13 de abril de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Llamo al toro de España
Entre los escritores más prolíficos que conozco se encuentra el pacense José Antonio Ramírez Lozano, autor de numerosos libros ─de poesía, de narrativa y de literatura infantil─, y feliz destinatario de una más que merecida ristra de premios.
Su capacidad de adaptación a los distintas formas de escritura la explica Ramírez Lozano por la permeabilidad que existe entre los géneros literarios y porque todo se resume, en su opinión, en las diversas perspectivas por las que puede optar el autor a la hora de referir un mismo acontecimiento.
A final de año asistí,en la Casa de la Provincia,a la presentación de Vaca de España, uno de sus poemarios más logrados. La presentación corrió a cargo del también profesor D. Antonio Castro Díaz que, como es habitual en él, pone ganas de leer no ya este ameno librito, que si te descuidas también la Historia de los Heterodoxos Españoles, o mejor aún, La Silva de varia lección, de D. Pedro de Mexía.
Como figura en la introducción, los citados poemas “participan también de esa visión solanesca, entre desgarrada e indulgente, de una España esperpéntica, patria de las catacumbas”.
A Ramírez Lozano lo leí en los cursos del doctorado; incluso me esmeré en hacer un trabajo sobre su poesía que aún debo conservar en un antiguo disket. Su escritura, amplia de registros, destaca por su gran manejo de la lengua y por su raíz humorística. Como él suele decir, la lengua es todo, es Dios; y para él, la base del juego, la fuente de su inspiración.
Es por ello que el escritor no se muestra partidario de la llamada “poesía de la experiencia”. Los románticos, dice, nos vendieron aquello de que “poesía eres tú”. ¡Qué leñes! Si “la poesía es la lengua…”
En este sentido reniega de la poesía de Cernuda ─que, por él, no le tendría nunca por amigo, por su forma de escribir─ y de los que creen que por hacer una elegía a la muerte de su padre ya merecen el aplauso del respetable, cuando en realidad pudiera que fuese un “tostón”.
Y, a la manera del Machado de “Las Coplas de D. Guido”, este aguerrido extremeño arrea coscorrones, a diestro y siniestro, con ánimo de “desacralizar” todos aquellos modos que tengan olor a carcoma:
─ El marqués de Picaflor/ murió de un alfilerito/ clavado en el corazón.
Dicen que si fue el rencor/ de una dama que le amaba. /Sevilla sabe que no.
Más bien que fue una medalla/ de las muchas que lucía/ clavadas en la solapa.
Unas que de Cofradías./ Otras que la Maestranza/ Real de Caballería.
El marqués de Picaflor/ murió de un alfilerito/ clavado en el corazón.
A mí, personalmente, lo que más me llega de esta poesía es esa veta popular, en que se me hace difícil de entender que el arte se reduzca a un juego y abomine de las experiencias y sentimientos de su autor. Soy de aquellos que piensa que el hombre es tan poco imaginativo que, para ver más allá tiene que mirarse al espejo, un día sí y otro también; que las ruedas del coche de Fernando Alonso estaban inventadas ya, antes de que las publicitase Pirelli, y no dejan de evocarnos aquellas otras que movían los viejos carros de madera:
─ Tengo la premonición/ de que la Muerte vendrá/ de noche a mi corazón
Mátame poquito a poco,/ amor, con ese veneno/ tan dulce que son tus ojos
¡Oh muerte que tú me das/ con que burlar a la Muerte/ cuando venga y me halle ya
muerto en tus brazos de verte!/ Y no me pueda matar (Veneno).
─ El tonto de capirote/ no es más que un tonto que tiene/ los ojos en el cogote (Tontería)
─ Mira si es sabio el Señor/ que nos quita los pecados/ y deja la tentación (Tentación)
─ La Virgen de la O/ ─ ¡qué analfabeta!─/ sólo sabe hacer oes en su libreta.
Y los devotos siempre/ y los trianeros/ le vienen con cuadernos/ y lapiceros.
¡Madre tú de los torpes!/ ¡Virgen María!/ ¡Patrona de la mala/ caligrafía!
Si te dejara ¡ay!/ Si consintieras/ cogerte yo la mano/ porque aprendieras
─ A ese nombrarte bajito/ llamo yo, si no te tengo,/ manera de estar contigo
¡Qué nombre el tuyo de carne/ de sílabas que me rozan/ la boca para tentarme!
Como quien rompe un sigilo/ le he dicho tu nombre al cura/ entre los pecados míos (Sigilo)
─ Desde Triana se ve/ Sevilla pintá en el agua/ y temblandito a tus pies.
Y también desde Sevilla/ se ve Triana en el agua/ arrodillada en la orilla.
La culpa la tiene el río/ que anda engañándolas siempre/ con su loco desvarío. (Desvarío)
─ Si piensa el cura que vengo/ por el sermón/ y hasta me pone de ejemplo/ de devoción.
¡Ay si supiera/ que viene sólo por verte/ y a que me vieras! (Sermón).
Ramírez Lozano, fiel a aquella vaca que, de niño, vio pastando en el cementerio de Nogales, su pueblo, prefiere el símbolo nutricio de la madre vaca a la testosterona del toro bien dotado de Osborne. Es tan solo una cuestión de afinidades electivas; quea pesar de todo nos recuerda un amplio corpus de lecturas, que nos dejan prendido su eco:
─ (…) toro de negra espuma,/ que respiras la luz y rezumas la sombra,/
y concentras los mares bajo tu piel cerrada. (Miguel Hernández).
─ ¡Qué revuelo!// ¡Aire, que al toro torillo/ le pica el pájaro pillo/ que no pone el pie en el
suelo! (Rafael Alberti)
Tópicos típicos de La maja y el torero─, que con tanto arte plasma la pluma de Teófilo Gautier, refiriendo los amores de un joven acomodado ─Andrés de Salcedo─ y de una guapa moza─ Militona─, que sufre los celos de Juancho, un torero de valor.
Tópicos, sí; pero bellas historias de amor, también: la de aquella joven vasca, a quien encontré apoyada en un naranjo del barrio de Santa Cruz; Magdalena enamorada que ofrecía a Cristo muerto sus guedejas, mientras florecían la madera de guitarra y los aromas de azahar. Los arpegios de “Recuerdos de la Alhambra”, sonaban “a palo seco” y desgarraban el aire como un escalofrío de cal.
Típico tópico de “Cántame un pasodoble español/pa´que hierva la sangre en mis venas”.
Tonterías, desvaríos,…o tal vez suena a sermón.Chi lo sa?
También las circunstancias, amigo José Antonio, son producto de la lengua, como decía Carlos V cuando decía que usaba el alemán para dar órdenes, y el español para hablar con Dios.
Que el andaluz lo usas tú para echarle piropos a Triana, y para contarnos cosas de ti.