20 de marzo de 2019 | Fernando Morgado
El homenaje en vida que se merecía Emi Bonilla
Su nombre de pila es Emiliano Bonilla Pozo; presume de haber nacido en Peñarroya Pueblonuevo (Córdoba)
El director Jorge Agó se embarca con Bonilla en una 'tournée' por los lugares clave de la carrera del cantaor malagueño Nació el año que comenzó la Guerra Civil y se codeó con los más grandes del flamenco y la copla en el tablao que montó en su propia casa, hoy derruida. Ayer pudo ver en la gran pantalla el documental que reivindica su figura
A sus 82 años, Emi Bonilla tiene una cosa muy clara: «Te digo esto de corazón, tengo un trato con mi familia para que después de mi muerte prohíban a cualquier persona, ya sea el ministro del Aire, ponerle mi nombre a algo. Los homenajes, en vida», explica el mítico cantaor malagueño, protagonista ayer de la cuarta jornada de la Sesión Especial de documentales del Festival de Málaga. Por eso cree que el Paseo de Salvador Rueda, el conocido como Camino Nuevo, donde estaba su casa y su tablao, debería llamarse Paseo de Emi Bonilla. «Antes era una calle de tierra que no conocía nadie», apunta.
Ataviado con un impecable traje azul, camisa blanca, corbata negra de lunares blancos y botines negros con calcetines también blancos, Bonilla se paseó elegantísimo durante todo el día por las alfombras rojas que hay desperdigadas por el Centro de Málaga. Su apariencia demuestra lo que es, un artista de otra época que compartió cartel con las mayores figuras del flamenco y la copla gracias a su propio talento y que ahora, en el ocaso de su carrera, recibe de su ciudad -aunque nació en Peñarroya-Pueblonuevo, en Córdoba, en la Nochevieja de 1936, meses después del comienzo de la Guerra Civil- el homenaje que se merece en la gran pantalla.
La cinta se llama 'La estrella de Emi Bonilla' y para su director, el malagueño Jorge Agó, es una 'tournée' por los escenarios clave de la vida de Emi Bonilla. Utiliza aposta ese préstamo del francés que antaño los artistas empleaban para dar un poco más de 'glamour' a sus giras. La relación entre director y cantaor se remonta al año 1995, cuando Bonilla le firma a Agó, vecino de la zona del Camino Nuevo, una cinta para su madre. «Cuando terminé los estudios de audiovisuales le propuse hacer una entrevista, y lo que iba a ser una simple entrevista ha desembocado en un documental. Ninguno creímos que iba a salir algo tan bonito», confiesa Agó, a lo que Emi Bonilla responde con una sonrisa: «¿Cómo ha quedado? Muy bonito, muy bonito».
El Mercedes y su jinete
De hecho, hasta su estreno Bonilla no había visto el documental al completo, pero quedó contento con la imagen icónica que se representa en la pantalla: él al volante de su antiguo Mercedes, como lo recuerda mucha gente. «Al final refleja lo que ha hecho toda su vida, que es ser un artista errante que siempre iba con su coche de una actuación a otra», añade Agó. Entonces, su compañera en la productora Mucho Ojo, Ingrid Gil, guionista y montadora del documental, rememora una anécdota a bordo de ese Mercedes azul. «Cuando vio aparecer el dron que usamos para grabar se sorprendió mucho», comenta. «Yo frené y vi que también se frenaba. Me hizo mucha gracia. No conocía yo ese 'truco'», asegura el cantaor, que también fue proyeccionista del cine Albéniz.
El equipo de 'La estrella de Emi Bonilla' se ha enfrentado a una laboriosa tarea a la hora de recopilar material para el documental. Algunos documentos muy valiosos se perdieron cuando la casa de Emi Bonilla en el Camino Nuevo fue derribada hace dos años. «El proceso de documentación fue algo paulatino a medida que Emi o nosotros íbamos encontrando cosas. Yo un día me enteré de que mi vecina era cuñada de Paquito Florido, que bailó con él y me pudo pasar fotos. Por otro lado, la familia del tablao Pino Rojo nos aportó mucho material», explica Gil. También colaboró en el documental el escritor Alfredo Taján con un texto que narra Juanma Lara al comienzo y al final de la cinta, que cuenta con la fotografía de Daniel Peinado.
Compañeros y admiradores
A todas esas fotos y grabaciones se sumaron los testimonios de compañeros de profesión y admiradores de Emi Bonilla: Adelfa Soto, Fosforito, Luci Montes, Carmen Abenza, Manolo Bellido, Eugenio Griñán, etc. Quizá el que más emocionó a Emi Bonilla ayer durante la proyección del documental en el Teatro Echegaray fue el de Adelfa Soto. «Porque he bailado mucho con ella», cuenta Bonilla con nostalgia.
Si el objetivo principal de Agó con el documental era que la figura de Emi Bonilla no cayese en el olvido, ayer pudo comprobar que lo ha logrado con creces. El recibimiento del largometraje por el público del Echegaray no pudo ser mejor y el director le brindó a su vecino, el del Mercedes, el homenaje que se merece en vida.
Han sido muchos días de rodajes cuando otros compromisos se lo permitían, de investigación y de composición también -Tony Romero es el encargado de la música cuando no suenan las coplas de la estrella-, pero Agó sentía que Bonilla «merecía algo más». «Ni siquiera tiene una entrada en Wikipedia. En 2011 se le hizo un reportaje, pero su personalidad es demasiado particular como para hacerle algo muy formal», apunta el director, que lamenta la escasa memoria que a veces Málaga tiene con sus artistas. Aunque el documental no se centre en la demolición de su casa y tablao, por el que pasaron Estrellita Castro, José Legrá, Gento, Marisol e Imperio Argentina, para Agó supuso la «pérdida de una trozo de patrimonio». Un patrimonio que él se ha encargado de recuperar y que nadie podrá derribar nunca.
Pie de foto: El cantaor Emi Bonilla, en el centro, junto al director Jorge Agó y la guionista Ingrid Gil, de la productora Mucho Ojo. / FRANCIS SILVA