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6 de abril de 2019 | Infoguadiato

Francisco Navarro: "El Franquismo ha tenido tiempo para borrar todo"

El historiador documenta en su libro 'Cautivos en Córdoba (1937-1942)' 13 campos de concentración y 28 unidades de trabajos forzados en la provincia

El historiador Francisco Navarro (Aguilar de la Frontera) ha recuperado una parte esencial de la memoria de la provincia a través de su libro 'Cautivos en Córdoba (1937-1942)', que localiza 13 campos de concentración y 28 unidades de trabajos forzados. Se situaron a lo largo y ancho de toda la provincia, que vivió la terrible llegada de prisioneros de los últimos frentes y el encierro de sus propios vecinos. Con una intensa labor de adoctrinamiento, condiciones de semiesclavitud y malos tratos. Navarro recoge en este libro los frutos de su investigación más ambiciosa

Publica este libro en un momento en el que vemos resurgir mensajes que propician ideas y divisiones como las que se dieron en aquel tiempo. Su respuesta es recuperar una memoria que le ha llevado a visitar archivos por toda España y que nace de su tesis doctoral.
‘Cautivos en Córdoba’ es, digamos, la parte de más esencial de mi tesis doctoral, que leí recientemente en el mes de diciembre del año pasado. Es un trabajo que llevo haciendo pues más de 3 años y con el que me he recorrido prácticamente media España.

No sabíamos que más de 60.000 personas pasaron por los 13 campos de concentración que has localizado en la provincia. Unos campos que, frente a lo que pasaba en los campos nazis, estaban dentro de los pueblos y de la ciudad.
Esos 60.000 sólo se refieren a los campos de concentración, pero luego estaban las unidades de trabajo forzado. Hemos sacado que había 28 en total. Cada unidad de trabajo estaba compuesta de un mínimo de 800 prisioneros y cada batallón a su vez se dividía en 4 compañías de 200 prisioneros. Por lo que hay que añadir miles y miles en batallones de trabajadores. Y en cuanto al lugar, el Franquismo no hacía las cosas por causalidad, lo tenía muy bien pensado. En el libro divido los campos de concentración en tres zonas geográficas de la provincia. Los campos campo del norte, los de la capital y los campos del sur. Si empezamos con los campos del sur de Córdoba, estaban ubicados en Aguilar, Lucena, Cabra, Montilla y Puente Genil, tienen un contexto totalmente diferente. Se empezaron a abrir en la primavera de 1938 y fueron llegando prisioneros de la batalla del Ebro, el frente de Valencia, de Aragón…La inmensa mayoría de los prisioneros de guerra que llegaron a los campos eran de estas zonas, lo comprobamos por sus apellidos. Es lo que los historiadores conocemos como ‘turismo carcelario’. Estos trasvases a zonas ajenas a los prisioneros se hicieron por dos motivos fundamentales: para dificultarles la vida, porque si eras de Barcelona o el País Vasco y estabas aquí era muy difícil escapar. Y para apretar más la puerta de la represión porque así era más complicado que un familiar le llevase ayuda o ropa. En Córdoba capital se abrieron los primeros campos. Uno de ellos fue el que se instaló en la inmediaciones de Medina Azahara que se llamaba ‘Córdoba la vieja’ en un recinto caballar documentado en la época de Felipe II. El otro es el del convento de San José, popularmente conocido como el convento San Cayetano. Por aquí pasaron más de 8000 personas en poco más de un año y tenía una capacidad máxima de 500 personas, por lo que podemos imaginarnos el trasiego de prisioneros en la ciudad. Los campos de concentración eran centros clasificatorios y todos los realizaba la comandancia de La Victoria de la Guardia Civil. Por allí pasaban todos los expedientes de los presos. Tenían cuatro grupos. Al grupo ‘A’ pasaban los llamados ‘afectos’ a los que mandaban al frente si estaban en edad militar. A grupo ‘B’, los que pasaba a las unidades de trabajos forzados. Eran ‘desafectos’ pero “reconducibles”. Al grupo ‘C’ se adscribían aquellos que tenían responsabilidades sociales o políticas y eran fusilados o pasaban a la prisión. El grupo ‘D’ eran presos comunes.

Y ya en los propios campos y unidades de trabajo se pasaba, como cuentas en tu libro, al ‘adoctrinamiento’. ¿Y los campos del norte?
Son diferentes. Salvo el de Cerro Muriano y el de Fuente Obejuna que se abrieron en la guerra, los de Valsequillo La Granjuela, Los Blázquez y Peñarroya-Pueblonuevo comenzaron cuando prácticamente había acabado la guerra para recibir el aluvión de presionar a miles y miles de personas, también de Córdoba.

Miguel Gila estuvo en Valsequillo...
Sí, pasó cinco meses en Valsequillo, incluso en alguna de sus memorias lo comenta.

¿Qué condiciones tenían los prisioneros? ¿Cómo era su vida?
Por desgracia no hemos podido documentar muchos testimonios, ya que muchos están muertos y además la mayoría no era de aquí. Sí que hablé con un vecino de Espejo que estuvo en un campo de concentración de Barcelona y luego en un batallón en Gipúzcoa. Pasó hambre, frío, sufrimiento, malos tratos y humillación. En los campos querían que las personas perdiesen su identidad. Y para ese adoctrinamiento estaban los capellanes. Eran los que se encargaban en cada campo y cada batallón de esta doctrina. Si echamos un ojo a la prensa histórica, vemos cómo utilizaban este adoctrinamiento. En la prisión de Córdoba eran habituales actos de acompañamiento a la Virgen del Carmen con todas las autoridades civiles y religiosas. A las mujeres prisioneras las obligaban a bautizar a sus hijos para que no empeoraran sus condiciones.

Había mujeres en el campo de concentración de Cabra.
No hubo campos de concentración de mujeres, pero sí mujeres en campos de concentración. Es curioso porque cuando yo empecé esta investigación me resultó muy curioso que en una página web local de Cabra una mujer contara que tenía un cuadro de la Virgen de la Sierra y que lo habían bordado (era un mantón de manila) los prisioneros del campo de concentración de la localidad. La mayoría de la población desconocía ese campo. El investigador lo primero que piensa es ¿Un mantón bordado por prisioneros hombres en los años 30, con el machismo de ese tiempo? Lo dejas guardado en un cajón y sigues trabajando. Pero al año siguiente encontramos el listado con la sorpresa de que había 24 mujeres el campo de concentración. Llevaba razón esa mujer y tal vez se bordó para conseguir mejorar sus condiciones de vida.

¿Por qué una sociedad entera olvida algo tan dramático tan pronto?
Llevamos 40 años de Franquismo y 40 años de una transición que no ha querido saber nada del tema. Y tenemos una venda en los ojos y no queremos ver lo evidente. No ha pasado como en otras transiciones donde cayeron los líderes de los regímenes. Aquí el Franquismo ha tenido tiempo para borrar todo. Han borrado casi todos los expedientes. Lo que han hecho es secuestrar la memoria y han tenido muchos cómplices. La iglesia de uno de los principales cómplices de la sublevación franquista. Yo me he dirigido al Obispado para acceder a su archivo porque los capellanes realizaban informes de los prisioneros. Y no sólo queríamos hablar del adoctrinamiento sino de su labor asistencial. Me he quedado con las ganas.
 

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