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30 de julio de 2012 | Antonio Luis Merino Pérez

Historia de la Danza (7ª parte)

San Epifanio de Salamis
Epifanio de Salamis o de Salamina. Se le considera como defensor de la ortodoxia y padre de la iglesia durante la difícil época para el cristianismo que siguió al Concilio de Nicea. Sobre la entrada de Cristo Rey en Jerusalén el Domingo de Ramos, citamos el sermón sobre cómo debían de festejarse esta fiesta triunfal: “Alégrate en las alturas, hijas de Sión, ¡alégrate, se contentan y saltan bulliciosamente con toda la iglesia fundida en una abrazo! Porque mira, una vez más el Rey se acerca…una vez más interpretar las danzas corales…saltad salvajemente, vosotros cielos; vosotros ángeles, cantad himnos; vosotros que vivís en Sión, danzad; vosotras madres, bailad danzas circulares,…bailemos la danza coral ante el novio como corresponde al novio divino. Celebra tu festival, iglesia cristiana, pero no ejecutando la danza circular en sentido físico, sino en el sentido espiritual, percibiendo la destrucción de los dioses falsos y el establecimiento de la iglesia”. (Backman, L, 2009: pg.24).
Denotamos en las entusiastas descripciones de Epifanio, jubilosas danzas corales, para festejar el grandioso día del Domingo de Ramos, invitando a participar en ellas tanto al cielo como a la tierra. Los ángeles danzan en el cielo y en la tierra las gentes se alegran danzando para el Rey de Reyes. Pero de una sutil forma intenta decirnos que siempre dancemos preservando el sentido de la danza como algo espiritual y no físico.
San Basileo de Cesarea, “El Grande”
Nació en Cesarea, capital de Capadonia en Asia Menor a mediados del año 329. Así nos cuenta y relata el mismo San Basileo “El Grande” sobre un individuo que murió en beatitud (carta 40): “Recordamos a aquellos que ahora, junto con los ángeles, bailan la danza de los ángeles alrededor de Dios, igual que en la carne ejecutaron una danza espiritual de vida y, aquí en la tierra, una danza celestial”. (Backman, L, 2009: pg.24).
Vemos que la vida terrenal puede describirse: como una bendita danza celestial-espiritual. Considerando la danza eclesiástica como una sublime imitación de la danza circular de los Ángeles. Otra de sus cartas: “¿Podría haber algo más bendito que imitar sobre la tierra la danza circular de los ángeles y al amanecer elevar nuestras voces en oración y mediante himnos y canciones glorificar al creador?”. (Backman, L, 2009: pg.25).
Esta última carta nos llama bastante la atención, ya que sugiere que los primeros cristianos tenían como costumbre, dar la bienvenida al sol en su salida con cantos y danzas. Tomando al sol, como símbolo divino, comparándolo con Dios. En el siglo XI era costumbre para los cristianos, saludar la salida del sol desde los peldaños de la Basílica de San Pedro en Roma. Más adelante la autoridad Papal dejó de recomendarla.
Basileo en uno de sus sermones, hace una dura crítica sobre la embriaguez, y censura la forma en la que se mal interpreta y ejecuta la danza. Para él hay lugares en los que no se tendría que danzar y más si se encuentran en un estado de embriaguez algo avanzado. Estas palabras de Basileo se sitúan en torno a la fiesta de la resurrección, donde las gentes ayunan durante siete semanas de la cuaresma para celebrar la mencionada fiesta. Como ya comentamos, es una fuerte crítica que recae sobre la mujer. A continuación nos disponemos a citar dicho sermón con palabras del propio Santo: “Abandonando el yugo de servidumbre a Cristo y arrancado el virtuoso velo de sus cabezas, ellas (las mujeres) atraen con descaro la atención de los hombres. Con el pelo despeinado, cubierto sus cuerpos con corpiños y saltando alrededor, ellas bailan con ojos lujuriosos y dando sonoras carcajadas, como si estuviesen atrapadas en una especie de frenesí, excitan la lujuria de los jóvenes. Ejecutan danzas circulares en las iglesias de los Mártires y en sus tumbas, en lugar de hacerlo en los edificios públicos, transformando los lugares sagrados en escenarios de su lascivia. Con canciones de rameras contaminan el aire y mancillan la degradada tierra con sus pies adoptando posturas vergonzosas”. (Backman, L, 2009: pg.25).
En sus palabras, Basileo, condena y censura rotundamente la forma lasciva e indecente con la que danzaban las mujeres, sumado de los inapropiados cánticos, llenos de lujuria y desenfreno sexual. Ante casos como éstos, la Iglesia, siempre actuó de forma muy severa, tanto si las danzas eran ejecutadas en las Iglesias, o en las sepulturas de los Mártires, y procedía de una forma más drástica si se trataba de hombres y mujeres bailando en pareja.
 

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