18 de septiembre de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Las edades del lector
Recordarás aquel “que diu” que, cuando más desesperado estabaun robinsón ve llegar hasta su islote una barca; de ella saltaba una escultural señorita, en sugerente traje de baño,quedirigiéndose hacia élle ofrecía la mejor de sus sonrisas,un paquete de tabaco, y un botellín de cerveza, bien fresquito. En clara actitud de entrega el náufragosólo articula a decir, presa de incontenible alegría:
─ ¡Ya lo único que faltaba es que me hubiera traído el “Marca”!
En esto de la lectura son muchos los factores que influyen en los intereses del lector, tales como la edad, el sexo, las costumbres, y la ideología; amén del ambiente y de las circunstancias en que se desarrolla la comunicación.
En el siglo pasado, y conjuntamente con el periódico, se publicaron folletines, lo que propició un incremento del público lector, y un gran interés por los relatos de acción, y por los inacabables dramones.
Folletines famosos fueron Los tres mosqueteros, y Los misterios de París.
Cuando las historias se editaban con independencia del periódico recibían el nombre de “novelas por entrega”.
En muchas de estas publicaciones diarias o semanales─ como La Ilustración Española y Americana, entre otras─ recibió un gran impulso la creatividad artística, mediante la divulgación de dibujos, poemas, cuentos cortos, relatos de viaje, y otros; dándose la curiosidad de formar a extraordinarios rapsodas de entre gente sin la edad, ni la suficiente instrucción, pero con la suerte de tener un conocido, que les leía en alta voz los poemas publicados en la prensa periódica.
Luego, más tarde, vendrían los seriales radiofónicos, y las novelas de bolsillo que leían nuestros padres con fruición y que, según Serrat, también acostumbraba a ojear Curro “El Palmo”, que en sus “horas perdidas se leyó enterito a don Marcial Lafuente”.
Algunos de estos “sucedidos” lacrimógenostambién los leyó un servidor con auténtica pasión, como “La historia de mis lágrimas”, libro escrito por Antonio Losada, y patrocinado por Nestlé, en que la protagonista, todo un dechado de virtudes, lo pasaba tan malque nada habíaque justificara tan poca sed de venganzacontra sus burladores, a la manera de Judit con Holofernes, o de aquella justiciera Dalila que arrebatara los atributos de su hombre, para echarlos despuésal inodoro.
De aquellos polvos vinieron estos lodos de actualidaden que, no solo Jorge Javier Vázquez y su tribu, sino los políticos de cuota y los tertulianos de profesión, se pasan la vida recreándonos con sus continuos tirones de pelos, cual luchadores de pacotilla.
Así cómo no había de ser habitual el espectáculo de esos niños peras, ruidosos como un despertador, a quienes vemos en la tele, que se creen colaboradores de “El Caso” llamados a competir con Margarita Landi, o con aquellos grandísimos descerebrados de antaño, como el Pascual Duarte que retratara Camilo José Cela.
¡Cráneos privilegiados!, que diría Max Estrella, a quienes pedir que den lustre al periodismo nacional,o intentar al menos que lean, sería casi tan impropio como pedir peras al olmo.
Pero en lo que realmente se nota que el lector es mayor es en el interés por releer aquello que nunca acabó, y que continúa varado encima de su mesilla de noche; en el desinterés por algún otro tocho, como las Cincuenta sombras de Grey;en la curiosidad por remirar “de reojillo” las esquelas mortuorias del periódico, como quien toca madera, y que parecen recordarle que ya no está para lobos, y menos aún para ser protagonista de un “revival”; yen que todo lo más que se le ocurre es reír con las acertadas frases de Arguiñano:
─ “Hijo, si supieras tan sólo la mitad de lo que he olvidado…”
─ “Hijos, escoged la profesión que queráis,… ¡pero no seáis gilipollas!”