31 de agosto de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Cambio de cromos
“DOLOR, AMOR, FRAGOR. LA NOCHE LLEGA,/ EL SUFRIMIENTO FUE./ LA VIDA TODA ES LO QUE AQUÍ SE JUEGA/ Y EL HOMBRE PUESTO EN PIE.” (CARLOS BOUSOÑO)
Acabo de leer un interesantísimo libro que me recomendó mi paisano Monterroso: “El cura y los mandarines”, historia “no oficial” de los vínculos que anudaron la cultura y la política en la España de los años 1962 a 1996.
Su autor Gregorio Morán desvela los entresijos del “bosque de los letrados”, dejando hechos unos “zorros” a destacados imanes de nuestra cultura.
En casi ochocientas páginas acumula un material en nada prescindible, imposible de resumir en un simple comentario, y menos aún en un wasap.
La consideración final que me merece es similar a la que la casualidad brindó a una gran amiga.
Paseaba tan feliz por una céntrica calle de Córdoba cuando un joven se le acercó para echarle una flor, y para manifestarle que era ella la tan cacareada morenaza de la copla.
─ “Si supiera éste que lo que ha visto es puro barniz...”, pensó ella, tras su base de maquillaje y sus pestañas de rimmel.
Si nos atenemos a las observaciones de Morán, sacaremos la conclusión de que “nadie era del todo, y en verdad, fundadamente, lo que aparentaba ser. Ni en la ética, ni en la estética, pero sí en la representación”.
Razón de más para que veamos transitar por estas páginas a todo un tropel de miedosos y diarreicos, impostores, cotillas, perpetradores de libros, críticos emboscados, caciques, alcohólicos agresivos, ignorantes y presuntuosos por inseguros, etc…
¿Y qué otra cosa podría ser, si el hombre es manipulable y monstruo de su laberinto?
A todos nos condicionan los prejuicios, los miedos, los sueños, el determinismo social, el dolor de estómago, el deseo de felicidad, y hasta la fingida retórica de que la mentira y la verdad son sólo un mero problema de óptica.
Y es así que la realidad se presenta, en la mayoría de las ocasiones, como uno de esos coleccionables de cartón en que los muñecos cambiamos continuamente de look, al capricho de nuestros dueños:
─ ¿Con qué pie se ha levantado el jefe? ¿Cuál es la consigna de hoy? ¿A quién tengo que ladrar? ¿Qué mastines son los míos..?
Cuatrocientos cincuenta mil moscas cojoneras pululan a diario en busca de autor.
………………………..
Con la llegada de los primeros fríos se levanta la veda del zorzal para los cazadores, y la del coleccionismo de cromos para los niños:
─ ¡Hay que ver las manías de estos críos: comprar cromos de futbolistas, con lo feos que son!¡Acabaréis poniendo rica a Pepi Navas!
Qué bien sabían los mayores de nuestras veleidades, pasajeros de un columpio de brillante colorido que iba del rosa claro al azul.
─ ¿Quiere usted llevarse el álbum de cromos del Campeonato Nacional de Liga, o se lo regalo al primer niño que pase?
El quiosquero me mira ofreciéndome el dominical a una mano, mientras traza con la otra un signo de interrogación.
─ ¡Por mí como si quiere usted regalarles un piso de la Diputación, pero ese álbum de cromos es mío, que se lo prometí a mi sobrino!
Tampoco es cuestión de explicarle que “mi sobrino” soy yo; ni que estaba interesado en cambiarle unos cromos de Ronaldo por otros de Parrilla, y de Peláez. Que, aunque a algunos les resulte anacrónico ver a veinte tíos corriendo detrás de un balón, el fútbol es cosa de caballeros.
─ ¡Pues caballeros y golfos todos lo podríamos ser! Que entresacando factores llegamos a la conclusión de que un“honorable”es tan solo un ciudadano que invierte el dinero de todos en un paraíso fiscal. ¿O es que a usted no le gustaría hozar en el dulce fango de la corrupción, y que su fiel infantería le diera los buenos días con sonrisa Profidén?
─ ¡Pues, hombre, todo es posible en la viña del Señor! Pero la mayoría silenciosa preferimos una agradable conversación, un sencillo pensamiento, una historia del corazón, o un entrañable álbum de fotos. ¡Total, para dos días que quedan..!
O intercambiar unos cromos con el vecino, y dejar que la comunicación aflore en libertad en nuestras vidas, que sería como dejar de estar secuestrados, o como animar un buen incendio.
O reescribir nuestra mente con la tinta indeleble del alma, y con los renglones torcidos que nos dicte el corazón, que sería el mejor de los antídotos contra la propaganda subliminal, y contra toda clase de basura.
Que puestos a compartir sería deseable y necesario que vieran la luz las mil historias agradables de las que cada uno es correlato y protagonista principal. Que sería preciso que aquellos “mandamases” sepan que aquí hay gente con alma y no carne de cañón; que los problemas políticos son “ante todo problemas morales”;y que aún nos queda algún diente en su sitio, por si hiciese falta morder.