16 de marzo de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Mamma mía. (Crítica teatral)
─ GRACIAS POR DEJARME LOS VERSOS QUE HAY EN MÍ
Un buen día alguien que se miraba al espejo observó que su figura se proyectaba en el vacío por efecto de un esmerilado cristal colocado a sus espaldas que, como imagen del tiempo, multiplicaba los defectos y las virtudes de su rostro hasta extremos dolorosos; y así mismo las posibles respuestas, las engorrosas preguntas, y el valor de las palabras que danzaban cual funámbulos en el abismo de la cuerda floja:
─ “Las palabras son de otros/ A veces las pierden cuerdos
A veces las ganan locos/ A veces las pierden todos.”
Y otro día en que Narciso se condolía por los surcos de la vejez, por las muchas imperfecciones que el azar le otorgó gentilmente, por el lodo y la desarmonía que arrastra en sus aguas el río, se oyó un trino esperanzado, el canto de un ruiseñor que desleía en su pico tan implacables razones:
─ “Gracias por dejarme cantar canciones /gracias por sus emociones
¿Cómo estar sin ellas? / decidme, ¿cómo reír? / ¿Cómo sentir?
Si no hay canción no se puede vivir.
Por eso, / gracias por dejarme los versos que hay en mí. ”
…
La música compuesta por Beny Anderson y Björn Ulvaeus, con la colaboración de Stig Anderson, siempre tendrá en el grupo Abba sus más conseguidos intérpretes.
Tal cúmulo de canciones, y unas letras tan poéticas y ajustadas a la filosofía de nuestro tiempo, no podían por menos que concretarse en el musical “Mamma Mia”, espectáculo que ha recorrido 440 ciudades, disfrutado 54 millones de espectadores, y alentado la friolera de dieciséis años en las carteleras de medio mundo.
La estructura argumental de la obra─ que tuvo su plasmación en una película dirigida por Phyllida Cloyd, y protagonizada por Meryl Streep, Amanda Seyfied, y Pierce Brosnan─ en apariencia es muy simple: Sophie, joven de veinte años que vive en una isla, tiene en Donna, su madre, a su único familiar, y en el momento de su boda ansía que sea su desconocido padre quien la lleve hasta el altar.
En un diario de su progenitora Sophie (Clara Altarriba) encuentra más que probable que su padre sea uno de aquellos tres amantes que tuvo Donna (Nina). Sin pensárselo un minuto, Sophie invita a la celebración a sus tres padres “adoptivos”.
…
Los subtemas que la obra toca tienen mucho que ver con los cambios que trajo consigo el mayo francés del 68: una serie de acontecimientos que tuvieron por protagonistas a los jóvenes, su lucha por la justicia, por la libertad de expresión, por la igualdad de derechos, por una sexualidad menos reprimida, por la lucha solidaria, por los momentos en amor y compañía, por el ansia de confraternizar con los gatos que le cantan al amor, con la luna confidente, y con el farol de la bohemia que cuelga su nostalgia de los cielos de París:
─ “Hubo aquella vez un verano/ Lo recuerdo bien:
Calles de París / Un licor de anís
En verano / Fuiste tan feliz
Aquel paseo por el Sena/ Para ver la Torre Eiffel
Libres bajo el cielo/ Qué bello fue vivir así.
Aquellos días junto a ti/ Oh, sí.
Qué tiempo aquél/ De amor y paz
Flores en el pelo/ Y sin querer
Nos acechaba el miedo/ A envejecer
A malograr el sueño/ Y que al final
No hubiera bailes que bailar.”
La luna y las estrellas, testigos de la oscuridad abismal de ese pozo sin fondo que es el miedo, el fracaso, y el dolor, que los jóvenes saben conjurar como los derviches, con la magia del baile, y viviendo la vida a tope, como “La reina de la noche”:
─ “A bailar/ A vivir/ En una fiesta sin fin
Mírala, sigue aquí/ Nadie ha bailado así…
Viernes noche por conquistar/ Hay que entrar en aquel lugar
Un local donde suena/ Música sin ley/ Vienes buscando a tu rey.
Si la música es siempre fiel/ Da lo mismo quien sea él
Con un poco de ritmo/ Todo irá mejor/ Sólo deseas bailar
Tu noche va empezar”.
…
Otros subtemas son aquellos propiciados por un modo de vida tan carnal como trascendente, tan humano como espiritual, que el tiempo fracturó en mil fallos y botanas, como la pérdida de la ilusión juvenil, la caída en picado de tan bellos ideales, la tormentosa separación de los amantes, el divorcio, la pérdida de identidad de los hijos, el abandono irresponsable de los padres, la duda de lo que pudo haber sido y no fue…
Sophie.- Siento arrastrarte hasta aquí
Sam.- No, no. Gracias a Dios que lo has hecho, esta solía ser una isla muy tranquila, ¿eh?
Sophie.- ¿Te arrepientes de haber estado alejado tanto tiempo?
Sam.- Me arrepiento de no haber sabido lo que había aquí.
Sophie.- ¿Qué?
Sam.- Este sitio, la taberna… Siempre quise volver y construirla, pero ella se me adelantó.
Sophie.- ¿Te importan más los edificios que las personas?
Sam.- ¿Qué? Cómo?
Sophie.- Cuéntame algo de mi madre…
Sam.- ¿Tu madre? Era una mujer irresistible. Única. Un día charlamos, peleamos, ya sabes… Fui yo quien la trajo a esta isla.
Sophie.- (irónica) Bueno, no fue lo único que hiciste, ¿no?
Sam.- ¿Que te ha contado ella?
Sophie.- ¡Nada! Nunca te ha nombrado…
Sam.- Pero tú nos dijiste que siempre tu madre estaba hablando de sus amigos de juventud. ¿Qué está pasando Sophie? ¿Qué hago aquí?
(Y allí la intuición que nos viene rodando en la sangre, como el murmullo de un rio).
Y un punto y aparte, tan femenino y sensible como es el papel que juegan las madres en la formación de sus hijos. Y ese amor cósmico de quien dio vida a otro ser, y que solo la muerte podrá abatir:
─ “Verla salir/ Deja en mí/ Una gran tristeza
Es algo que cuesta de llevar/ Cada vez
Parece que la pierdo para siempre/ Y nunca habré sabido como es
Disfruto compartiendo aún más risas/ Me aferro a su niñez
Siento que se aleja / Sin parar.
Qué puedo hacer / Si el tiempo vuela/ Por más que duela.
Siento que se aleja / Sin parar/ Cuesta ver/ Su forma de pensar
Y cuando creo que la entiendo/ Se va corriendo
Siento que se aleja/ Sin parar.
Esa voz culpable: / Pregunta y no sé/ Qué contestar
¿Qué fue de nuestras bellas/ Aventuras?
¿Y tantas cosas que íbamos a/ Hacer?
Jamás cumplimos todos esos / Planes/ ¿Por qué? Vete a saber.”
….
La dirección musical de Xavier Torras, inmejorable.
El reparto, magnífico, con Clara Altarriba en el papel de Sophie, Carlos Solano en el de Sky , Nina en el papel de Donna, Olga Hueso en el de Tanya, Eva Diago como Rosie, Nando González como Javi, Paul Berrondo como Bruno, Albert Muntanyola como Sam, etc…
Y todo un elenco de jóvenes, de sobresaliente alto, en el que todos cantan, todos bailan, y todos reúnen grandes condiciones para figurar en grandes espectáculos.
El decorado muy práctico y versátil: dos estructuras móviles conforman el interior de una casa, la terraza de un bar, el interior de una discoteca, el puerto, etc...
Simbólico fondo azul del telón que representa una isla.
Un hábil juego de luces nos introduce en ese decorado pop de círculos de colores, y en un ambiente de alegría y fiesta.
Guiños al público por parte de la jiennense Olga Hueso, lanzada a cantar por flamenco y a bailar por sevillanas, sin ser una especialista al uso; y de Nina, la cantante cuyas extraordinarias dotes descubriera Xavier Cugat, y que al aceptar un cheque de su amado Javi, da las gracias “como buena catalana”, según ella misma dice…
El Palacio de Congresos de Sevilla con las mejores condiciones para disfrutar de un maravilloso espectáculo. El auditorio heterogéneo, con gran presencia de jóvenes, que asegura un futuro de una enorme proyección.
El público sensible, generoso, entendido, sabiendo escuchar, aplaudir, y responder efusivamente a los guiños que a él iban dirigidos.
El mensaje final todo un himno de celebración de la amistad, de la alegría, y de los frutos de la vida, que no todo ha de ser un llanto:
─ “Chiquitita no hay que llorar / las estrellas brillan por ti allá en lo alto.
Quiero verte sonreír para compartir / tu alegría, Chiquitita.
Otra vez quiero compartir tu alegría Chiquitita.
Chiquitita, dime por qué / tu dolor hoy te encadena
en tus ojos hay una sombra de gran pena.
No quisiera verte así / aunque quieras disimularlo
si es que tan triste estás / para qué quieres callarlo…”