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27 de abril de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez

El Grito

─ “EL GRITO DEJA EN EL VIENTO/ UNA SOMBRA DE CIPRÉS”

El Grito
Siempre que escucho en la radio, o que leo en los periódicos los mil avatares de la política, recuerdo una peculiar historia de la que me hizo partícipe un industrial.
Resultaba que por aquellas fechas el referido chalán no tenía ni un grano de maíz en el silo, y le acuciaba la necesidad de dar de comer al ganado, aunque se tuviera que plantear la posibilidad de dejarse la bolsa en el intento; cuando hete aquí que el azar vino en buena hora a comer de su mano, por obra y gracia de un agricultor que se ofreció a venderle unas cuantas toneladas de tan precioso grano:
─ Pero, hombre de Dios, quién necesita eso. Si hubieras venido antes, tal vez; pero, a estas alturas de temporada están los pósitos que se desbordan, y no vas a encontrar a nadie que te lo quiera recoger. Anda, y trae acá esos camiones de grano, que ya veremos lo que podemos hacer con ellos. Que otra cosa será el precio; porque… ¿qué te puedo yo ofrecer por esta ruina de negocio?
Un chalaneo similar, adobado de mil trucos y mentirijillas, es la que plantea el ruso Chejov en uno de sus relatos en el que, a falta del médico, el practicante kuriatin se arriesga a sacarle una muela al sacristán Vonmiglásov:

─ A ver, abra más la boca... ─ dice, acercándose al sacristán con los fórceps ─. Ahora mismo... Es cosa de un momento... Tendré que hacerle una incisión en la encía... efectuar la tracción según el eje vertical... y eso es todo... ─Hace la incisión─. Y eso es todo...
─ Usted es nuestro protector... Nosotros, estúpidos, somos unos ignorantes, pero a usted lo iluminó el Señor...
─ No hable con la boca abierta... Esta muela es fácil de extraer, a veces uno no encuentra más que raigones... Pero ésta es cosa de nada... ─ aplica los fórceps─. Quieto, no se mueva... En un abrir y cerrar de ojos... ─Efectúa la tracción─. Lo principal es agarrarla lo más hondo posible ─Tira... ─ Para que la corona no se rompa...
─ Padre nuestro... Virgen Santísima... Ay...
─ Así no... así no... ¿A ver? ¡No me agarre! ¡Suélteme! ─Tira─. Ahora... Así, así... La cosa no es tan fácil...
─ ¡Santos padres!... ─grita─. ¡Ángeles del cielo! ¡Ay, ay! ¡Pero tira ya, tira! ¿Te vas a pasar cinco años para arrancarla?
─ Esto de la cirugía... De un golpe no es posible... Ahora, ahora...
Vonmiglásov levanta las rodillas hasta la altura de los codos, mueve los dedos, los ojos se le desorbitan, respira fatigosamente... Su cara, congestionada, se cubre de sudor, los ojos se le llenan de lágrimas. Kuriatin resopla, se mueve ante el sacristán y sigue tirando... Transcurre medio minuto horroroso y los fórceps se escurren de la muela. El sacristán se pone en pie de un salto y se mete los dedos en la boca. La muela sigue en su sitio.
─ ¡Vaya manera de tirar! ─ dice con voz llorosa y, al mismo tiempo, burlona─. ¡Ojalá tiren así de ti en el otro mundo! ¡Muchísimas gracias! ¡Si no sabes sacar muelas, no te metas a hacerlo! No veo ni la luz...
─ ¿Y tú por qué me agarrabas de ese modo? ─se irrita el practicante─. Cuando yo tiraba, me empujabas en el brazo y no cesabas de decir estupideces... ¡Imbécil!
─ ¡El imbécil serás tú!
─ ¿Crees, mujik, que es fácil extraer una muela? ¡A ver, prueba tú! ¡No es como subir a la torre de la iglesia y repicar las campanas! ─Remedándole─. «¡No sabes, no sabes!» ¿Quién eres tú para decirlo? Al señor Eguípetski, Alexandr Ivánich, le extraje una muela y no protestó para nada... Es un hombre mucho más distinguido que tú; no me agarraba... ¡Siéntate! ¡Te digo que te sientes!
─ No veo nada... Espera a que recobre el aliento... ¡Oh!
Se sienta.
─ Pero no te entretengas tanto, tira fuerte. No te entretengas y tira... ¡De una vez!
─ No me des lecciones. ¡Señor, qué gente más ignorante! Es para volverse loco... Abre la boca... ─ Aplica los fórceps─. La cirugía, hermano, no es una broma... No es lo mismo que cantar en el coro... ─ Hace la tracción ─. No te muevas. Se ve que la muela es vieja; las raíces son muy hondas... ─Tira ─. No te muevas... Así... así... No te muevas... Ahora, ahora... ─Se oye un crujido─ . ¡Ya lo sabía!
Vonmiglásov permanece unos instantes inmóvil, como si hubiera perdido el conocimiento. Está aturdido... Sus ojos miran estúpidamente al espacio y su pálida cara está bañada en sudor.
─ Si hubiera usado el pie de cabra... ─balbucea el practicante─. ¡Buena la hemos hecho!
Volviendo en sí, el sacristán se mete los dedos en la boca y en el sitio de la muela enferma encuentra dos salientes.
─ Diablo sarnoso... ─gruñe─ ¡Te han puesto aquí para nuestra desgracia!
─ Todavía vienes con insultos... ─ protesta el practicante, colocando los fórceps en el armario─. Eres un ignorante... En el seminario no te zurraron bastante... El señor Eguípetski, Alexandr Ivánich, vivió siete años en Petersburgo... es un hombre culto... lleva trajes de cien rublos... y no me insultó... ¿Y tú, qué gallinácea eres? ¡No te pasará nada, no te morirás por eso!
El sacristán coge el pan bendito de la mesa y, con la mano en la mejilla, se va por donde había venido...

Desde que el gran promotor de la llamada “prensa amarilla”, el magnate americano William Randolph Hearst, declaró la guerra a España por una mentira orquestada desde sus periódicos, desconfío de la veracidad de algunas noticias, aparecidas con demasiada asiduidad en la prensa; aunque como cualquier otro contribuyente me sienta agradecido y deudor de la jueza Mercedes Alaya ─ separada de su cargo por atiborrar de expedientes la mesa de su despacho─ ; y de ese humilde periodista “que los sociólogos llaman un ‘pequeñoburgués liberal’, ciudadano de una república democrática y parlamentaria”, servidor de una industria periodística preocupada por las ganancias, y que más que un “encargo” persigue “la ilusión de avivar el espíritu” de sus compatriotas, como se define a sí mismo el escritor D. Manuel Chaves y Rey:

─ Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio – como dicen los marxistas –, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionado periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo.

La posibilidad de tener un periódico honrado, que dé con fidelidad y exactitud las noticias, fue una de las normas de vida que se dio para sí mismo el implacable Charles Foster Kane, protagonista de la película “Ciudadano Kane”; pero aquellos buenos propósitos duraron tan solo un minuto, y ya al siguiente se jactaba de comprar a aquellos reputados periodistas que, hasta entonces, representaban una ideología radicalmente distinta a la de su periódico; y de propiciar, con el poder del dinero, que todo el mundo pensara “lo que yo les ordene que piensen”.


─ “Mira si es sabio el señor/ que nos quita los pecados/ y deja la tentación”.
Que pájaros serán esos que tan sigilosamente preparan los temarios de oposiciones, y luego se los pasan entre ellos, para que sirvan de coladero oficial a sus ahijados, como sucedió con las sospechas de amaño en las pasadas oposiciones a Policía Local de Sevilla; qué pájaro, que no sea el cuco, pone el huevo de las subvenciones en los nidos de su tribu; qué búhos, de imperturbable mirada, elegirían detalladamente el tribunal que había de examinar a sus hijos, para así regalarles un nido de esos que llaman “de por vida”.
Quisiera recalcar que no son mías tan volanderas expresiones ─ que una vez que usé el término “gerifalte” en una reunión de profesores, uno de aquellos docentes de tronío, pero de muy escaso bagaje léxico, a poco más si me quema en la pira inquisitorial─, son de Triana Martínez, quien ante el juez declaró que esto “era un procedimiento común” en la Diputación de León.
Los pájaros a los que refiero no son políticos serios, ni periodistas honrados, ¡Dios me libre! Son una larga relación de delincuentes y mafiosos cuyas cuentas quedarán pendientes para que aparezcan algún día en las páginas de “El Caso”; “brotes nuevos” de esos añosos caciques que amenazan a los pueblos con dejarlos sin un céntimo, en el caso de que desaparezcan sus endogámicas prerrogativas. Que como diría Chesterton:
─ Los viejos tiranos invocan el pasado, los nuevos tiranos invocan el futuro.

Me quería referir a esa clase de loritos, ruidosos, teatreros, incorregibles, e histriónicos a más no poder, que a falta de un público que les crea pretenden promocionar sus manidos folletines, rechazando los guiones que no incidan en sus intereses, y borrando de un plumazo las opiniones de otros partidos─ “Podemos y C´s han hecho los números y saben que no van a llegar al poder en una diputación en 40 años”, asegura Rodríguez Villalobos, presidente de la Diputación de Sevilla─, contrarios a perpetuar sus componendas política, y la sangría económica, que suponen las Diputaciones en este engendro de país de los mil y un organismos oficiales:

─ “¿No os dais cuenta ─ les espetaría “a cara de perro” el admirable Eugenio Granell ─de que reducís vuestro mundo a vuestro sectarismo? Ya sólo habláis entre vosotros ─y sabéis mejor que yo que eso no ahorra chismes─, ya sólo juzgáis mintiéndoos con vuestros textos, ya sólo leéis lo de vuestra facción: habéis borrado de la vida la mayor parte del mundo. No os interesa más que lo dicho por vuestra camada. Lo medís todo por el sistema decimal de vuestros sagrados textos.

Para el presidente de la Diputación de Córdoba: “la mala fama de las diputaciones es por trabajar de forma muy callada, siempre en segundo plano”. Se ve que D. Antonio Ruiz es amigo de la discreción, como aquel refrán que dice: “No digas tu secreto al amigo/ por si contra ti fuere testigo”.
D. Ignacio Caraballo, representante de Huelva, achaca la debilidad de este organismo a estar en un “oscuro” lugar intermedio, entre las comunidades autónomas y los ayuntamientos, a los que nadie se atreve a poner en duda…
Es la frase literal que suscribe el periodista Raúl Estévez. Y la sensación que un medio lector percibe es que el Sr. Caraballo es un “acusica”, preocupado por encontrar “defectos” a los demás, en lugar de mirarse al espejo a sí mismo; que a ese paso, y si Dios quiere que sigan metiéndose el dedo en el ojo unos a otros, “todo se andará”.
Por último, quisiera aludir al vergonzoso tratamiento que los Sres. Presidentes dispensan al sufrido pueblo andaluz, a ese pueblo que al parecer no es el “suyo”, al que califican de “masa” tope, indocta y fácil de malear, cuando aseguran de esas nuevas formaciones que “abusan del populismo y del discurso fácil de decir lo que la gente quiere escuchar sin entrar en profundidad en los temas para atacar a las diputaciones”.
Así, sin comas ni nada, como fruto de un rabioso sofocón.
(“¡Romanones! ¡Romanones!”, que diría el arriero del cuento, y que suscribe un servidor).

Tamañas declaraciones figuran impresas en “Diario de Sevilla”, en el Debate de los Presidentes de las Diputaciones Andaluzas, organizado por el Grupo Joly, que no sé yo qué se le habrá perdido en esto, que bastante tienen con sus deudas; y todas ellas se resumen en que “los dirigentes de las corporaciones provinciales dibujan el futuro en un encuentro en el que se diluyeron los colores políticos”, y en que “el mantenimiento de las diputaciones es de los pocos temas en los que el PP y el PSOE han sido capaces de ir de la mano”.

Desconozco si el refranero lleva razón cuando dice aquello de: “Reunión de pastores, ovejas muertas”; o aquello otro, que me disgusta profundamente porque a nadie le apetece hacer el papel de víctima: “Al cuervo no agrada el asno vivo, sino muerto”.
Pero después de considerarme una víctima de tan deplorable cháchara de loritos presumidos ─ “deles usted, en fin, el uso de la palabra y mentirán”, que diría el bueno de Larra─ me apetecería repetir lo que ya dijo Enrique Ibsen a aquel odioso nuevo rico que pretendió lucirse a su costa:

─ ¡Muy estimado amo de casa! ¡Muy estimado Señor! Quiero solamente comunicarle que en esta mesa falta vino tinto…

Vino tinto, y un buen jamón, como el que algunos degustan en “Casa Modesto”.
Y una vez terminado tan ruidoso parlamento, les quisiera responder con unas sinceras palabras del poeta Salvador Rueda, que para mi gusto representa una opinión más justa, más leal, más noble, y menos “interesada”, de esa “masa” que algunos “inteligentes” ignoran, e ignorarán, porque carecen del más básico de los principios, de un mínimo de “sentido común”:

─ Al verme en mi dolor, cual si llorara, / Dije: “¡Cristianos, acudid, que muero!”;
Mas no hay fe, y al grito lastimero/ No rasgó mi amargura la luz clara.
Grité, puesto de hinojos ante el ara: / “¡Hombres de honor, vuestra piedad espero!”;
Mas de tanto fingido caballero, / Ni uno volvió la indiferente cara.
“¡Filántropos ─ clamé─, predicadores, / Moralistas, filósofos, doctores,
Consolad mi amarguísima tristeza!”
Nadie escuchó mi acento suplicante; / Grité: “¡Canallas!”, y en el mismo instante
Volvió a mí todo el mundo la cabeza.
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