Trono, en el “Café de la Luna”, o en uno de aquellos antros donde los bailarines se descoyuntan en una “orgía de ritmos y curvas”, al son del ritmo de moda:

─ “Y el entusiasmo del concurso llegaba al límite cuando los brazos en guirnalda recogían la cabeza rizada, como una gran flor diabólica, y la bóveda pura y mórbida del vientre se estremecía en los supremos espasmos rimados de las bayaderas, mientras sonríe sedienta la boca escarlata y húmeda y las pupilas negras se tornan estrábicas, como en el instante cumbre en el divino desmayo de la voluptuosidad”.

***

─ “Apoyá en el quicio de la mancebía / miraba encenderse la noche de mayo…”

Ni que fuera un accidente, o “un apagón total”, como en “Yesterday”, la película en la que el protagonista sufre un accidente y, al despertar, comprueba atónito que los “Beatles” nunca existieron.
Como el mundo del revés con el que soñara Alicia en el País de las Maravillas, o el teatro que un día vimos con nuestros propios ojos.
¿O no es éste el teatro, acaso, de los que viven “a cuerpo de rey”, y se pasan la ley por el forro; de los que se suben el sueldo, sin tener en cuenta los miles de wassap que piden una rebaja; de los que forjaron el concepto de “familia─ sanguijuela” del buen ciudadano; de los que roban al pobre, para darle prebendas al rico; de los que sus padres llevaron a Franco bajo palio, etc..?
Y tendrán el cinismo de decir que “Cáritas”, “Proyecto Hombre”, son organizaciones, de derechas por ejercer “la caridad” con los necesitados.
¿Y ellos de qué lado andan, si ni ellos mismos se conocen?
No hay más que leer “Historia de un idiota”, el libro en el que el catedrático de Estética Félix de Azúa pone de chupa de dómine a sus viejos correligionarios, para ver que los mecanismos de promoción, la inquisición partidista, y otras formas de censura, no son cosa del pasado.
¡Libro anti─ lagañas! “¡Ca´p´encalá!”, que diría un clásico.
 

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