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30 de julio de 2012 | Antonio Luis Merino Pérez

Historia de la Danza (8ª parte)

San Ambrosio de Milán
Fue un destacado Arzobispo de Milán, importante Teólogo y orador. San Ambrosio, habló de una forma muy detallada y completa sobre las danzas. Pensamos que fue uno de los primeros Padres de la Iglesia que más amó y luchó por nuestro preciado arte, la danza, intentando espiritualizarla. Sentía sus ideas interrelacionadas con las del apóstol San Lucas (Lucas 7,32): “Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: “Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado””. A continuación citamos textualmente algunas de sus bellas palabras hacia la danza: “Un simple discurso, pero no por ello un misterio simple. Y por esa razón debemos ser cuidadosos y no caer en la trampa de una interpretación tópica de este discurso y tampoco debemos suponer que podemos abandonarnos a los movimientos de los actores en las danzas indecentes ni a las aventuras amorosas de los escenarios, tales cosas deberían considerarse disolutas, incluso en los jóvenes. No, la danza debería llevarse a cabo tal y como lo hizo David ante el Arca del Señor, porque todo lo que emana del temor a Dios es lo correcto. No nos avergoncemos de una muestra de respeto que enriquecerá el culto y aumentara la adoración a Cristo. Por esta razón la danza de ningún modo debe considerarse como una señal de respeto a la vanidad y a la lujuria, sino como algo que eleva a todo ser viviente en lugar de dejar sus miembros inmóviles sobre el suelo o de entumecer sus pies. San Pablo bailó cuando se esforzó por nosotros, cuando luchó por convertirse en un soldado de Cristo, porque él olvidó el pasado y anheló el futuro. Pero tú, cuando vengas a la fuente (referido a la pila bautismal) levanta tus manos. Se te anima a mostrar pies más ligeros para que puedas así ascender a la vida eterna. Esta danza es una aliada de la fe y una honra a la divina gracia de Dios”. (Backman, L, 2009: pg.26).
En estas sublimes y poéticas palabras que San Ambrosio dedicadas a la danza, podemos contemplar como el danzar es algo lleno de honor y virtuosismo, siempre y cuando se ejecute con temor a Dios. Entendiendo este “temor a Dios” como danzar en forma de oración y no de libertinaje. Ya que para él la danza está estrechamente ligada a la fe, siendo testimonio de la gracia divina. Para participar en los misterios divinos de Dios, es necesario danzar en gracia, igual que David bailó ante el Arca. Por lo que según afirma San Ambrosio, la danza eleva el cuerpo sobre la tierra y lo lleva al cielo. En sus palabras, también podemos advertir de la existencia de danzas para el Sacramento del Bautismo. La persona que se va a bautizar, debe acercarse a la pila bautismal, con los brazos extendidos hacia el oeste (como signo de renuncia al demonio) e inclinándose hacia el este, mientras realiza la confesión de fe. También con pasos de baile apresurados (esto recuerda las palabras de San Clemente, cuando nos dice que los cristianos a finalizar una oración movían los pies), teniendo por tanto, unos pies más ligeros, para poder alcanzar a través de este sacramento y sus danzas, una vida eterna.
En una de sus cartas no cuenta: “Las sagradas escrituras nos ordenan bailar con sensatez, desde el momento que Dios dijo a Ezequiel (6,11), “Tocad las palmas y golpear el suelo con los pies”. Los misterios de la resurrección no tienen nada que ver con danzas vergonzantes”. (Backman, L, 2009: pg.27).
Para él, es necesario que se baile de forma adecuada “con sensatez” tocando las palmas y golpeando el suelo con los pies. Por lo que las danzas llenas de movimientos y posturas indecentes acompañadas de insensatez, no tienen nada en común con el misterio de la Resurrección. La danza religiosa, la cual mantiene una gran relación con la Resurrección, es una fiel imitación de la Danza de los Ángeles, que es símbolo de la bienaventuranza y de la salvación, formando parte de la recompensa celestial. Por lo que la llave para ejecutar y formar parte de la danza celestial de los Ángeles, es obtenida a través de la Resurrección. Esta danza celestial, también es estimada como una curación en personas que están cautivas de las fuerzas del infierno.
San Ambrosio, en otro de sus pasajes referido a Ezequiel nos cuenta: “Así dice el Señor nuestro Dios: golpea fuerte con tus manos, golpea el suelo con los pies, y así, ¡ay de mi! por todas las horribles abominaciones de la casa de Israel. Porque serán pasados por la espada, caerán por el hambre y la peste. Toca las palmas y golpea el suelo con los pies. Los revelados misterios de la Resurrección de ningún modo se corresponden con el manifiesto descaro de una danza. Ciertamente hay un tipo de palmadas con las manos para las buenas acciones y grandes esfuerzos, cuyo sonido se oye por encima de la tierra, mientras estos espléndidos movimientos de manos dan lugar a un eco clamoroso. Es una danza noble en la que el alma baila y el cuerpo es elevado por las buenas obras cuando colgamos nuestras arpas sobre los sauces”. (Backman, L, 2009: pg.28).
San Ambrosio continuó con su labor de espiritualizar la danza. El baile que a continuación nos describe, está muy relacionado con las antiguas danzas de culto judío, ya que hace relación a los pasos rápidos combinados con giros y vueltas. También deducimos que la danza religiosa era ejecutada de forma circular. Y en la parte final de su artículo hace mención a la antigua concepción de la danza cósmica: “Por esta razón os hemos anunciado júbilo en el cielo, y podéis elevar vuestros corazones en éxtasis. Por esta razón el Señor nos invita a bailar, no sólo con los movimientos circulares del cuerpo, sino con una fe en Él digna de alabanza. Porque igual que aquél que danza con su cuerpo en un momento flota en éxtasis, en otro salta en el aire y en otro rinde homenaje mediante diversas danzas a ciertos lugares, así además aquel que danza en el espíritu con una fe ardiente es trasportado en el aire, elevado a las estrellas, y al mismo tiempo glorifica al cielo mediante las danzas del pensamiento del paraíso. E igual que aquél que danza con su cuerpo, con rápidos movimientos de sus miembros, adquiere el derecho a compartir la danza redonda de la misma forma que aquél que baila la danza espiritual, siempre moviéndose en el éxtasis de la fe, adquiere el derecho a danzar en el anillo de toda creación”. (Backman, L, 2009: pg.29).
Para terminar de enmarcar los pensamientos del santo, citamos el siguiente texto: “Si alguien duda de esto, dejad que reciba el testimonio de los Evangelios, porque el hijo de Dios dijo: “os hemos cantado y no habéis bailado”. Por esta razón los judíos fueron abandonados, porque no habían bailado, no entendieron que debían tocar las palmas con sus manos. Por lo tanto, aquéllos que ofrecieron a Dios palmadas espirituales fueron llevados a la comunión. Esa fue la danza de la sabiduría que David bailó, y por esa razón a través de la danza espiritual nos adentramos en la morada de Cristo, como oímos al Señor decir a su Hijo: “siéntate a mi derecha”. (Backman, L, 2009: pg.29).
Después de leer este texto, se hace necesario el cantar y danzar golpeando el suelo y tocando sublimes palmas con las manos, ofreciéndole a Dios los frutos del baile para poder estar en comunión con Él. Con una danza de sabiduría, como la que ejecutó David ante el Arca Sagrada. Es una danza espiritual que hace al bailarín penetrar en la morada de Cristo.
Consideramos que San Ambrosio fue uno de los primeros padres de la iglesia que más luchó por nuestro arte, en estas últimas palabras denotamos como el santo intenta espiritualizar la danza, llenándola de buenas acciones. Ese palmear y golpear el suelo con los pies, es interpretado como un mandato divino. La danza bailada en gracia de Dios, es algo que engalana el alma y hace que el cuerpo se eleve. ¿Qué es sino la danza? Una forma de estar en conexión con el Padre, danzando en armonía en una linda imitación de la danza celestial de los Ángeles. Con ese golpear fuerte de pies y manos, parece como si al danzar de ese modo, se le dispensasen todos los pecados cometidos. De lo contrario, si ejecutan una danza llena de lascivia, tendrán que pasar por la espada, el hambre y la peste. Por lo que se hace necesario danzar con temor a Dios para obtener los misterios de la Resurrección.
 

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