24 de abril de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Una de indios
A falta de empresario artístico que les traiga y que les lleve los Mejías, de Constantina, bien podían formar una “troupe”; que no les había de faltar ni una ramita de perejil.
Al bueno de mi amigo Mariano le han dado el papel de cowboy en una película de indios.
Bien que se habrá alegrado el productor de tener a mano semejante currículum, pues más que “chico─ vaca” Mariano es todo un experto en doma vaquera; un experimentado cazador; un “flecha” destacado en los campamentos de verano de la OJE; “hombre de goma” en desplazamientos sobre tirolina, y mil cosas más.
Ya en sus años juveniles este entusiasta de los caballos tuvo trato amistoso con la gente del bronce; compartió fantasías taurinas con su tío Juan; se apretó bien los machos y sentó plaza, junto al “Cuco”, “El Frío”, “El Guindillas”, y “Chochín”; ilustró sobre el arte del rejoneo al crítico D. Vicente Zabala, y repartió a granel su energía, tan peculiar que uno y uno suman tres, y de propina su alegre y sonora carcajada.
Y para mayor preparación para la dura vida de “desterrado” ─ que es éste, y no otro, el significado de la palabra “bandido”, y el papel para el que ha sido contratado─ nuestro artista se aventuró a probar gato en escabeche en un bar cutre de Triana, “troceado y aderezado con pimentón, orégano, laurel, comino, cilantro y ajos machacados”. La receta, que le había proporcionado a la cocinera “una señora muy mayor, de nombre Gabriela”, la calificó el caporal de sabrosa y delicada.
Puesto en las circunstancias de desempeñar un rol de película, Mariano se lo podría haber montado de bandolero, como el picador de toros Joaquín Camargo “El Vivillo”, el cazador furtivo “Pasos Largos”, o como José Mª Expósito, “El Tempranillo”, y tantos otros desclasados y contestatarios de la sociedad:
─ Por la Sierra Morena/ va una partida/ al capitán le llaman/ José María.
Y no va preso/ mientras su jaca torda/ tenga pescuezo.
Que no sería mala idea la de robar a los ricos para beneficio de los pobres, que hasta el refranero le había de disculpar, cuanto más los seguidores del alcalde de Marinaleda, el Sr. Sánchez Gordillo.
Lo peor de todo es que, si el bandido de mi amigo cometiese un delito, no iba a tener un defensor de la talla moral del togado y bibliófilo sevillano D. José Santos Torres, desgraciadamente fallecido:
─ En esta ocasión vengo a esta tribuna a ocuparme de la defensa jurídica del llamado por algunos Príncipe de los bandidos españoles, José María el “Tempranillo”, en su defensa, como si en turno de oficio me hubiera correspondido, en puro lenguaje forense indica que lo hago con absoluta gratuidad, también con legítimo orgullo, para demostrar que el sumario en que se le inculpa por la comisión de un delito de lesiones, único conocido hasta el día de hoy que se instruyera contra él y su cuadrilla por alguna autoridad judicial, no es causa jurídica suficiente para imputarle la comisión de un delito de sangre.
Puesto en esta tesitura moral otra salida muy honrosa sería el papel de indio, que es el rol habitual entre los paganos de Hacienda y entre los que gustan del aire libre y del “campismo”; que no en vano el indio destaca por su amor a la naturaleza y al caballo, como dijo el escritor Robert Bontine:
─ Para el indio, el nuevo y desconocido animal que trajeron los españoles le resultó la adquisición más útil y preciosa que pudo imaginarse nunca. El primer indio que se sintió seguro sobre el lomo de un potro, tuvo la sensación de ser el dueño de su libertad.
Cualquiera que sea el papel que desempeñe en su vida real, o de película, el amigo Mariano debería saber que no le ha de faltar un fiel seguidor de sus relatos:
─ Cuando el sol empezaba a querer dejar la sierra en penumbra, volví a la casa de mi amigo y puse la montura sobre aquel potro hispano árabe, Coralito, y salí por aquel camino sorteando chaparros hasta que volví a ver la rivera mansa y fresca aquella tarde de mayo. Cuando la crucé ya el sol estaba casi desapareciendo, y cuando enfilaba los escarpados riscos de Las Malpicas empezaba a anochecer (…) la misma luna me dijo que no me preocupase, que me iría alumbrando, con su estela de plata, hasta la misma entrada de la viña de mi amigo Ángel, donde alojaría al caballo.
Que Manitú te acompañe por esos escarpados riscos de El Pedroso y Constantina; y que el caballo "Caché" te lleve en un trote a lejanos horizontes y paraísos perdidos.