20 de marzo de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez)
La Saeta
─ Se pusieron dos chavales a cantarle una saeta a la Virgen de la Antigua, patrona de Sanlúcar la Mayor. Uno de ellos, muy nervioso, no atinaba a dar la entrada:
─ Ña, ña, ñae… Que la suban, que la bajen… Que la suban,…
Uno de aquellos fieles, situado al pie del balcón, no pudo aguantar más, y mirando hacia arriba:
─ ¡Acaba ya, mi arma… que le estás cantando a la Virgen, no a una persiana!
Quizás el chascarrillo que mis alumnos de El Aljarafe me contaron explique una forma de ser: la de ese pueblo andaluz que en su enorme vitalidad expresa su fe como nadie, con la naturalidad de un niño.
En estos días de primavera en que el sol anuncia un cielo de promesas, y la tristeza es una engorrosa nube, viene a mi recuerdo un poema que mi madre me “nanaba” ─ el neologismo es invención de mi hija─ cuando yo era muy pequeño, y que de alguna manera es un párrafo grabado en ese libro que ahora los expertos llaman de la “inteligencia emocional”.
Lo escribió el extremeño José María Gabriel y Galán, con el título de “La pedrada”.
Y en ese ritmo consonante de tan popular quintilla el poeta describe los ecos lúgubres de las procesiones que en su tiempo recorrían las calles del Guijo de Granadilla:
─ ¡Qué voces tan plañideras/ el Miserere cantaban!/ ¡Qué luces, que no alumbraban,
tras las verdes vidrieras/ de los faroles brillaban!
Imágenes trágicas, preñadas de realismo, que dan al aire el mensaje de que la vida es una “putada”:
─ Y aquél sayón inhumano, /que al dulce Jesús seguía/ con el látigo en la mano,
¡qué feroz cara tenía!/ ¡qué corazón tan villano!
Una lectura del dolor y de la resignación que el hombre es capaz de aguantar, y que a un espíritu rebelde, o a un hombre─ niño le es difícil entender. Como le pasa al rapaz que ante la agresión de la escena se retira del grupo, echa mano de una piedra, y la lanza con tan certera puntería que ya rueda por los suelos la terrible cabezota del implacable esquirol. Que ya después vendrán las explicaciones:
─ Y él contestaba, agresivo, / con voz de aquellas que llegan/ de un alma justa a lo vivo:
─ ¡Porque sí; porque le pegan/ sin hacer ningún motivo!
La idea de la creatividad popular está presente en las elucubraciones que hace D. Francisco Rodríguez Marín acerca de la música religiosa, en el artículo titulado “Sevilla y su Semana Santa” donde tras sacar a colación los elogios que su amigo Luis Montoto le dedica a la saeta, “sencilla copla de cuatro versos octosílabos (...) grave y hermosa melodía de aire lento”, y tras hacer una definición ortodoxa y académica de esta copla, se adentra-como buen sevillano- en sus más íntimos matices:
─ Es la saeta, según el diccionario académico, una “coplilla breve y sentenciosa que, para excitar a la devoción o a la penitencia, se canta en las iglesias o en las calles durante ciertas solemnidades religiosas”. Sea eso enhorabuena; pero sépase, además, que la saeta sevillana, antes de escapar de los labios de su cantor para herir los corazones de los que escuchan, ha herido amorosamente el corazón del que canta y va teñida en su propia sangre. La saeta y la nana o copla de cuna son los únicos cantares andaluces que no tienen, ni han tenido menester, acompañamiento musical.
Y continúa diciendo:
─ Quien es pobre, pero sabe cantar, ofrece y da a Jesús o a la Virgen, su Madre lo mejor que tiene: su voz, su arte y su devoción fervorosa; y si con ellos y con la letra de su copla, y con la presencia del simulacro de la Divinidad ofendida por el pecado y crucificada por los pecadores puede contribuir a que alguna oveja descarriada vuelva al redil del Buen Pastor, ¿qué mejor fruto y recompensa?
Matiza el estudioso que "de la tierra sevillana proceden, y no son saetas, muchas coplas populares reveladoras de pesares hondos que buscan alivio en la fuente viva del consuelo", ejemplificándolo con cantares como:
─ Binge e los Dolores, / Dolorosa mía, /en lo más hondo der corazoncito/ te tengo metía.
En este punto el osunés coincide con su amigo Antonio Machado Álvarez, “Demófilo”, cuando éste dice:
─ Entre las especies de poesía popular, ninguna que merezca tanto llamar la atención de los eruditos como la religiosa ; y ningún pueblo las produce tan peregrinas como el andaluz, del cual he dicho, a otro propósito, que tiene una copla para cada uno de los instantes de su vida.
Y comenta el de Osuna una de las incluidas en sus Cantos Populares Españoles:
─ Por ayí biene San Juan / Con er dedo señalando,
En busca de su Maestro,/ Que lo van crucificando
De la citada saeta dice que “las frases Por allí viene, Ya viene, Que lo van crucificando, etc, indican a las claras que estas coplas de la Pasión (saetas les llaman en Andalucía) se acostumbran a cantar al paso de las procesiones de la Semana Santa”.
Estas palabras encuentran matización en lo expresado por Joaquín Turina en el artículo titulado “La evolución de la saeta”, publicado en El Debate el 5 de abril de 1928:
─ Todavía el pueblo reclama sus derechos y en algunas callejas solitarias resuena la voz de una mujer cantando la saeta antigua, la más bonita de todas (...) produciendo momentos de gran belleza, muy superiores a los jipíos del cantaor, que, en La Campana o en la calle de las Sierpes, entusiasma al público con sus agitanadas saetas, desgarradas y teatrales.
La música conmovedora con que el pueblo andaluz interpreta la saeta, así como la cadencia final en suspenso, propiciadora de la meditación y el recogimiento, será un paso previo, y con una mayor carga de autenticidad que la vendrá tras su posterior adaptación a los tonos del flamenco.
Pero dejemos por hoy a los estudiosos del tema: a D. José María Sbarbi Osuna, D. Rafael Cansinos Asens, D. Antonio Machado Álvarez, D. Luis Montoto y Rautenstrauch, “El Bachiller de Osuna”, D. Joaquín Turina Pérez, D. Benito Mas y Prat, D. Ignacio Otero Nieto, etc…, que ningún estudio agota las armonías de este pueblo:
─ ¿Dónde va la golondrina/ con ese pico afilao?
A quitarle las espinas/ al Señor que está enclavao.
─ Estando el Señor un día/ Orando en el Huerto Santo/ Vio venir una compañía
De soldados de Pilatos/ Que a aprisionarlo venían.
─ Quién te ha enclavao en esa cruz/ Quién te ha enclavao de espinas
Quién te ha herío en el costao. / Viene tu madre divina/ Con el pecho traspasao.
─ La blanca luna se para/ Cuando pasa por el puente.
Un rayito de luz clara/ Besa tu divina frente.
─ Con látigos en las manos/ Le daban grandes crujidos
Al mejor de los cristianos/ Diciéndole mal nacido.
─ Ay, con su vestío y descalzo / Va caminando Jesús.
Las fuerzas le van fallando/ Y no puede con su cruz.
Un hombre le va ayudando.
─ Detrás del sepulcro va/ Una estrella reluciente/ Llorando de soledad.
Sus ojos parecen fuentes.
─ Madre mía de los Dolores/ Qué bonita va en su paso/ Con tantos ramos de flores.
Aquí te estoy esperando/ Pa´cantarte una saeta/ Que sé que vienes llorando.
─ Toe r mundo lo ha confesao/ Que tú eres la más bonita/ La del color bronceao
Gitana pura y bonita/ Por to´ los cuatro costaos.
─ De los montes de Judea/ Del monte de Jericó
No hay una rosa más temprana/ Que la madre del Señor/ La más pura y soberana.
─ Ay, yayay, Mare mía tú no llores/ Porque de verte llorar/ De muerte me dan temblores
Y no te pueo consolar. / Mare mía, tú no llores/ Que no te pueo consolar.
─ ¿Dónde vas, Blanca Paloma/ Tan triste y tan afligida/ Llorando con tanta pena,
Si por Ti damos la vida/ Esperanza Macarena?
─ Mírala qué hermosa llega/ Con el San Juan a su lao,/ De amargura toda llena
Y el corazón traspasao/ de sufrimiento y de pena.