27 de mayo de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Entrevista al maestro Abel Moreno
"SU EMOCIÓN SE ACRECENTÓ HASTA EL PUNTO DE DEJAR A UN LADO EL PUNTO DE ATENCIÓN Y ACOMPAÑARME EN PERSONA HASTA UNA DE AQUELLAS ESTANTERÍAS REPLETAS LIBROS"
─
Por Dios te pido guitarra
¡Que no se quiebre la prima!
Porque ha salido a bailar
La prenda que más estiman.
Con motivo de la proyectada entrevista con el maestro Abel me fui a la Biblioteca Infanta Elena, de la ciudad donde ambos vivimos, para leer alguna cosa sobre su vida y “milagros”, y así dirigirme a él con un mínimo de propiedad.
Como los libros que llegaron a mis manos hacían alusión a las letras de los cantares populares ─ que es algo que siempre me encantó, y lo más fácil de interpretar para quien que no es un especialista en música─, acerté a pedir ayuda a la chica del mostrador.
Le pregunté si sabía de textos que me ilustrasen sobre música de Semana Santa, y más aún sobre pasodobles y marchas procesionales.
Me miró con gesto amable, y me dijo que le había emocionado la pregunta; que era ella la encargada de la sección y se complacía en que hubiera alguien con semejantes intereses.
Puesto en tal tesitura le hablé del maestro Abel Moreno, del pasodoble que le iba a regalar a la gente de mi pueblo, y de una posible entrevista.
─ ¡El maestro Abel Moreno!¡Ahí es na!
Su emoción se acrecentó hasta el punto de dejar a un lado el punto de atención y acompañarme en persona hasta una de aquellas estanterías repletas libros.
Una vez allí nos presentamos: me dijo que se llamaba Carmen, y que estaba dispuesta a ayudarme en la medida de sus posibilidades.
Me pareció impertinente pedirle que formulara ella misma las preguntas al entrevistado, para empezar poniendo cada cosa en su punto ideal de ilusión.
PREGUNTA.─
Viéndole a usted dirigir un concierto, o tocar la guitarra a Narciso Yepes, se ve “lo difícil que es la facilidad”. ¿Tiene algo que oponer a la conocidísima fábula de “La cigarra y la hormiga”?RESPUESTA.─ Dirigir y componer son dos cosas bien distintas. No todos los compositores saben dirigir; otros tantos no suelen dirigir sus obras; y una mayoría de ellos no son compositores. En mi faceta musical he cultivado ambas parcelas, lo que me ha proporcionado la oportunidad de dirigir mis propias obras. El público siempre comenta que suenan mejor cuando las dirijo. No obstante, opino que es interesante escuchar una composición en sus diferentes puntos de vista. De hecho la interpretación de la Quinta Sinfonía de Beethoven, nos deparará sorpresas y variedad de matices en función del director del momento. Cuando dirijo La Madrugá, por ejemplo, el público escucha la versión del autor, que sin duda es la más auténtica.
P.─
El periodista González ─Ruano escribió que “El silencio no es la falta de ruidos, sino la armonía discretísima de muchos ruidos”. Explíqueme usted cómo se conjuga el silencio con el canto del gallo, el sonido de sirenas, o el silbido del afilador.R. ─ El ruido se diferencia del sonido en que este último se puede medir y el primero no. En el ruido puede haber ritmo, pero no armonía. Los sonidos se combinan con los silencios y nace la música. Los ruidos se combinan con el silencio y nace la calma, debido a la ausencia de ellos.
A propósito del canto del gallo, hay un lema que difunde la Sociedad de Autores de España que dice: “Sólo el canto del gallo no genera derechos de autor”.
P.─
Gerald Brenan se retiró a la soledad de las Alpujarras para redactar sus libros; Paco de Lucía se fue a Playa del Carmen, para encerrarse a dialogar con su guitarra y cocinar él mismo el pescado que cogía. ¿Qué requisitos necesita usted para componer una melodía?R. ─ Para componer necesito en primer lugar la inspiración, y después el conocimiento de la obra que quiero realizar. La mayoría de las obras que compongo están dentro de unos parámetros que las limitan, puesto que bajo el título que las identifica generalmente aparece la denominación: “Marcha Procesional” o “Pasodoble Torero”. Creo que ni en Las Alpujarras ni en ninguna playa encontraría los sonidos, melodías, giros característicos y motivación que me ayudaran en estas composiciones. Me inspiro más en la Plaza de la Campana, o en la plaza de La Maestranza de Sevilla.
P.─
El poeta Antonio Colinas compone un “Tratado de la armonía”; los astrofísicos se entretienen en escuchar el ruido de las estrellas; la medicina alternativa defiende la sanación por la música. A renglón seguido los profesionales comentan que la enseñanza de la Música pierde peso en los planes de estudio. ¿Encuentra una explicación?R. ─ El que la música no tenga peso específico en los planes de estudio es histórico en nuestro país. Estamos en el país donde más se toca de “oído”, y tengo la experiencia de haber dirigido, en algunos conciertos, a músicos que todavía leen la partitura por signos no musicales. Por poner un ejemplo, podemos decir que Paco de Lucía aprendió música ya de mayor.
P.─
El francés Stendhal define el Romanticismo como el arte de complacer a los contemporáneos de uno, y el Clasicismo como el de complacer a sus antepasados. Le paso a usted la pregunta que se hacía a sí mismo Antonio Machado: “¿Soy clásico o romántico?”R. ─ Como compositor no me defino ni clásico, ni romántico, ni de escuela alguna; simplemente compongo y escribo la música de mi época, que es lo que han hecho todos los compositores famosos y no famosos a lo largo del tiempo. Para qué voy a escribir sinfonías o zarzuelas, si “ya no se llevan”. En cambio, no pasa una semana sin que me soliciten la composición de alguna marcha procesional o de algún pasodoble.
P.─
“¡Aquí hay mucha música, maestro!” R. ─ Entre los comentarios que he recibido a propósito de mi composición La Madrugá figura esa frase con la que me regaló el director Vjekoslav Sutej; o aquella otra de: “¡Los sonidos de La Madrugá van directos de la partitura al Cielo!”, que dijo el Cardenal Amigo Vallejo.
En una ocasión, con motivo de un concierto que dirigí a la Banda de Inmemorial del Rey, en el Teatro de la Ópera, de Niza ─ donde interpretábamos también obras de Turina y de Falla─, el público se puso en pie aplaudiendo la interpretación de La Madrugá.
P.─
Retiró usted dos marchas de un concurso en el Lope de Vega por la inclusión en el jurado del Director de la Banda Municipal de Valencia. ¿Cree que la música procesional debiera tener una denominación de origen, como el vino o el aceite? R. ─ Es una mala costumbre en este país, y sobre todo en Andalucía, nombrar miembros del jurado a personas que no son expertas en la materia que se va a juzgar. He formado parte de numerosos jurados en concurso de marchas y pasodobles, y me he tenido que “pelear” con otros componentes del jurado, que votaban por composiciones que no reunían las condiciones interpretativas. Una marcha procesional debe de reunir el requisito de poder ser interpretada en la calle detrás de un paso, y no que sirva para tocarla solamente en conciertos. Y respecto a un pasodoble, además del concierto, su sitio expreso debe de ser la plaza de toros. En ocasiones no se tiene en cuenta la funcionalidad de la composición, y algunas veces hay que contraponerla a la calidad.
P.─
Gracias a su entusiasta labor la Semana Santa sevillana volvió a contar con la participación de las bandas militares, tras largos años de alejamiento de los desfiles procesionales. El estilo denominado “de palio” tiene en “Pasan los campanilleros”, “Estrella Sublime”, y “Macarena”, una espectacular representación. ¿Está en deuda Sevilla con usted y con esos magníficos directores de la Banda de Música “Soria 9”? R. ─ Cuando llegué a Sevilla para dirigir la famosa Banda de Soria 9, quise volver a que ésta fuera lo que siempre había sido: la mejor banda, y la más querida de Sevilla. En aquella época no salía de uniforme, cosa que conseguí desde Capitanía General, no sin grandes esfuerzos.
Se puede decir que, a lo largo del tiempo, los directores que ha tenido Soria 9 han escrito con sus composiciones, y con sus actuaciones, la historia de la música de la Semana Santa de Sevilla. Y Sevilla lo sabe.
P.─
“¿Somos los hombres de hoy/ aquellos niños de ayer?”. En el poema “La Pedrada” Gabriel y Galán se pregunta si ante los grandes misterios habría que volver a ser niño. ¿Pierde la música su misterio ante la reflexiva mirada de un adulto? ”.R.─ Ante la música somos todos niños. Una música, sea del género que sea, que no atraiga la atención de un niño, no tendrá éxito popular aunque sea una gran obra. Creo que la música debe componerse para sensibilidades sencillas, no complicadas; de lo contrario será sólo para que la disfruten unos pocos.
P.─
Dice el bolero que “No hay bella melodía/ en que no surjas tú”. ¿Qué tendría que decirme de esa marcha que compuso pensando en el ritmo de paso de los hermanos costaleros?R. ─ Hermanos Costaleros es la primera marcha procesional compuesta para ayuda y lucimiento de este colectivo. No le quepa duda de que los costaleros disfrutan, a pesar del sacrificio de portar las imágenes. En Sevilla, Hermanos Costaleros; en Cádiz, “Hermanos Cargadores”; en León, “Hermanos Pujadores”; por poner algunos ejemplos de cómo es conocida esta marcha.
P.─
Ha comentado usted que “Todo análisis o estudio que se pretenda sobre la música procesional sevillana requiere (…) un conocimiento histórico de sus raíces más profundas y populares”. ¿Pretendía decir, con Eduardo Martínez Torner, que tirar del hilo de la línea melódica es la mejor manera de llegar a conocer el genio musical de nuestro pueblo?R. ─ La música en general bebe en fuentes de géneros diferentes, de ahí que en numerosas marchas procesionales aparezcan temas del Rocío o de Navidad, así como en algunos pasodobles aparecen temas cofrades. Eso es beber en las fuentes de la música popular, y tirar del hilo de la melodía.
P.─
Pensando en Rafael de Paula, José Bergamín escribió un libro que tituló La música callada del toreo. ¿Le parece que concuerda el título con la afición al espectáculo, signo de nuestro tiempo?R. ─ La música en los toros nace con el pasodoble torero. Y aprovecho la ocasión para hacer crítica de quienes, cuando hablan de toros en televisión, ponen de música de fondo temas que nada tienen que ver con la música de los toros y que, por supuesto, no resultan muy apropiados. ¿Qué pasa con el pasodoble? En alguna plaza, cualquier día veremos hacer el paseíllo con el guitarrista de turno.
P.─
“El perro Paco” fue objeto de las crónicas madrileñas del siglo XIX. Usted dedicó un pasodoble a un caballo de rejoneo, a quien hace saludar por un escuadrón de caballería, a toques de fanfarria y de trompeta. ¿De tener constancia de su música “El romance de la pérdida de Alhama” sonaría así de espectacular?R. ─ No sólo existe el pasodoble dedicado al caballo Cagancho; también los dedicados a ganaderos, ganaderías, maletillas, y otros. La música de los toros tiene un repertorio muy extenso y completo.
P.─
¡Olé los “sonidos negros”! Joaquín Turina introdujo unas marianas en El Jueves Santo a media noche. En el pasodoble a Dávila Miura se atreve usted a incluir una saeta flamenca ─ que además es perfectamente bailable─ en un solo de trompeta. Ya nadie puede insistir en que “la música flamenca no ha encontrado todavía sitio en la música”. R. ─ “Dávila Miura” es un ejemplo del trasvase antes citado de la música procesional al pasodoble. El flamenco lo descubrimos en la mayoría de los géneros musicales actuales, y quizás sea demasiado usado y explotado actualmente en la música procesional, ya que hay una proliferación de marchas basadas en la cadencia andaluza.
P.─ En el campo de fútbol de Casablanca el himno que animaba a nuestro equipo era un hermoso pasodoble: “Soldadito español”, de Jacinto Guerrero. Se comenta que a la muerte de “El Gallo” el dibujante Martínez de León publicó una viñeta en la que su personaje “Oselito” lucía una pancarta donde se leía “Se murió José ¡Viva el gol!”. También la música se adapta a los nuevos tiempos, y la sintonía de “El Larguero” es el “Ra, ra, ra” de Benito Moreno.
R. ─ Me considero un gran aficionado al fútbol, pero espero no escuchar en ninguna plaza de toros temas musicales futboleros. Por ahora, creo que es bastante castigo tener que oír en algunas cómo la banda interpreta “Paquito Chocolatero” como si estuviéramos en la fiesta de “Moros y Cristianos”.
P.─
Para el escritor ginebrino Jean Jacques Rousseau las corridas de toros han contribuido “a mantener en la nación española un cierto vigor”; por el contrario Arturo Reyes, y un numeroso grupo de escritores de las dos primeras décadas del s. XX, ven en la fiesta nacional una las causas del atraso social de nuestro país. ¿Qué línea defiende usted? R. ─ A todos los críticos que hay en España sobre la fiesta de los toros les diría que se diesen una vuelta por el sur de Francia, y verán la proliferación de banderas españolas. Y no digamos de la consideración que recibe el mundo del toro, sin olvidar el interés que tienen por los pasodobles que se interpretan en cada corrida. Pero en España no tenemos que preocuparnos, siempre nos quedará el país vecino donde poder contemplar una corrida de toros “como Dios manda”.
P.─
Ni la Marcha Real, ni la Marcha Granadera, ni el Himno de Riego, llegaron a consagrarse en el gusto popular ¿No hay en España buenos músicos y poetas? ¿Cree que nos pondríamos de acuerdo de cantar una melodía más fácil, como “Asturias, patria querida”, o “La Madelón”?
R. ─Todos los himnos que son famosos, antes de ser y declararse himnos, ya los cantaba el pueblo. Crear un himno nuevo para que lo cante todo el mundo es muy difícil, ya que no tiene el arraigo popular. Conozco los himnos de algunas autonomías que, al crearse, los compusieron con la intención de que todo el mundo los cantase; pero si preguntamos a los pertenecientes a esas autonomías, la mayoría ni los conoce.
El Himno Nacional, o Marcha Real, es lo que es: una melodía sin letra; y aquí nunca llegaremos a ponernos de acuerdo en aceptar una letra para este himno. Tendremos que presumir de tener un himno “tarareado”, en vez de cantado.
P.─
En el poema “Retrato” decía Manuel Machado: “Y antes que un tal poeta, mi deseo primero/ hubiera sido ser un buen banderillero”. ¿De no ser músico y militar, qué le habría gustado ser?
R. ─ De niño quería ser futbolista. Y ya de mayor, Director Militar, que es lo que he sido. También me hubiese gustado formar un grupo para interpretar música Country, que creo es la música más sencilla y auténtica que se ha escrito.
Estimado maestro, habrá observado que prescindí de su extenso bagaje de méritos ─ que, para quien apetezca de tamaña relación, es suficiente la contenida en el libro Un siglo de música procesional en Sevilla y Andalucía, de Manuel Carmona Rodríguez─ que a quien como usted lleva el espíritu de la música en su costado le basta y sobra con identificarse con aquel dios, paradigma de la belleza, del sol, de la verdad y de la luz.
Muchos pasodobles habrá compuesto usted, supongo, en un mano a mano entre amigos ─como el que mantuvieron Eduardo López Juarranz y Ramón Roig─, o en una horita de inspiración, como la que propició “Suspiro de España”.
Este que ha tenido a bien dedicar a nuestro pueblo me comenta que surgió tras repetidas visitas a Peñarroya─ Pueblonuevo, de la mano de nuestro común amigo Manuel Montes Mira.
Como en su momento dijo: “Por el agradecimiento a las atenciones del Ayuntamiento y la localidad para conmigo y cómo no, por la amistad a Manolo, he querido componer en colaboración con él, ya que suya es la letra, este pasodoble que esperamos sea del agrado de todos”.
Siendo tal la intención sólo resta agradecerle tan cumplido ofrecimiento, el homenaje que brinda a todos los peñarriblenses; tan generoso y tan entrañable como el que a diario nos ofrece el agricultor, que siembra la tierra con su sudor; el panadero, que elabora con delicadeza la masa de harina; o el escultor, que da vida a un sueño a fuerza de martillo y cincel.
Gracias, una vez más, por este rasgo de cariño.
P.D.:
Me llegan noticias de que debido a no disponer de una fecha y de un recinto apropiado para dar cabida al evento, y ante los muchos obstáculos que, desde el 15 de Agosto del pasado año, encuentra el estreno en nuestro pueblo del citado pasodoble, se ha decidido aplazar el acto “sine die”. Se baraja la posibilidad de que hubiera de ser en otra ciudad de Andalucía, para lo que se cuenta con el ofrecimiento de los actores.