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23 de marzo de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Los pregones

Los pregones
Entre los innumerables ruidos que antaño llenaron de personalidad cada rincón de nuestros pueblos habría que reseñar algunos tan amables como las canciones de cordel, interpretadas por ciegos, el sonido de las campanas, y los consabidos pregones:
“L´agua lá que baja lá”, pregonaba en neto andaluz el aguador granadino anunciando una mercancía que bajaba desde los fríos neveros de Sierra Nevada. Y el sorprendido turista, poco hecho a tan singular fonética, miraba a la calle con la inquietud de quien asistía impertérrito a la invasión de la ciudad por parte de aquellos moros de que hablaba Washington Irving en sus Cuentos de la Alhambra.
Pero dejemos que sea otro andaluz, D. Francisco Rodríguez Marín, quien nos hable de la materia:

─ El folklore, que recoge, clasifica y estudia, en su amplia diversidad de manifestaciones, todo el saber pasado y presente de los pueblos, no podía prescindir de los pregones de la calle, aun siendo esta rama una de las menos frondosas de árbol tan gigantesco. En tales piececitas vulgares, de subido valor etnológico, hay que considerar y analizar, lo primero, su letra y su tonada. Sobre esta última, circunscribiéndose a los pregones sevillanos, don Juan Bautista de Elúztiza, prebendado organista de la majestuosa Catedral hispalense, dio, en obsequio mío, por mayo de 1916, una interesantísima conferencia en el Ateneo de Sevilla, ilustrándola profusamente con las habilísimas reproducciones vocales de diversos pregones.

Y aquí el estudioso osunés cita los pregones “del tío de las zaleas”, del vendedor de jaulita de grillos, de la “cá pa´ncalá”, o del “famosísimo pregón de Quijá el florero, largo, complicado, espiritual y sensual a un tiempo, sembrado de más lindos matices que las flores mismas que de su extendido canasto rebosaban.”
Y subraya como característico del buen pregón la gracia que para entonarlo tiene el vendedor del producto, que “los que se precian del arte de decir la llaman (a la gracia, a la sal) garabato; y aunque es palabra grosera, tiene conveniente proporción; porque el garabato tira, prende y arrastra.”
Garabato y pesquis (perspicacia), cualidades necesarias para publicitar bien la mercancía, y para poner gusto en la compra.
…..

Una luz primaveral de floridos azahares, inundaba la vieja y enorme casona de Dolores, cuando la amable sonrisa de su sobrina Ana María me anunciaba que Francisco Mora Colchero me quería conocer.
La primera impresión que tuve de tan cálido personaje fue la de quien disfruta de la presencia de un niño curioso y grande, que se complace en preguntar por su “ciencia” a toda clase de personas.
En este caso me tocó sortear unas simpatiquísimas preguntas acerca del alifato, y de la posible etimología de algunas voces árabes relacionadas con el andaluz.
Fue a finales de los 70, y me encontraba de invitado en la casa de los Monsalve, en el sevillano pueblo de Aznalcázar.
Después de una animada charla, en la que el protagonista era Francisco, mi amiga me refirió innumerables anécdotas de tan singular vecino y de su hermano Ignacio, depositarios ambos de una extraordinaria sensibilidad artística, y conocidos garantes de la cultura local, recogida a pie de calle en las mil y una tertulias a las que invitaban a los enamorados a la vida, y a todo aquel tuviera algo nuevo que decir.

Años después ─ en los cursos académicos del 87 al 90 ─ tuve la suerte de trabajar en el Instituto de Enseñanza Media de Pilas, que en la actualidad lleva el nombre de “Torre del Rey”.
En esa época desarrollé junto a mis alumnos un trabajo de recopilación del folclore de la zona, al que pusimos por título: “Aproximación a la literatura oral en la comarca de Las Marismas”, trabajo que quedó inédito a pesar de su interés, y del empeño mostrado por el vicedirector del centro D. Manuel Lombardo Martínez, animoso partidario de que tanto esfuerzo tuviera la oportuna acogida por parte del CEP de la zona; lo que resultó una verdadera utopía, o poco menos que pedir peras al olmo, pues tras tres años de “secuestro” lo devolvieron a mi poder sin decir ni siquiera “mu”.
Por falta de la necesaria humildad, o por ese plus de precipitación que imprime a nuestras vidas el trabajo, no se me ocurrió volver a pensar en la desinteresada labor de aquellos ángeles custodios de la cultura popular que eran los hermanos Mora; y es ahora, con el tiempo suficiente para repensar lo vivido, cuando caigo en la cuenta de que el trabajo de aquéllos tuvo la suerte de caer en manos de D. Pedro M. Piñero y de Dª Carmen Durán, y de ser publicado por la Fundación Machado, de Sevilla, con el título de “Cancionero de Aznalcázar de los hermanos Mora”.
Pues bien, los pregones reseñados en este artículo, que permanecen inéditos, no figuran en el citado libro. Fueron recogidos, como dije, en una amplia zona que forma parte de la comarca sevillana de “Las Marismas”.
El Pregón de los Caramelos es muy posible que sea el que interpretara el gaditano Gabriel Macandé, y que podemos escuchar en Internet en la voz de Chano Lobato.
Y forman parte de ese humilde ramo de flores de la sabiduría popular que alimenta el espíritu, y que pretende engrosar el material etnológico del futuro museo local de la Fábrica de Harinas de Peñarroya─ Pueblonuevo, tras el reciente anuncio de que nuestro gobierno municipal se ha decidido a poner pie en pared en tan ilusionante proyecto, en el que un servidor estaría dispuesto a contribuir hasta de “chico” de los recados.

─ VENDEDOR DE ACEITUNAS:
Una niña en el balcón/ Me preguntó esta mañana
Si por fortuna traía / Aceitunas sevillanas.
Al punto le contesté: / “Yo vengo de Dos Hermanas
Sólo por traerle a usted/ Aceitunas sevillanas”.

─ ¡Morenas y verdes!
Aceitunas manzanillas/ Morenas y verdes.
Y yo te las doy a prueba/ pa´que las pruebes.

─ VENDEDOR DE PAN:
A la una, a las dos / A las tres de la mañana
Se levanta el panadero/ Con los calzones de pana.
Apareja el borrico/ Y se marcha a la estación
Para ir a Zaragoza / A vender pan de Aragón:
“Con el pan, parabán/ Muchachitas, venid,
Que lo vendo barato / Y me tengo que ir”.

─ VENDEDOR DE ALMENDRAS:
El tío de las almendras/ Fíjense que viene aquí,
Que trae dos agujeritos/ En medio de la nariz.
Señoras y señoritas/ Asómense al balcón,
Y cómprenme un realito/ Siquiera por el pregón.
El tío de las almendras / Tiene la cara muy dura,
Que engaña a los chiquillos/ Y a las pobres criaturas.
Señoras y señoritas/ Asómense al balcón,
Y cómprenme un realito / Siquiera por el pregón.

─ VENDEDOR DE PIÑONES:
¡Los piñones..!
Pobrecito de mi abuelo / El borrico le han quitao
Y ahora viene con la espuerta / Todo medio arriñonado.
¡Los piñones..!
Y estas almendras son gordas/ Y tiernas como barquillos,
Y tienen más alimento/ Que un bistec de solomillo.
¡Almendra de los almendros!
Que mi abuelo las roba / Y yo las vendo.
¡A las buenas almendras..!
Al viejo le cría el diente/ Y al calvo le crece el pelo.
Y por eso mis piñones/ Yo los vendo como quiero.

─ VENDEDOR DE CARAMELOS:
A la salida de Asturias/ Y al entrar por la montaña.
Fabrico mis caramelos/ Para venderlos en España.
Caramelos traigo yo/ De menta, de maravilla,
De naranja y de limón.
Caramelos, caramelos/ A las niñas yo les doy.
¡Niñas, no llamadme tanto / Que la bulla me come!

─ VENDEDOR DE ALMORADUJ:
Niños y mujeres/ Llorad de verdad,
Que el tío del almoraduj/ Mañana se va.
Y si no me compras/ De veras lo sientes,
Porque a media noche/ Te dolerá el vientre.

─ EL AFILADOR:
Me meto por la calle principal/ Y salgo a la Plaza del Pan
Y me pongo en las esquinas: / “Señores ¿quién quiere amola?”
Yo amolo las “estijeras” / Amolo los cuchillos / Y echo el clavijo.
Amolo las navajas/ Amolo las chavetas
Amolo bisturís/ Y apunto las lancetas.
Venid a amolar/ Navajitas de afeitar/ Que el amolador se va.
¡El afilador..!
 

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