3 de marzo de 2012 | Pilar Paños

Las lágrimas de la luna

RINCÓN POÉTICO DE MELLARIA

Pilar Paños
Pilar Paños
En una blanca y señorial casa situada a las afueras de un hermoso pueblo, una chiquilla feliz e ilusionada contempla desde la ventana de su habitación el cielo limpio y poblado de estrellas, luego mira la luna, siempre le intriga el astro de la noche. De pronto siente un escalofrío y se mete en la cama perdiéndose bajo el suave y calentito edredón, allí se siente segura además es tan feliz, está tan ilusionada: Mañana será su cumpleaños y recibirá montones de regalos, tendrá una fiesta preciosa con globos, piñatas bocadillos golosinas y una enorme tarta en la que habrá nueve velitas que son los años que ella cumple. La niña mientras le rinde el sueño piensa en que antes de apagar las velas deberá pedir un deseo ¿que pediré?- se pregunta - En esto entra su madre y se acerca a la cama. Sigilosamente le arregla el embozo y la besa dulcemente en la mejilla, ella se hace la dormida y la mujer se retira, el corazón de la niña rebosa de gozo, le encanta que su madre la mime. La niña tarda en quedarse dormida pues la ilusión del cumpleaños la tiene agitada, cuando lo hace sueña algo extraño e inquietante relacionado con la luna. Lo olvida cuando la puerta de su habitación se abre y aparecen todos sus familiares con montones de regalos cantando la famosa canción del cumpleaños feliz.
Muy lejos de allí, en un triste poblado cuyas casas son humildes chabolas, otra niña contempla la misma luna, el mismo cielo, las mismas estrellas. También mañana ella cumplirá nueve años, pero no tendrá regalos, ni tartas, ni amiguitos que vengan a su fiesta: Ella no los tiene porque puede jugar con ellos , es huérfana de padre, y su mamá está gravemente enferma, por eso, debe cuidarla, hacer las tareas de la casa, y atender a sus tres hermanitos pequeños. La niña desde la puerta de su chavola mira la noche, en el interior de la choza sus hermanitos descansan en un humilde camastro después de comer algunos alimentos que les ha traído el padrecito, (un santo sacerdote que se desvive por aquellas pobres gentes). La niña se siente cansada, es muy pequeña para tanto trabajo, pero aun así esta noche no tiene sueño: También ella piensa en su cumpleaños, le han dicho, que en otros mundos privilegiados, los niños reciben ese día muchos regalos ¿Donde estarán esos mundos?- se pregunta- La niña mira la luna grande y lejana, siempre que siente tristeza lo hace para no llorar, porque su madre cuando era más pequeña y lloraba, para consolarla le contaba una leyenda que se titulaba las lagrimas de la luna. En ella, se narraba, que cuando un niño esta triste y llora la luna llora también, y la luna no debe llorar para que las lágrimas no empañen su brillo. La voz de su madre llamándola la saca de su abstracción. La chiquilla llega hasta la cama y se acerca a la mujer, esta le pide que se siente a su lado y comienza a hablar: Hija mañana cumplirás nueve años, ya eres una mujercita y así lo estás demostrando, por eso te hablaré como a una mujer. Como sabes estoy muy enferma y si no llega a tiempo esa medicina que ha pedido el padrecito puede pasarme algo, si me pasa no tengas miedo el os ayudará a ti y a tus hermanos. Mamá -le contesta la niña- claro que llegará a tiempo la medicina. Bien, pero si no es así y me tengo que marchar con el Diosito, tu no estés triste yo estaré en el cielo pidiéndole velando por vosotros. Descuida mamá, yo siempre voy a estar alegre y también a procurar que lo estén mis hermanos, descansa. La niña besa la frente húmeda de la mujer y la arropa dulcemente, le gusta tanto cuidarla, luego, se tiende ella en el camastro junto a sus hermanos pensando en las palabras de su madre, el solo pensamiento de perderla la llena de profunda amargura, pero tiene que ser fuerte, se lo ha prometido. Pronto la rinde el cansancio y se queda dormida. Al día siguiente cuando llega el padrecito viene muy serio, la medicina no ha llegado aun. Aguanta (le dice a la pobre y desolada mujer) hoy llegará el medicamento. Ella asiente sonriendo débilmente agotada por la fiebre. El día transcurre tristemente la mujer agoniza. En la noche llorará la luna.
 
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