Escribo esta columna en apoyo de la asociación "LA MAQUINILLA" por su labor y tenacidad en la conservación de un patrimonio que, si en verdad era propiedad privada, Peñarroya-Pueblonuevo fue merecedora de heredar fábricas y minas a las que contribuyó, durante muchos años, con el sudor y las vidas de muchos de sus ciudadanos.

Me duele en el alma, ver en mis visitas a instalaciones mineras y tendidos ferroviarios, cómo se han protegido y, cedido a entes públicos, con el fin de promocionar el turismo y la cultura de lo que fueron en su día. En nuestro pueblo, con un patrimonio inmenso, es irrelevante lo que queda en pie, y la poca protección que ha tenido por parte de las administraciones correspondientes, así como de los ciudadanos, que no han reclamado lo que en justicia era de la comarca guadiateña.

Quizás no sea yo la persona más indicada para denunciar el expolio que ha sufrido la que un día fue mi tierra, de la cual emigré en el 61, pero sigo amando los recuerdos que de ella me llevé y que, en mi escasa formación literaria y artesanal, intento transmitir a mis paisanos en la celebración que, anualmente, celebramos en la provincia de Barcelona. Este último año, expuse un libro de José A. Torquemada Maza de título 'LA MAQUINILLA', junto a una pequeña maqueta de la mina y el tren de carbón.

Termino mi artículo dedicando una poesía a nuestro más genuino medio de transporte ferroviario, del cual me siento aficionado y seguidor del medio:

Que el camino une a los pueblos
no es un hecho singular,
como el tren que recordamos
que tenía la SOCIEDAD.

Transportaba a los mineros
y obreros en general
al pozo correspondiente
o al servicio a cada cual.

El carbón que se extraía
en el Valle del Guadiato,
lo llevaba en sus vagones
a la industria de inmediato.

Pero no solo fue el tren
del carbón y los mineros
también lo fue de los muchos
que viajaban sin dinero.

Pues gratis era el trayecto
de Belmez a Pueblonuevo,
el Porvenir o la Parrilla
y se hacía con denuedo.

Recuerdo la carbonilla
que los ojos nos cegaban
mirando en la ventanilla,
pero a nadie le importaba.

Del personal de transportes
me acuerdo de MANIOBRA,
encargado del servicio,
con sus chistes a todas horas.

Y un respeto para EUGENIO
que en su delirio jefe estación
daba siempre la salida
fumándose un cigarrón.

Ya no existe aquel transporte
que unió la comarca entera
repartiendo a los obreros
de la Raña a la Montera.

Hoy, se llama vía verde
el camino de carbón
que nos recuerda el pasado
y nos llena el corazón.

Al nombrarte, tren querido,
en mi piel siento cosquillas
y en mi mente no se olvida
lo que fue la MAQUINILLA.