22 de septiembre de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Salvador García, escultor

PARA LOS QUE NOS DEDICAMOS A ESTE MUNDO, PRETENDER HACER “ARTE” YA ES DE POR SÍ ALTAMENTE VANIDOSO, PERO AL MISMO TIEMPO ES UNA LABOR SIEMPRE LOABLE

Salvador García, escultor
Salvador García, escultor
Nos conocemos desde hace ya cuatro décadas; y todo lo que podría resumir acerca de él es que haría incluso el pino puente por no defraudar a los suyos.
De su gran afición por la plástica supo desde que era muy niño y, tras su paso por el colegio de los Salesianos, de Utrera, persigue su vocación en la Escuela de Bellas Artes, de Sevilla, donde se confiesa realmente feliz en el trato con sus profesores, y con sus compañeros de estudio.
Al terminar la carrera se incorporó a la Enseñanza donde convivió con numerosas promociones de gente más joven que él, y donde tuvo la posibilidad de vivir sin estrecheces y de desarrollar sus aptitudes.
Se casó con Celia, la chica de breve cintura e increíbles ojos azules; tienen dos hijos con los que están“a partir un piñón”, y a quienes, cuando están alejados, llaman por teléfono mil veces para preguntarles cómo les va.
Su currículum es abultado, pero no es ésa su obsesión. Para él la mayor suerte es poder atravesar el patio de su casa, en zapatillas y pijama, para trabajar en su taller y dialogar en amor y en silencio con el barro.
Para quienes le conocemos resulta ser una persona muy sociable, apasionada, ingeniosa, afable y con un gran sentido del humor,que le hace único entre su gente. Y como muestra un botón:
Habíamos ido a almorzar a un restaurante, situado en el Monte Hacho, por el hecho de disfrutar de una maravillosa vista de Ceuta. Cuando nos pasaron la cuenta comprobamos que se habían equivocado descaradamente a su favor; y, lógicamente, no callamos a la hora de reclamar.
Como al resto de los comensales la decisión del encargado se nos hacía eterna, y aumentaba la tensión en la mesa, a nuestro hombre se le ocurrió amenizar la espera sacándose de la manga todo un repertorio de enfáticos gestos, al tiempo que decía, con ironía sutil:
¡No hay derecho! ¡Que el Betis no sea equipo de primera no tiene perdón de Dios! ¡El árbitro! ¡El árbitro tiene la culpa de esta desagradable injusticia! ¡El árbitro, y el presidente de la Federación! ¡Y no os riáis, que a mí las cosas injustas me ponen de los nervios!
Pero lo más absurdo de la historia fue que, cuando se acercó a la mesa, el encargado nos invitó a pagar lo que buenamente quisiéramos, mientras Salvador estaba firmemente empeñado en abonar hasta el último de los conceptos, al modo en que figuraba en la lista oficial de precios.
Se lo comento en su casa, y se ríe; al tiempo que le propongo que nos ofrezca una pequeña entrevista para InfoGuadiato, en la que nada se pide,que no sea su voluntad.

P.¿La mano o la mente? ¿Quién lleva las bridas de la obra escultórica?

R.- Hay que distinguir dos conceptos, que a veces se intercalan, pero que responden a finalidades y motivaciones bien distintas: me estoy refiriendo a la artesanía y al “arte”. La primera se apoya en la repetición mecánica y en la destreza manual, sin otro motivo que no sea el decorativo, o el virtuosismo de su ejecución. Sin embargo el “arte”, incluso pudiendo ser decorativo, se fundamenta en la creatividad y en la exclusividad de la obra, que debe siempre contener el sello personal del artista que la materializa.
La sensibilidad y la creatividad son esenciales en la obra de arte. Una creatividad transformadora de la realidad, y una sensibilidad, que no tienen cabida en ningún aprendizaje adquirido en cualquier escuela o taller porque son inherentes al ser humano. Quizás se pueda incentivar, pero poco más, al que adolece de estos atributos.
Por último, si a la organización y secuenciación de las distintas etapas, que preceden y presiden todo proceso creativo, no le otorgamos la concepción de atribuírselo al intelecto, no sé dónde encuadrar la obra de arte para su clasificación.
El hecho artístico de cualquier índole no es sólo exclusivo de la mente, sino el resultado de un conglomerado final en que intervienen la destreza y el conocimiento instrumental.
Así el resultado final llegará a nosotros como un producto elaborado, técnicamente correcto, y presentando una visión nítida, al tiempo que el sello personal e intransferible del artista.
Y escribo el término “arte” entrecomillado, con el máximo respeto, porque para mí esta palabra es sinónimo de utopía; de algo inmarcesible que siempre queda en el intento yes, por tanto, irrealizable.
Para los que nos dedicamos a este mundo, pretender hacer “arte” ya es de por sí altamente vanidoso, pero al mismo tiempo es una labor siempre loable.
Somos humanos, y en el empeño de esta pretenciosa búsqueda está también nuestra recompensa, pues mientras trabajamos, soñamos; e indagamos al tiempo que nos elevamos sobre la cotidianeidad, tanto la nuestra como la circundante, y en esa lucha que entablamos contra nosotros mismos, casi siempre infructuosa, buscamos otros valores, como el equilibrio de los volúmenes, la armonía de la composición, o la búsqueda de la belleza idealizada, seducidos, voluntariamente, por un mundo que nos sitúa y nos eleva fuera de la realidad, que nos hace sentirnos más felices, que a la postre es lo que todo ser humano persigue y anhela.
En este largo camino, de continuo aprendizaje, la vanagloria no deberá tomarse como compañera; tan solo la autocrítica, un equilibrado y ponderado inconformismo, y la perseverancia siempre, deberán acompañarnos en este “viaje a ninguna parte”.

P.- ¿Tras tan meticulosa respuesta he de pensar que tu sillón como numerario en Santa Isabel de Hungría te ha hechollegar a la conclusión de que sólo unas cuantas personas podrían hacerte sombra en el terreno del arte?

R.-Los premios y los honores otorgados sólo deben servir para ayudarnos a fortalecer nuestra determinación, para seguir adelante en una profesión intimista y minoritaria, en la que se trabaja en silencio, y sin la debida acogida por parte de la sociedad.
Quizás todo esto pueda interesar crematísticamente a determinados grupos de críticos, de marchantes, de traficantes de obras de arte, y también, por qué no decirlo, a muchos profesionales. Pero la inmensa mayoría de artistas, que se adentra en este mundo mágico, es gente anónima que acude a su llamada, y que se siente imantada por este mundo tan irreal como maravilloso. A ellos los premios y reconocimientos les ayudan a exigirse, y a dar lo mejor de sí.

P.- La tectónica estudia las deformaciones de la corteza terrestre y las fuerzas internas que las originan. ¿El equilibrio de masas en la arquitectura y en la obra escultórica responde también a una necesidad interior del artista?

R.- El diario encuentro con la obra en ejecución se asemeja a una cita amorosa. En ella el escultor y la materia establecen una hipotética complicidad traducida en diálogo permanente. La materia en cuestión, generalmente arcilla, aporta mil sugerencias y habla por ella misma, lanzando sus interrogantes:
¿Ves bien ese plano? ¿Quizás esa curva es poco significativa?
Otras veces son aseveraciones, del tipo: “Esa superficie debería ser más convexa”.
En cualquiera de los casos el escultor deberá estar atento a estos mensajes, sopesándolos y rectificando, según la obra de arte le dicta.
Para ese diálogo, y siempre hablo desde mi propia experiencia, se necesita intimidad, concentración, y el más absoluto silencio.
El estado de ánimo es un factor determinante, ya que al coincidir con la obra se adentra uno en su propio yo, como quien traspasa la penumbra solitaria y silente de un templo, en donde al margen de que se tenga, o no se tenga fe, se nos invita a la reflexión más profunda.
Así deberíamos de acudir a la cita con la obra: desnudos y libres de prejuicios, aceptando nuestras limitaciones, y afrontando con autocrítica nuestra labor, en un acto pleno de sentido y de contenido espiritual.

P. Clara Campoamor, Emilia Pardo Bazán, y María Zambrano marcaron su impronta en las distintas disciplinas. ¿Hay mujeres que destaquen en el mundo de la escultura, o es una labor que requiere de anchas y recias manos?

R.- Existe toda una nómina de grandísimas esculturas, como Anna Huntington, Bárbara Hepwoth, LouiseBorgeois, Camille Claudel, Luisa Roldán “La Roldana”, la madrileña Aurora Cañamero López, etc.
En mi consideración personal ocupa un lugar destacado la granadina Dª Carmen Jiménez Serrano, catedrática emérita de la Facultad de Bellas Artes, de Sevilla, y cuya sensibilidad y dominio del modelado preside toda su producción.
Junto con su marido, Antonio Cano Correa, magnífico escultor de formas rotundas y contundentes, constituye el máximo exponente de la escultura andaluza de la segunda mitad del siglo XX.
Doña Carmen fue mi profesora, y me imprimió el amor a esta profesión. Hoy día me siento orgulloso de contarla entre mis amigos.
Pletórica de vitalidad, doña Carmen nos transmitió su energía y su entusiasmo por el arte.
Acumuló numerosos premios, entre otros el Nacional de Escultura, del año 51. Obras interesantísimas todas ellas, entre las que podría destacar: “Las dos edades”, “Juanito”, “Juegos de Niños”, “Figuras en círculo”, etc…, en las que imprimió su delicado y exclusivo sello personal.

Hora es ya de volver a casa, tras haber saboreado con Salvador el café de la amistad, no sin antes ponernos de acuerdo en volver a visitar mi pueblo, en saludar a los amigos, y en degustar unas chuletitas de cordero en “La Bodega”.
Le dejo ya en su taller, con ganas de ir a lo suyo, imbuido de la pasión de aquellos bravos garrochistas utreranos, que tan difícil se lo pusieron a Dupont.
Utrera es cuna del toro bravo, de la Virgen de Consolación, de elegantes caballos, y del rico mostachón: la tierra de Fernanda y Bernarda, de Bambino y de Montoya; de los hermanos Álvarez Quintero, y de sus agradabilísimos pasillos de comedias; del poeta Rodrigo Caro, y del escultor Ruiz Gijón.
Y Utrera es también Salvador García, y toda su obra escultórica que da sombra a la ciudad
En el cuento del Príncipe Feliz, de Óscar Wilde, la escultura de un apuesto joven está tan integrada en la ciudad que se sabe solidaria con su gente, sobre la que proyecta su bondad.
Una golondrina enamorada será la encargada de repartir los materiales nobles de que estaba hecha la estatua entre las familias más necesitadas. Y cumplida su misión perece de frío, a los pies de la despojada estatua del Príncipe Feliz.
Para algunos la sombra es el alma.Y la de Salvador, como la buena sombra que proyectan algunos árboles, está dispersa entre sus numerosas esculturas.
Y quienes le conocen saben que, puesto su arte al tablero, en el fiel de la balanza, nunca vendería su sombra, ni se gloriaría en apostar por caballo ganador.

P. D: La obra de Salvador está visible en su web: www.salvadorgarciaescultor.com
 
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Comentarios

Mercedes Serra
26-09-2015 23:35:52
Magnífica entrevista por las dos partes, enhorabuena!!!
 
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