23 de octubre de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Los mandamientos del pobre
En la década de los 80 quien suscribe estas líneas tuvo la suerte de participar, gracias a la inestimable colaboración de sus alumnos, en la noble tarea de rescate de algunos trozos, hoy en día olvidados, de ese enorme mosaico que conforma la cultura oral del Aljarafe sevillano: una veintena de lindos pueblos que tienen como centro espiritual el santuario de Loreto, en el término de Espartinas.
Con la única pretensión de acercase a su entorno, de disfrutar de las vivencias de sus mayores, y de “espigar” algunos datos de entre las innumerables manifestaciones lingüístico─ literarias de la comarca, sin armar ruido alguno aquellos alegres jóvenes fueron allegando un riquísimo material que tan sólo la desidia de los “animadores culturales” del C.E.P. de Pilas condenó a dormir el sueño de los justos, con la excusa de que no había en la Consejería de Educación unos expertos capacitados para dar un sentido adecuado a aquello, y tras permanecer dos años retenido en los distintos cajones de la incompetencia política, y de la ineptitud, por no pensar otras cosas.
Y es que en esto, como en todo, hay que tener padrinos hasta el hartazgo. Y más vale que sobre, que no que falte...
Tan cortísimas “relaciones” va de mandamientos, y aunque en otro contexto, y en muy distinta situación, en lo esencial no han perdido su vigencia, ni mermado su frescura:
LOS MANDAMIENTOS DEL POBRE:
Er primero: Roá por er suelo.
Er segundo: Roá por er mundo.
Er tercero: No comé vaca ni carnero.
Er cuarto: Ayuná despué de jarto.
Er quinto: No bebé blanco ni tinto.
Estos mandamientos se encierran en dos:
En matá piojos, y en peí por Dios.
LOS MANDAMIENTOS DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA, EN EL SIGLO XIX:
El primero, que en España no hay dinero.
El segundo, que está revuelto el mundo.
El tercero, que no tienen vergüenza los caballeros.
El cuarto, que los soldados andan descalzos.
El quinto, que en España hay mucho escrito.
El seis, que no obedecen la ley.
El siete, que unos se salen y otros se meten.
El ocho, que está revuelto el corcho.
El nueve, que le quitan la ley al que la tiene.
El diez, que unos a otros no nos podemos ver.
Estos diez mandamientos se encierran en dos:
Unos que sí, y otros que no.