Por la zona ajardinada del Hospital General camina con paso inseguro una pareja de ancianos. Ella viste una batita de fina tela, de un descolorido azul abotonado por la espalda, como las que usan los enfermos ingresados en tan benéfica orfandad.
Enganchado deescuálido brazo, el gotero pende del vaivén de un soporte metálico con ruedas. El pequeño vacío que queda entre los dos viejecitos se llena, cual niebla al atardecer, de amplios silencios y de suaves y tiernas palabras.
La escuálida figura de ella se mueve con la gracia de una hoja de plátano, agitada suavemente de un vientecillo otoñal.
La calidez de una sonrisa despierta la ensoñación de su más encendido y devoto acompañante.
Unos pasitos maestosos, acordes con la elegancia y con el aire de dignidad con que se imaginan a sí mismas las almas nobles, son la expresión aristocrática de tan sincera humildad: la de saberse a solas con uno mismo, pero en perfecta comunión con los demás: metido en su piel como el acróbata que ensaya con su compañera un “pas a deux”de una armonía global:
─ Mi amor ¿Me concede usted este baile?

─ Mi amado, para mí será un placer…
…
Con la mirada franca y segura de una linda jovencita en edad de merecer, la perrita caniche mueve su lacito rojo con los vivos resplandores de un faro en la oscuridad.
Con paso firme y etéreo su dueña la libera de la tensión de un coqueto correaje, y le permite llevar su propio e inconfundible son.
Ninguna fibra mejora la flexible cintura de una palmera, ni la gracia al compás de unas caderas de mujer, ni la cadencia de vuelo que acompaña a su figura; pero cuando dos armónicos concuerdan ya es previsible toda clase de milagros, y el alma invita a soñar.
Del modo más inesperado también irrumpen en escena el miedo, la confusión, la intolerancia,y la crueldad de quienes se creen poderosos.
La fanática presencia de un híbrido de perro bóxer, de mandíbulas desencajadas yde disonantes ladridos, siembra en los rostros una expresión de terror.
La furia de quien es incapaz de disfrutar de la amable presencia del otro mueve el dormido instinto de lobo del caniche y lo resuelve en un instante en volcán.
Con la rapidez de un rayo la perrita ha dado un breve saltito hacia atrás, para después lanzarse adelante, a un abismo no calculado, en defensa de su dueña y de su propia dignidad.
Las correas de paseo se tensan y se destensan en un intento de atajar las terribles consecuencias que serían de prever, caso de que tan desigual contienda hubiese tenido lugar.
Al paso de los segundos la sangre no llega al río, y la situación regresa a su antigua normalidad.
La joven dueña se inclina amorosa sobre el peluche de nieve y, con voces seguras pero amables, la acaricia, la reprende, y la invita a la tranquilidad, como individuo que convive en el respeto y confianza con los seres que la rodean.
Las dos jovencitas continúan la marcha,alegrándose la una a la otra el paseo.
Nuevamente un tipejo de cobarde catadura las vuelve a conminar con piropos inaudibles y desagradables ladridos, y la torpe pretensión de impresionar.
Impertérritas y elegantes la dueña y su canicheni siquiera se dignan a echar la vista hacia atrás, dejando entre los espectadores un recuerdo de fragancia de una complejidad tal que la sabiduría popular distinguió con el nombre de“el eterno femenino”.