3 de octubre de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez
La hamburguesa de la abuela
─ “EN NUESTRO TIEMPO DE ODIO Y CAOS SERÁ EL HONRADO EL QUE DISCULPARSE DEBA ANTE EL LADRÓN”. ( WILLIAM SHAKESPEARE)
¿Oyó usted hablar alguna vez del venezolano Rafael Bolívar Coronado (1884─ 1924)? Pues yo tampoco, hasta hace muy pocas fechas; y nada menos que fue el creador de la letra del celebrado joropo “Alma Llanera”, el himno más querido y más cantado en Venezuela.
¡Venga, anímese usted! Lo empieza cantando uno de nosotros, y que a su preciosa melodía le ponga la alegre Tuna sus voces de terciopelo:
─ Yo nací en una ribera/ del Arauca vibrador.
Soy hermano de la espuma, / de las garzas, de las rosas, / y del sol.
Pues algo jugoso le voy a referir hoy acerca de las virtudes del citado poeta. Que cuando vino a España, becado por su gobierno, trabajó como secretario del poeta granadino Francisco Villaespesa; que por encargo de una famosa editorial de su país, se dedicó a copiar manuscritos en la Biblioteca Nacional de Madrid. Y que fue un escritor talentoso.
Que tanto y tanto laboró que llegó a firmar sus trabajos con hasta un total de seiscientos seudónimos. Y que bajo uno de ellos confeccionó una antología poética, que tituló “Parnaso Boliviano Selecta”, a la que puso un prólogo de “Rafael Bolívar Coronado”, su verdadero “yo”.
En el libro figuraban un total de cuarenta y cinco autores, con sus respectivos poemas escogidos, y con sus correspondientes biografías. Todo ello producto del cacumen de un espíritu inquieto que consiguió confundir a críticos de la fama de Díez─ Canedo, y del intelectual sevillano Rafael Cansinos─ Assens.
Pero su enorme capacidad para imitar a los más destacados escritores, y los más diversos estilos literarios, no le serviría sin embargo para colar los supuestos manuscritos de la Biblioteca Nacional, denunciados por estudiosos y especialistas de su país; y lo más gracioso aún es que, enviado como corresponsal de guerra a África, tuvo la extraordinaria precaución de no pisar suelo africano sino en la ficción de sus crónicas.
¡Qué hombre, que con toda esa gran valía, y que acabara sus días arruinado..!
Tan incomprensible actitud me recuerda la de aquel otro gigante de mis años de juventud que, portando encima de su cabeza todo un carro de cartones, como un San Cristóbal, pasaba por mi puerta, agonizante y sudoroso, en pleno infierno estival.
La gente no comprendía que por no querer a ir al ritmo del común, ni menos aún prestarse a hacer pequeños encargos a sus vecinos, cargase con tanta cruz.
¡Los caminos de la vida!, que hay ciegos que ven por dos; y bizcos que dan sablazos, como aquel “Bizco Pardal” que entretenía con sus ingeniosas ocurrencias, y con sus graciosos chistes, al torero Joselito “El Gallo”.
Cosa de poca monta si se compara su fortuna a la del famoso Midas, rey de Frigia a quien de pequeño le llenaron la boca de granos de trigo, y los adivinos le pronosticaran que de mayor sería el hombre más rico del mundo. Algo así como Bill Gates, el primero de la lista Forbes.
Infiero que el manager de la marca de bebidas “Coca Cola” no le debe de ir a la zaga; al menos en lo concerniente a manipular los sentimientos de sus fieles seguidores, y en hacer de la filosofía “hippie”, y de bellísimas canciones, el mejor decorado posible de la ilusión y de la libertad; todo ello escenificado con montañas de flores, en cuyas hojas se asienta la dualidad taoísta del yin y el yang.
Algo así, pero más vasto y escatológico, es la “M” que preside la solidaria filosofía de los establecimientos McDonald´s.
Un verdadero comedero de los hombres de hoy, y de gente del mañana, atacados por las galácticas ondas de las prisas; escapistas del cemento y del neón; mendigos de nudo y corbata; sabios de pacotilla apegados al eslogan basura del día a día, y a la lacerante soledad de un wassap, sin los cuales la vida carecería para ellos de un Norte tranquilizador.
Como diría un gran pensador, y poeta: el sevillano Aquilino Duque:
─ “La gran aporía de nuestro tiempo es que los medios de manipulación de masas tienen el monopolio de la libertad de expresión y por ello nos son indispensables”.
Qué bien retrató Federico a quienes “limpian con la lengua/ las heridas de los millonarios”; a esos escolares rubicundos y consentidos, que meten pataditas bajo la mesa por crueldad, sin ton ni son, sin que nadie les riña, ni los del acomodado sillón les rectifique.
Y qué regalada vida la de ese paraíso de colorines, en el que todo el mundo piensa que nunca padecerá los horrores de Auswitch.
Pregúntenle al Sr. Pato por la filosofía de la hamburguesa, y verán qué les responde. Que si han puesto una pica en Flandes, que si la lógica estructural de las encuestas, que si los porcentajes van asociados a la gran cantidad de carne que importan…
Pregúntele usted, sin dejarse acharar, si esas carnes eran aptas para el consumo humano; si en Rusia, y en China les amenazaban con expulsarles porque sí, o bien por exponer a los ciudadanos al veneno de sus productos.
“Money, money, money”, que diría la sin par Liza Minnelli, levantando sus faldas al aire.
¿Y ahora va a resultar que el individuo cabal y honrado tenga que disculparse ante el ladrón, como diría Shakespeare? “Cuá, cuá, cuá”, que canta el pato.
Las hamburguesas McExtreme, son el timo de “la abuelita”, por mucho que se empeñe la Sra. Maruja, pues muy pronto se echará a notar que el producto principal presenta una “baba rosa” de película de terror.
Me parece un atentado, y una mentira de mal gusto, asimilar lo mejor de nuestra cultura gastronómica, los fogones de la abuela, a esa otra comida basura de países que serán mucho más ricos, pero que comen mal, y que están peor alimentados que nosotros.
¡Un respeto a esa cocina que nos hace saludables, aunque no tengamos el pelo rubio!
Menos lobos, Sr. Freixa, que no todo es publicidad, ni llenar de un falso éxito los bolsillos; que a ciento cuarenta euros el menú bien puede usted practicar con esos sabores raros de la “Nouvelle Cuisine”, hasta echar humo por la boca; amén de esos nombres tan horteras que como esa “Alegoría del atardecer laminado, engalanado con esencias de lágrimas rojas de primavera”, nos recuerdan la consabida frase de Forges:
─ “Más cursi que un flato de mezzo soprano”.
Y no piense que se es reacio a todo aquello que no se conoce; que a mí no me importaría concertar una reserva en su restaurante si contara con su creatividad y fantasía, con las finanzas de Víctor Manuel, con el tesoro escondido de los hermanos Almodóvar, o con una sola “manita” de la consabida subvención.
Pero lo de la publicidad, eso sí que me ha llegado al alma; eso sí que no lo perdono, que todavía hay quien considera aberrante hacer apología del aborto; del veneno, por muy autorizado que esté, de la hoja de coca, de las virtudes letárgicas de la absenta, de los delirios que provoca la mandrágora, etc...
Que no niego que a primera vista haya productos tan ricamente embalados que constituyan un delicioso manjar para todos nuestros sentidos, como la manzana de “Blancanieves”.
Que desde hace ya más de un siglo que el irlandés Bernard Shaw habló del doble juego de ese póker de engaños ─ “El secreto del éxito es atacar al mayor número de personas”─; pero me pregunto qué les va decir usted a aquellos que tanto confían en sus artes culinarias, y a quienes después adoctrinará vendiendo sus “delicatesen”.
De ser su príncipe azul les va a parecer horrible que usted se preste a un engaño; les parecerá uno de esos feos y barrigudos sapos a quienes las brujas visten de suave terciopelo; y al que incluso le cuelgan cascabeles al cuello, y gorro con la letra “M”, a modo de consentida mascota.
Deje usted para otros ese papel de hombre anuncio, que en modo alguno conviene a su credibilidad, y que en McDonald´s debiera de ser la imagen del gemelo monocigótico del rollizo Michelín.
Dichoso los tiempos aquellos en los que tenía valor la palabra; en los que un negocio entre personas se reducía a un simple apretón de manos, y a la palabra empeñada.
En el libro indio del “Pantchatantra” se dice que “el hombre es hijo primero de su madre, pero después de la palabra.”
Los cucos hacen su nido en la intimidad de otros pájaros, para así no gastar más energía de la necesaria en alimentar a su bebé.
Los cuervos, al parecer, conocen tan bien al hombre que no desconfían de las pacíficas intenciones de quien porta sobre su hombro una caña de pescar.
Aquellos pájaros de mal agüero son similares en su etología a esta otra clase de hombres que, como el ladrón del chiste, se arrepienten de sus pecados cuando llega Navidad; pero, pensándolo mejor, rectifican:
─ “¡Otra cosa, que no pecado, es el oficio de cada cual!”