21 de abril de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Carmelo Guillén Acosta, poeta
Dicen que a la tercera va la vencida, y espero que sea ésta la ocasión en que se jubile, y deje las manos libres a los “profesionales” del tinte, para arreglar esos malos pelos de la Señorita Educación.
Tras treinta y seis años “dando el callo”, sin renunciar a la tiza ─ que en individuos de su talla la obligación y la procesión van por dentro─, mi amigo Carmelo es merecedor de que alguien le diga que se dejó el alma por sus alumnos ─ y no sesteando en un despacho─, y que, salvo circunstancias muy extremas, no faltó ni un minuto a sus clases.
El día en que la población sevillana de Camas le reconoció entre sus hijos más ilustres yo también le escribí unas palabras de homenaje.
Con aquel motivo vio la luz una revista ("El aire que va") en la que destacadas plumas ( Jesús Beades, Federico Gallego Ripoll, Enrique García Máiquez, Carlos Aganzo, José María Delgado, José Matías Gil, Juan Meseguer Velasco, Buenaventura Delgado, Pilar Márquez...) y gente relacionada con el homenajeado, como el alcalde salmantino Francisco Gutiérrez Barcala, el médico sevillano Pedro Martínez, y alumnos de la talla de Mamen Lobato y de Juan Arjona Vázquez ─ que fue, con diferencia, lo que más me emocionó─, que llegaron hasta allí para regalarle unas palabras de amistad.
La revista se colgó en la web del instituto “Tartessos”, y poquísimo tiempo después se esfumó en el limbo de los justos. La explicación que me dieron fue que no recibió las suficientes visitas.
Vistas a ojos de buen cubero “las circunstancias” que rodean a quienes se implican afanosamente en su labor siempre resultan “difíciles”. Son cosillas de la envidia, de la desidia, del "pa´ qué" ─"¿Y no tiene ya bastante?", "¡Que el instituto no es él!"─. Nada que sea importante, ni que desmerezca el currículum de todo un vocacional.
A pesar de los pesares la revista ─ esfuerzo generoso de amigos y compañeros ─ quedó flotando en el limbo de lo que no acaba de nacer.
Como a algunos semejantes la “memoria histórica” les suele escocer; y como las Farmacias ya suelen vender pastillas contra la envidia, y tisana para los nervios, allá van las palabras que dije con tan feliz ocasión:
(...) Fiambrera de Plata del Ateneo de Córdoba, Tiflos de la ONCE, accésit del Premio Adonáis, Primer Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, Pregonero de la Cabalgata de los Reyes Magos de Sevilla, en 2006, y un largo etcétera de méritos, es el resumidísimo currículum del poeta Carmelo Guillén Acosta.
El obtenido en el presente año, el reconocimiento de sus vecinos, es el mayor premio que Carmelo podía tener. El Ayuntamiento de Camas – con la mayoría absoluta de la Corporación - rotuló con su nombre esta hermosa plaza, en las primeras colinas del Aljarafe.
Pero no es mi intención, incluir a este amigo en una larga lista de rótulos, de espejos sin azogue, en algo que añadir a vuestra lista de olvidos. (...)
Le conocí en la primavera del 83. Cantaba “Tendencia”, grupo de música folk. Por los pasillos del Instituto de Arahal deambulaba una insultante juventud entusiasmada por "dar el cante".
Echó el telón la tarde y volvimos a coincidir, años después, en el I.E.S, “Tartessos”, de Camas. El estrépito del timbre de entrada y el silbido incansable de la cafetera de Eulogio marcaban, por entonces, el ritmo de las clases:
─ Las cosas tienen alma, alma de cosa/ y alma de sencillas. No tienen más/ que alma y no son hombres, /y sufren como el hombre, sufren hombres/ o su propia miseria de ser cosas”.
Alrededor de una humilde taza de café aprendimos cosas que no se enseñan en la LOGSE, y aunque, en ocasiones, el lugar simulara un monótono vagón de tercera, siempre habitó allí el saludo, la sonrisa, el trato amistoso y la palabra por delante:
─ La vida pasa a veces sin asuntos,/son cosas que suceden y nos ligan,/ y cambiamos de mudas y estrenamos/el milagro con cada nuevo encuentro/ Tal vez sea el momento de ser fieles/al dolor de ser hombres solamente,/ a la dicha de descorrer persiana/ y encontrar una voz que nos delate (...)”
Es todo lo que sé, que antes que al poeta conocí a un amigo; es por lo que su poesía me resulta difícil de definir si no reparo en el hombre, en el niño habitado y habilitado que tengo aquí delante.
Porque todo queda en eso, en una evidencia palpable: Carmelo es, para mí unos brazos abiertos, una sonrisa infantil y entrañable.
Nada de lo que pueda hablar en esta calurosa tarde: una brisa de aire, ¡una galerna de aire! como el que tiene este verso, natural y elegante, un alejandrino de danza, de ritmo y de donaire:
─ Que voy a la palabra buscando esa ternura, /esa dulce expresión que le falta a la vida. Y donde parecía que hubiera desaliento, / encuentro la caricia hermosísima del aire (...) Nadie como el que ama entiende tanto el mundo/ni nadie como a él se le abren más puertas.
Carmelo poeta “de verdad” (excluyo los términos “experiencia”, “social”, etc…, que todo es mejorable), “de verdad y de verdades”, tiene un corazón con capacidad de emocionar y de emocionarse sin que lleguen a detectarlo los delicados hilos de la mercadotecnia, los sofisticados ratings, shares y targets, o los diferentes organismos oficiales.
Y para confirmar que no he venido hasta aquí, en esta calurosa tarde, sólo por vender aire ─ ¡que no estaría de más! ─, voy a referirles una anécdota que tuvieron a bien contarme los de Manantial Folk, grupo musical “de arte” que cuenta con dieciocho trabajos discográficos, en los que se incluyen algunos de los poemas que, a continuación, les cantamos:
─ Hace veinticinco años nos presentábamos en la ciudad de Cáceres con nuestra primera grabación bajo el brazo. En la primera tienda de discos que entramos, su dueño Antonio Hernández, se mostró encantado de poder tener, también, música tradicional. Allí nació una profunda amistad que se ha acrecentado durante todos estos años. Antonio, y su esposa Paqui, asistían a nuestros conciertos, siempre que tenían ocasión, a veces recorriendo considerables distancias. Desde que oyeron “Vasito de amor”, éste se convirtió en su tema favorito que solíamos dedicarles siempre. Después de los conciertos pasábamos entrañables momentos con ellos en los camerinos. Paqui nos traía, entre otras viandas, su deliciosa tortilla de patatas hecha con tanto cariño. Hace cuatro años, Paqui, tras una inesperada y corta enfermedad, se marchó para siempre… Unas semanas más tarde, Antonio, con sus hijos, vino a vernos a otro concierto y nos pidió que cantáramos su canción. Aquel día nuestra interpretación de “Vasito de amor” tuvo la dedicatoria más emotiva que, a lo largo de todos estos años, hemos hecho.
Firma y rúbrica del grupo Manantial Folk.
(P. D: En la histórica foto aparecen, de izquierda a derecha: D. Francisco López Estrada, un joven Carmelo Guillén, D. Dámaso Alonso y D. Amalio García del Moral. Por detrás de la fotografía, y escrito a mano: Sevilla, julio 1975.)